Nado solidario y cordobés en el Estrecho de Gibraltar


Cuatro cordobeses cruzaron ayer el estrecho a nado por una causa solidaria, construir viviendas para niños discapacitados en colaboración con la Fundación Vicente Ferrer

Diez meses llevaban Alberto Serrano, Fran Pérez, Fran Vallejo y Miguel Calvo preparándose para el gran reto, el más importante de sus vidas como nadadores no profesionales, y ese reto concluyó ayer, después de casi seis horas, brazada a brazada, para cruzar los 17 kilómetros que separan el Faro de Tarifa (España) de Punta Cires (Marruecos), el temible Estrecho de Gibraltar.

Cruzando el Estecho. Fotografía VICTORIA ADAME.
Cuatro cordobeses cruzaron ayer el Estrecho de Gibraltar a nado por una causa solidaria

Lo hacían, además, por un reto solidario, motivados por el que fuera entrenador de uno de ellos, Rafael Carmona, otro cordobés que también puede decir que triunfó allí donde otros nadadores profesionales han sucumbido, puesto que también cruzó hace años a nado las aguas del Estrecho de Gibraltar, una zona temible por las fuertes corrientes y la gran cantidad de depredadores que se pueden encontrar en sus aguas.
Era un reto solidario, en el que también han empleado su tiempo y su energía, pues durante todo este año han estado recaudando fondos para la Fundación Vicente Ferrer, que los empleará en la construcción de viviendas para niños discapacitados en condiciones de extrema pobreza en la India, mientras que los costes de su travesía corrieron de su propio bolsillo.
Así las cosas, ayer el estrecho les sonrió y les ofreció su cara más amable. «Tuvimos suerte porque nos hizo un día muy bueno y con unas condiciones marítimas estupendas. La verdad, como el estrecho no quiera que lo cruces, no lo cruzas», explica a Vélites Fran Pérez, que se ha estado preparando, al igual que sus compañeros, con entrenamientos específicos en agua abierta.

Nadando entre delfines
Pérez, de 31 años -al igual que dos de sus compañeros, mientras que el cuatro, Vallejo, tiene 43-, destaca de la travesía el rato que estuvieron nadando escoltados por medio centenar de delfines, y sonríe aliviado por el hecho de que no se encontraran con aletas de tiburones ni orcas, mamíferos muy presentes en esas aguas.
Todo ello se realizó con el permiso de las autoridades marítimas españolas y marroquíes, con total seguridad y, aparentemente por las palabras de este nadador, con un buen tiempo, producto de la suma de entrenamientos, preparación y buenas condiciones climatológicas.
«Es una satisfacción muy grande porque a nivel deportivo es algo épico, y por otro lado, también por poder hacer una cosa que ayude a los demás», concluye Pérez, que se plantea ahora dos retos: el Estrecho de Cook, en Nueva Zelanda, y darle la vuelta a Manhattan a nado.