Las pintadas, esa plaga que no cesa


Los grafitis abundan cada vez más en Córdoba y algunos de ellos llegan a envejecer en las paredes sin que nadie los borre

La presencia de las pintadas en la ciudad se debe, fundamentalmente, a dos factores: el primero y principal es la responsabilidad de su autor, que escoge un espacio para hacer un dibujo que en ningún caso viene a mejorar lo que había. El segundo factor hace referencia a su retirada, en este caso correspondiente a la empresa municipal Saneamientos de Córdoba (Sadeco), cuya área de Mantenimiento Urbano es la responsable de la retirada de unas pintadas que, en algunos casos llegan a envejecer durante largo tiempo antes de su limpieza.

Pintada en la calle Alfaros. pintadas
Pintada en la calle Alfaros. /Foto: JC

A pocos sorprende, aunque sí indigna, la aparición de una pintada en Córdoba. La preocupación ciudadana surge cuando pasa el tiempo y éste hace que uno se acomode a verla, a integrarla en el paisaje urbano, como sucede con los grafitis que hay en las farolas del Puente Romano, que cuentan ya con meses de antigüedad y que cada día son vistas por los miles de turistas que acuden al cogollo monumental de la ciudad o el de la calle Obispo Fitero, que ya cuenta con desconchones de viejo que es.
Aunque hay espacios especialmente llamados para la realización de pintadas, como es el caso de las zonas industriales o los edificios abandonados, los cierto es que el autor de las mismas no suele tener reparo en manchar espacios monumentales, como es el caso del entorno de la Mezquita-Catedral, donde el Cabildo se ha encargado de su limpieza, o de la parroquia de San Miguel, donde la huella de su borrado indica con claridad que ahí debajo hubo una pintada.
Los autores de las pintadas no tienen escrúpulos a la hora de escoger el escenario de su vandalismo y les da igual que sea un edificio público o privado, monumental o residencial, en un barrio de la periferia o en pleno centro comercial. El efecto en todos los casos es el mismo: alteración de una propiedad y la introducción de un elemento distorsionante en el paisaje urbano.