Este jueves se cumple una semana de uno de los acontecimientos más trágicos que ha vivido la ciudad de Córdoba. Se trata de la reyerta mortal que se produjo entre dos familias en el Patio Gabriel Celaya, en el barrio de Las Moreras. La misma se saldo con varios heridos de distinta consideración, un joven fallecido -por una puñalada en el cuello-, y el padre de este herido por arma blanca, con afectación en un pulmón.
Tres de los detenidos (el presunto autor confeso del crimen, su hermano y su madre) han declarado ante la jueza instructora del caso, tal y como adelantaba el diario ABC en su edición cordobesa. En las manifestaciones hay varios puntos que llaman la atención sobre el denominado crimen de Las Moreras. El primero de ellos es que el presunto homicida habría señalado a la magistrada que “ellos (por las víctimas) querían que esto pasara y ya ha pasado”. Mientras que habría alegado que no hubo premeditación (en contra del argumento del Ministerio Fiscal), ya que el suceso habría tenido como detonante -según el autor confeso- que el fallecido habría agredido previamente a su primo pequeño.
Unas declaraciones que van en la línea de argüir legítima defensa, ya que los detenidos habrían señalado que no portaban armas, a diferencia de los agredidos. De tal modo que el presunto homicida habría afirmado que el ataque se produjo con un cuchillo que encontró en el suelo. A lo que hay que sumar que este señalaría a la jueza que estaba nervioso y tenía miedo, añadiendo que esa mañana había tomado Tranquimazín y Orfidal, porque “cuando se levanta no se aguanta”, ya que antes consumía droga. Una adicción que el hermano del presunto homicida tendría, ya que reconoció ante la instructora del caso que la noche de antes había consumido “cocaína, porros y Tranquimazín”, para paliar un «dolor de muelas».