Rosario Ruiz Olivares, psicopedagoga: “Nos enganchamos a cosas que nos dan satisfacción, pero no a todos nos satisfacen las mismas cosas”


Rosario Ruíz Olivares./Foto: Irene Lucena
Rosario Ruíz Olivares./Foto: Irene Lucena

 

Los pasillos de la facultad son fríos pero luminosos. Les entra la luz de enero y el trajín de los estudiantes, a esa hora, es de comienzo de clases y rutinas. En la Universidad siempre se respira juventud y relevo. La doctora Rosario Ruiz Olivares (Córdoba, 1977) parece contagiada de esa juventud que la muestra aún más joven de lo que realmente es. Es profesora titular del departamento de Psicología de la Facultad de Psicología y Educación de la Universidad de Córdoba (UCO) y gran parte de su trayectoria académica y profesional ha estado centrada en la investigación, algo tremendamente meritorio en un país, el nuestro, donde los investigadores tienen menos reconocimiento y apoyo que cualquier concursante de Tele 5. Su trabajo en el área de personalidad, evaluación y tratamiento psicológico ha estado marcado por dos líneas muy específicas como son la intervención en el ámbito educativo sobre trastornos de conducta en la infancia y las conductas adictivas en jóvenes y adolescentes. Ha participado en proyectos cuyo objetivo eran establecer y desarrollar programas de prevención e investigación sobre consumo de drogas y adicciones en la población universitaria y en la femenina.

Es una observadora de los que los humanos hacemos, de cómo nos comportamos, lo que le ha llevado entre otros sitios a la Texas Tech University, becada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. También es madre de dos hijas, con lo cual suponemos que no deja el trabajo al llegar a casa. Las fotos de las niñas nos acompañan en su despacho, donde charlamos buscando, casi sin querer, un rayo de sol de este frío enero que entra por la ventana.

– Lleva casi media vida investigando el comportamiento humano ¿ A qué conclusión ha llegado?

– (Risas) Que es complejo. Y a la vez que es necesario su estudio, porque no dejamos de aprender para necesitar mejorarlo. Diría que cambiarlo también, pero creo que es más positivo mejorarlo.

– Bueno, el marxismo lleva más de un siglo queriendo construir un nuevo hombre y ha fracasado: somos como somos.

– Sí, pero hay cosas que podemos cambiar. De hecho, científicamente, eso está demostrado. Lo que ocurre es que son muchas variables las que desconocemos y eso es lo que hace que muchas veces sea complicado ese cambio. Hay una esencia en la persona que se estudia en psicología, que es la personalidad, esa manera de ser que está más arraigada en nosotros, sin que haya todavía evidencia científica que confirme si es herencia genética, lo más innato e inamovible. También hay estudios que demuestran que existen una serie de comportamientos que se repiten en las familias. Por ejemplo, cuando comentamos lo mucho que se parece un niño a su padre, o a su abuelo, aunque no hayan vivido juntos. El carácter de aprendizaje ahí no está. Son indicios que nos dejan ver un poco la faceta biológica del comportamiento, pero no tenemos ahora mismo identificado ningún gen que se haya relacionado con la personalidad. Es un tema que cuanto más sepamos sobre él nos permitirá cambiar comportamientos, porque se puede hacer. Hay aspectos de la personalidad que cuesta mucho trabajo cambiar porque están muy arraigados a nosotros, pero se pueden cambiar.

Hay aspectos de la personalidad que cuesta mucho trabajo cambiar porque están muy arraigados a nosotros, pero se pueden cambiar.

– A lo largo de su trabajo como investigadora se ha centrado en varios estudios sobre las adicciones ¿Qué tienen estas de atractivo para un investigador?

– Pues la verdad es que este tema llegó a mí de una manera un tanto casual. Mi formación es como psicopedagoga, pero incluso en la enseñanza de la psicología falta formación en drogodependencias, siendo como es un tema muy interesante. De forma casual, ya digo, cuando empecé a trabajar como ayudante en la Universidad de Córdoba tuve la posibilidad, tanto en un proyecto de investigación como con la participación en un master, de iniciarme en esta línea. Cada vez me gusta más, me parece más interesante y llevo ya 12 años trabajando en ese tema. Se sigue necesitando mucha investigación en el ámbito de las adicciones. Nosotros comenzamos la línea de estudio por el consumo, pero hemos acabado este proceso con las adicciones conductuales, que casi derivan en una adicción a la tecnología. Y estamos viendo si esa tecnología es una influencia negativa en el comportamiento de las personas.

Rosario Ruíz Olivares./Foto: Irene Lucena

– También fue objeto de estudio para usted la relación entre las adicciones y  la mujer, porque tampoco existía suficiente investigación al respecto.

– Pues no la había. El Plan Nacional sobre Drogas empezó a incluir en sus objetivos de investigación a la mujer sobre el año 2012, si no recuerdo mal. O sea, que es algo relativamente reciente. El consumo femenino  siempre ha estado relegado en investigación sobre lo que se ha conocido del consumo en el hombre, pero por una razón muy sencilla: el hombre suele acudir más al ámbito clínico. Pide ayuda de una forma más fácil. Y la mujer no. Es un fenómeno que se pensaba que no existía pero lo que ocurre es que está encubierto. Es privado: no es fácil que la mujer solicite ayuda. La dificultad está en el acceso a lo que nosotros llamamos ‘muestra’, porque el consumo femenino tiene unas características concretas. La investigación que realicé en colaboración con la Fundación Arcoiris iba en esa línea. Observar a las mujeres que ellos tenían en tratamiento y analizar sus características. Y en las mujeres no solo hay problemas de acceso al tratamiento sino también en cuanto a mejorarse de su adicción. Características como, por ejemplo, ser madres. El tener la carga de los hijos repercute en la estigmatización social. No está bien visto que la mujer consuma, sobre todo alcohol. A nivel epidemiológico, las encuestas nos dicen que las mujeres tienen un consumo muy parecido al de los hombres, sobre todo población joven y adolescentes. Hace 20 o 30 años no era así, pero ese ‘hito’, aunque no sea muy positivo, lo hemos alcanzado. Estamos hablando de un consumo que todavía no es problemático, pero cuando ya está la adicción presente, sí es verdad que hay  una desaparición de la mujer en esos datos. También influyen los trastornos mentales, o la marginación social, en el sentido de que son mujeres con un nivel socioeconómico bajo, o se han dedicado a la prostitución o sufrido malos tratos. Todas esas variables complican la intervención con ellas y que ellas pidan ayuda.

En las mujeres no solo hay problemas de acceso al tratamiento sino también en cuanto a mejorarse de su adicción.

– ¿A qué nos enganchamos y por qué?

– Pues nos enganchamos a cosas que nos dan satisfacción, pero no a todos nos satisfacen las mismas cosas. Por eso no todo el mundo se engancha al tabaco, al alcohol o a otras sustancias. Hay muchas personas que prueban la cocaína pero no se hacen adictas a ella. Y luego existen reforzadores que están alrededor de esa conducta. Por ejemplo, el alcohol no sólo te puede gustar su sabor sino que también el reconocimiento social que recibes cuando lo has  consumido.

– ¿Se pueden prevenir realmente las adicciones?

– Sobre todo hay que trabajar mucho con las familias. Y sí se pueden prevenir. Cuando comencé a trabajar en este tema, como investigadora, no tenía acceso directo a la población. Me tuve que acercar a educadores sociales y a psicólogos que trabajaban con estos colectivos. Y los educadores me decían que no se puede tender a la abstinencia completa, a que las personas no consuman nada. Me dejó pensando aquello, porque es irreal que no se consuma absolutamente nada. Y el trabajo con las familias es fundamental. Cuestiones aparentemente tan simples como comprar chucherías a los niños de una forma indiscriminada sirven para trabajar en la prevención del consumo de drogas. Es decir, si no se mide algo tan nimio como comer chucherías, y si además se maneja dinero sin un control aunque se trate de un niño pequeño, cuando el consumo de las ‘chuches’ deja de ser interesante viene la escalada con otro tipo de ‘sustancias’ que pueden ser drogas o el uso de la tecnología.

Rosario Ruíz Olivares./Foto: Irene Lucena

-Y ahora que lo dice…¿qué tipo de niños estamos criando en esta sociedad de la tecnología?

– Pues yo creo que a los niños les estamos ofreciendo un nivel de vida irreal, cuando, por ejemplo, tienen móviles mejores que los de los padres. Les estamos inflando algo que no es real: si ellos tuviesen que comprárselos no podrían. Y si tuviesen que ahorrar, les costaría. Recuerdo cuando yo era pequeña que quería un perrito, y mi madre me pidió que ahorrase para poder comprarlo yo con mi dinero, para saber que todas las cosas suponen un esfuerzo. A ver qué chiquillo puede ahorrar  400 u 800 euros para un móvil. Por otro lado, ellos son nativos digitales, no como nosotros. Evitarles el uso de la tecnología tampoco es lógico, pero hay que enseñarles a usarla. Cuando surgió la televisión también había mucha preocupación, y es verdad que hay que estar atentos. Luego se demostró que la televisión tenía su parte buena y  mala. Con la tecnología actual, lo que supone un riesgo son las relaciones sociales que se establecen a través de ella, que son muy reforzantes, y eso no lo teníamos con la televisión. Quiero decir que con la televisión no interactuábamos pero con la tecnología actual sí. Y eso puede suponer un riesgo.

 A los niños les estamos ofreciendo un nivel de vida irreal, cuando, por ejemplo, tienen móviles mejores que los de los padres.

– Niños criados en una burbuja y en la irrealidad. ¿Cómo se aborda con ellos temas como el de la muerte? Se lo pregunto porque usted participa en un taller pedagogía del duelo, en donde se habla de algo tan cierto como la muerte.

– Pues regular, porque la frustración no la estamos trabajando. La pedagogía del duelo es algo que tengo en desarrollo y que llega a mí por un asunto personal. Colaboro con Pilar Jurado en este tema por el interés que suscita en nosotras en concreto, y porque creemos que es importante que los maestros estén formados en esto. Yo formo a futuros maestros y ellos mismos me comentaban que no sabrían cómo abordar una situación de duelo en clase. Les puede pasar cualquier cosa, desde que se muera un familiar de un alumno hasta que se muera su propio alumno. Ellos me verbalizaban que sentían que no estaban preparados para eso. Por tanto, el taller surge para darles herramientas y estrategias a esos futuros docentes para trabajar este tema con los niños y que no se obvie, porque hablar de la muerte también es hacerlo sobre la vida, al fin y al cabo. No se puede ignorar. Es curioso cómo nos da miedo hablar de esto, cómo en pleno siglo XXI no lo tenemos asumido, cómo no forma parte de nuestras conversaciones familiares, por ejemplo.

Rosario Ruíz Olivares./Foto: Irene Lucena

– Bueno, el siglo XXI esconde la muerte o la retransmite como un ejercicio cotidiano pero que no nos alcanza…

– De hecho, a mí en casa me evitaron vivir la muerte de mis abuelos, cosa que a mi madre no le pasó de pequeña. Si eso lo hicieron conmigo, ahora es todavía más: queremos tener a los niños a resguardo en ese sentido, que no sufran. Con mis hijas he procurado que esto no fuera un tema problemático y en el momento que ocurría una muerte no cercana, lo hablaba con ellas. Trabajar con los niños este tema es mucho más fácil de lo que nos pensamos. Con la muerte me llama la atención que ocurre como con la sexualidad: es algo que se oculta.

-Volvamos a las adicciones, porque está trabajando en la actualidad en un estudio sobre la adicción a Internet y los discapacitados. ¿Cómo le afecta a este grupo el acceso a la red?

– Pues lo estamos viendo, porque para ellos la tecnología ha supuesto una mejora en la calidad de su vida, evidentemente, pero nosotros tenemos la hipótesis de que, al igual que a la población sin discapacidad le afecta o puede tener algún tipo de riesgos, queremos observar y comprobar si en esta población con discapacidad – auditiva, visual y motora- pueden llegar a tener algún tipo de adicción o problema relacionada con el uso de la tecnología. Estamos en el proceso de recogida de datos.

Rosario Ruíz Olivares./Foto: Irene Lucena

– ¿Lo mejor que podemos hacer en nuestra vida es tirar el móvil?

– No (risas). Pero es interesante que probemos a tratar de vivir sin él. Tener algunos ratos de desconexión.