Francisco J. Bocero, periodista y escritor: «Cuando los españoles colaboramos entre nosotros, somos imparables»


Paco Bocero./Foto: Irene Lucena
Paco Bocero./Foto: Irene Lucena

Lo primero que debemos saber de Francisco J. Bocero de la Rosa (Córdoba, 1964) es que le gusta Led Zeppelin. Mucho. En realidad a Paco, y nos permitimos la familiaridad y el tuteo porque la amistad supera los formalismos, le gusta la vida. La celebra de muchas maneras: con un buen concierto de rock, cantando con sus colegas, ejerciendo el periodismo o escribiendo una novela. Porque ahora ha publicado otra que se titula ‘El último sueño del rey’, a través de la editorial Almuzara y que ya es el segundo libro que este buen hombre ha parido. Quedamos para hablar de su libro, claro, pero también de periodismo, de comunicación, de trabajo, cosa que es inevitable entre el gremio y por eso a veces sufrimos catástrofes familiares o soledades varias, porque somos casi monotemáticos con lo nuestro.

La trayectoria profesional de Bocero es ciertamente envidiable, porque ha podido trabajar en prensa – aún colabora en ella- y en instituciones y asociaciones como CECO, la Universidad Loyola Andalucía, La Confederación de Empresarios de Andalucía o ahora con Construcor. Ese es el Paco profesional aunque el escritor, o el músico así mismo lo es. También ejerce de amigo de sus amigos y siempre está dispuesto para hablar de otro de los temas que le apasionan, como es la economía, o de la economía “que no es lo mismo” como él especifica.

El libro que nos presenta habla de la muerte, de las reflexiones últimas, de la soledad. De un rey, Fernando VI, algo desconocido – todos los son, en realidad- y de un capítulo de la historia de España que también nos puede ayudar a reflexionar sobre la España de ahora. Suena en la novela música del Barroco recopilada y reseñada por este hombre del Renacimiento que nos regala otra de sus múltiples facetas con la misma generosidad y virtuosismo que un punteo de Joe Satriani o Ritchie Blackmore.

 

¿Qué ha ocurrido en la vida de Paco Bocero en estos 13 años, desde que publicaste ‘La derrota’?

Bueno, primero me dediqué en cuerpo y alma al proyecto de la Universidad Loyola. Siete años y medio y algunos más de colaboración docente anterior para dirigir la comunicación de la puesta en marcha de la primera universidad privada andaluza, y además, de la Compañía de Jesús. Si cuando me comprometo profesionalmente lo hago al 100%, esto lo superó con creces por su propia particularidad. Responsabilidad 24 horas al día los 365 días del año. Pero también, obviamente, un privilegio y un orgullo profesional y personal. Después, me incorporé a la Confederación de Empresarios de Andalucía en su 40º aniversario, y finalmente me centré en Refractaris y Construcor. Tres años en los que aproveché para recopilar todo el material que tenía desde 2013, estudiarlo y escribir, hasta que hace un año quedó hecho el original.

La novela histórica es uno de los productos literarios que más se publican y leen en España. ¿Eliges ese rey y el periodo histórico para no coincidir con otros autores?

No del todo. Escojo primero al personaje. En este caso, el de Fernando VI, después de conocer su vida ese período final de su vida, que es donde está el quid de la novela. Sinceramente, no tenía ni idea de su personalidad y tampoco conocía bien el contexto histórico, en el cual me adentro y lo estudio y se entienden muchas cosas. Fernando VI odiaba la guerra y la evitó siempre. Iba en su carácter. Por eso, y entre otras cosas, deja una auténtica fortuna en dinero contante y sonante, 300 millones de reales de la época, con los que, al final, Carlos III, realiza sus grandes reformas. Además, es el primer Borbón que se siente profundamente español y trata de aislarse de la influencia francesa que había en la corte.

Fernado VI es el primer Borbón que se siente profundamente español.

Entiendo que has tenido varios años para documentarte e incluso dejar esa documentación en la ‘nevera’

Sí. Comencé en 2013. En 2014 me fui en verano Villaviciosa de Odón y a Aranjuez, los dos escenarios de la novela. En Villaviciosa está el pabellón de caza, que ahora ocupa el Ministerio del Aire. Está reformado pero han respetado la estructura. En Aranjuez, la imaginación se dispara. Era nuestro pequeño Versalles, pero tenía una vida cotidiana difícil en las estaciones cálidas. Los mosquitos y el paludismo eran inseparables. Era un sitio estupendo para la corte pero enfermaban con facilidad.

En general, los historiadores más conservadores señalan a este periodo como mediocre o ‘antesala’ de Carlos III, ahí tienes al siempre polémico Menéndez Pelayo, pero sin Fernando VI y sus ministros, no se hubiera hecho lo que se hace después. El marqués de Ensenada es el impulsor del período, uno de los grandes ministros de la historia de España, pero lo echan tras una conspiración organizada por el embajador inglés, Benjamin Keene que se pone de acuerdo con los rivales de Ensenada en la corte, que querían su puesto y poder. Estos acusan a Ensenada de organizar en secreto una gran flota desde La Habana para declarar la guerra a los británicos. Fernando VI lo toma como la peor de las traiciones, el engaño y la guerra, y lo destierra. Y el impulso reformista queda parado durante varios años decisivos.  

Paco Bocero./Foto: Irene Lucena

¿Qué referencias tienes a la hora de escribir? ¿Qué lecturas y autores están contigo en ese proceso?

Muchas porque no solo leo novela histórica. Disfruto con mucha literatura distinta, aunque confieso que me centro en la novela. En la narrativa, en general. ¿Qué he podido leer mientras escribía esta novela? Desde Auster y Roth, dos de mis escritores favoritos, hasta Javier Marías o Javier Cercas, pasando por los escritores del género como Pérez Reverte y Santiago Posteguillo entre otros y quiero citar a Pepe Calvo Poyato, que es un maestro de la novela histórica y es nuestro. Pero, volviendo a la narrativa, y desde otro punto de vista, pues a tipos como Gay Talese

Inevitable si eres periodista.

Inevitable, sí, por supuesto. Como por ejemplo también Tom Wolfe, imprescindible para refrescarte y divertirte. Y aprender.

Es que por tu generación casi que creces como periodista con el denominado ‘nuevo periodismo’ como referencia.

Sin duda. Cuando comienzo como uno de los primeros becarios en ‘El Mundo’, recién fundado, conozco a muchos periodistas buenísimos y varios excelentes escritores de revistas. A finales de los 80 había media docena de revistas espectaculares en España. Revistas serias, me refiero. ‘Cambio 16’, cuando era Cambio 16 (risas), ‘Tiempo’, ‘Panorama’, ‘Época’… había gente que escribía de manera espectacular. Y luego estaban las revistas anglosajonas, con más escritores impresionantes. Me fascinaba como contaban las historias, con una técnica muy complicada y aparentemente sencilla. Debes ser muy brillante como escritor para mantener la historia en primera persona con ese poder narrativo. Es muy difícil. A mí por lo menos me provoca mucha admiración. En cualquier caso, en España siempre hemos tenido una calidad excepcional de escritores en la prensa. La tradición articulista es sensacional.

En España siempre hemos tenido una calidad excepcional de escritores en la prensa. La tradición articulista es sensacional.

Tú eres articulista y además especializado en economía y empresa. Algunos esperábamos de ti un libro más de ensayo.

Para hacer un libro de ensayo o reflexión sí que tienes que tener tiempo de verdad. Tiempo para estudiar y leer muchísimo.

No creo que deba ser menor que el dedicado a una novela histórica.

No, claro, pero el ensayo es otra dimensión que te obliga a un esfuerzo distinto y mucha más concentración. permanente de confrontación, de ideas y de clasificación. Es un registro diferente que requiere tiempo Aunque no me malinterpretes, porque no significa que la Historia es algo menor, pero digamos que estás en otra dimensión diferente. Hay ensayos excepcionales sobre la situación política o económica en la actualidad, pero como periodista y articulista, lo que hago es hablar ‘sobre’ la economía, no ‘de’ la economía.

Paco Bocero./Foto: Irene Lucena

¿Cuánto de la España actual hay en ‘El último sueño del rey? Y no te pido que caigamos en el presentismo…

Buena pregunta. Hay muchísimo. Lo que pasa con este tipo de novela  es que salta ese debate ya superado de si historia novelada o novela histórica. La construcción de los personajes tiene que ser acorde con ese momento histórico, es decir, no es como una ópera barroca que transformas en una performance contemporánea, que está muy bien como experimento de vanguardia y seguramente tiene su público, pero hay cosas que no se pueden trasladar tan fácilmente.

Luego hay rasgos de carácter que sí son comunes a todas las épocas. Te contaba antes lo que le hicieron a Ensenada, una conspiración organizada por los ingleses para debilitar al país llevada a cabo por sus propios  ministros. Tenemos un carácter cainita que se enciende dependiendo del momento histórico – ahora está muy encendido, es evidente- complicado y difícil. En esos momentos, pleno mitad del XVIII se despiertan fuerzas para tratar de transformar el país pero hay otras que y se niegan totalmente. Por ejemplo, gran parte de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1766,- del ‘extrañamiento’, en sus términos-, no solamente se debe a lo que está pasando intelectualmente en Europa o el hecho religioso en sí. Hay también una enorme rivalidad y envidias del resto de las órdenes religiosas por la presencia de la Compañía en los centros de poder más sensibles del país, como las universidades y no digamos por su tradición de confesores de los reyes.

En este país, cuando colaboramos, aunque sea por intereses coyunturales, somos imparables. Cuando nos peleamos entre nosotros, también somos imparables, porque nos destrozamos vivos. En el siglo XVIII hay momentos de esperanza en la transformación profunda del país, pero mientras el movimiento telúrico que hay en Europa acaba estallando en la Revolución Francesa y comienza una época radicalmente diferente de la historia contemporánea, nosotros nos echamos hacia atrás y en 1814 volvemos a gritar que ‘Viva las cadenas’ con un rey tan mediocre y felón como Fernando VII.

Tu novela suena a Barroco. Supongo que es inevitable que el músico que también eres no introdujera piezas entre las páginas.

Solo amateur (risas). Efectivamente, me encanta la música. Y lo que ocurre es que vas visualizando lo que escribes, sintiéndolo y también escuchándolo. A mí la música barroca siempre me ha gustado pero no la conocía más allá de un punto casi superficial. Conforme avanzo en la época, descubro que la música tenía una importancia excepcional. De hecho, uno de los protagonistas secundarios de la novela, que es Farinelli, el gran cantante del siglo, es traído a España por Isabel de Farnesio para tratar de curar la enfermedad mental de Felipe V. Cada vez que cantaba, el monarca se sentía aliviado de su sufrimiento. Tanto Fernando VI como Bárbara de Braganza son muy amantes de las artes y sobre todo de la música. De hecho, Bárbara de Braganza, es alumna aventajada de Scarlatti y domina el clave como su maestro. En los años dorados de su reinado montaban en Aranjuez el ‘Paseo de la flota del Tajo’, que eran barcazas donde iban el rey y la reina y algunos de sus invitados rodeados por los músicos tocando, y con Farinelli cantando. Imagínate ese espectáculo nocturno, con hileras de velones en las dos riberas del río. Hoy sería una performance impresionante. Y no se oía otra cosa que la música. La música empieza a impregnar toda la historia y cada vez que voy leyendo y comienzo a escribir, estoy con música. Cada capítulo necesita una canción concreta y descubro que la música barroca es espectacular.

Paco Bocero./Foto: Irene Lucena

Volvamos a la cruda realidad. ¿La comunicación corporativa es al final el verdadero futuro laboral del periodismo?

No, hombre. La comunicación corporativa es un campo de juego más.

Lo pregunto por la necesidad de comer…

Me voy a poner trascendente (risas). Atacaríamos a uno de los pilares de la construcción de la sociedad moderna si no tuviéramos al periodismo. Lo que ocurre es que el ‘periodismo de marca’, como yo entiendo una de las herramientas de la comunicación corporativa debe utilizarse con transparencia y sinceridad. Con ética. Es fundamental. 

Sí es verdad que ahora mismo nos encontramos con un problema, en mi opinión, y es que existe una polarización extrema en el mundo del periodismo, donde hay voces dominantes que responden a una agenda determinada. Estas son las batallas culturales, en realidad. Si a eso le unes los medios sociales, las redes sociales, donde nuestros dirigentes políticos dicen que hay que naturalizar el insulto, -porque ellos lo sufren y “no hay ningún problema”-, y son el terreno perfecto para las fake news, se contribuye a confundir tremendamente a la sociedad. Las redes sociales no son los medios de comunicación. Son una herramienta, que mal utilizada, como vemos a menudo, resulta casi despreciable. Los medios deben tratar de recuperar los espacios de pluralidad que deben defender y no convertirse en instrumentos del activismo político. Quizá demasiados medios tratan de que sus voces estén totalmente alineadas por la agenda política por motivos muy prosaicos y más allá de lo que es, o debería ser, el periodismo.

Otro asunto es que nos ha costado mucho en este país, a diferencia de los anglosajones, entender la digitalización, el ecosistema digital. El papel no es que vaya a desaparecer, pero hay que tener en cuenta que vivimos en momentos diferentes, en otros universos. Al final se trata de conectar con la sociedad para informarla a través de las herramientas que la propia sociedad usa. Pero hay que hacer buen uso de ello. Y en materia de contenidos, lo que te he comentado antes: está muy bien que defiendas una causa, pero si presumes de pluralidad, acéptala. Y si no la aceptas, al menos identifícate de verdad. Que se sepa a quién o qué defiendes.