Como reportera gráfica trató de contar las cosas que sucedían por el medio mundo que recorrió. Un día se reparó en las cosas que de verdad nos suceden como personas y cuánta responsabilidad tenemos en ello. Y cambió de profesión. Koro Cantabrana Ruiz de Larrinaga (San Sebastián, 1966) sigue siendo, no obstante, periodista, porque de la vocación uno nunca se jubila. Se dedica a la comunicación, pero de herramientas, estrategias y maneras de vivir un poco mejor. De las redacciones de Los Ángeles o Brasil ha pasado a las aulas, los escenarios y los despachos de grandes firmas y universidades que requieren sus servicios. Antes ha ejercido de profesora de Imagen en la Universidad de Navarra, ha trabajado en la escuela de negocios “Foro Europeo” explicando qué es el liderazgo o ha participado en el programa “Mente ganadora” para los deportistas de élite. Nos cuenta todo esto desde Pamplona, donde ahora reside. Ha publicado varios libros y mira con optimismo y cierta alegría al futuro, abrazando las oportunidades que también posee este trajín de desdichas víricas y económicas. Predica con el ejemplo, claro está.
Periodista y coach ¿Cuánta vocación hay de más, o menos, en una y otra faceta?
Yo creo que no son incompatibles. Van juntitas de la mano. El coach se dedica a la comunicación, al método socrático, al arte de las preguntas. Y creo que el periodista también, con lo cual son muy compatibles.
¿Y cómo la periodista acaba ejerciendo el coaching ?
Pues cuando dejé el periodismo estuve en el área de ventas y grandes cuentas de una empresa, que también dejé porque llegó mi segundo, y todo fue una casualidad. Vi un libro titulado ‘Coaching para el éxito’ y me dije “Yo no sé qué es el coaching pero sí el éxito, y yo lo quiero” Compré ese libro hace ya veintitantos años y fue una revolución. Me cambió totalmente la cabeza. Ese de saber qué pensamos y cómo pensar para ser más efectivos y eficientes, con más éxito, más felices… me encantó.
De todas maneras me da la impresión de que existe sobreoferta de coaching hoy en día.
Yo creo que hay sitio para todos y cada uno en su sitio. Hay algunos que se especializan y otros más generalistas. Y creo que estamos muy necesitados de ayuda y de apoyo, sobre todo en este momento de gran incertidumbre. Todas las ayudas son bienvenidas, creo yo. Un coach te ayuda sin decirte lo que tienes que hacer, sin darte la respuesta, sino ayudando a que cada cual saque su respuesta. Todos hemos querido en algún momento de mucho lío mental hablar con un amigo que no nos diga lo que tengamos que hacer ni nos juzgue, pero que sí nos ayude a aclararnos y encontrar el siguiente paso. Eso es lo que hace un coach.
Los psicólogos están en desacuerdo y un poco enfadados ¿no?
Hay muchos psicólogos enfadados porque piensan que existe un intrusismo. Como he dicho antes, hay sitio para todos. Tenemos diferentes herramientas. Yo he trabajado con tres psicólogas, al mismo tiempo, en programas de la Unión Europea, y nos entendíamos muy bien. No había incompatibilidades. Unos normalmente van al ‘qué ha pasado’ y a resolver, y otros van mucho más al futuro, pero creo que son herramientas muy compatibles.
Hay muchos psicólogos enfadados porque piensan que existe un intrusismo. Como he dicho antes, hay sitio para todos. Tenemos diferentes herramientas.
Es cierto que hay coachs muy profesionales y serios. En su caso, trabaja con la Fundación Miguel Induráin para los deportistas de élite, y supongo que ahí se requiere seriedad.
Sí, he trabajado con ellos y lo que hacíamos era coaching: cómo conseguir y alcanzar metas. Y es verdad que hay coachs muy profesionales. Hay algunas personas que se quedan con las 125 horas que es el requisito indispensable para ser coach certificado, y no avanzan. Otros, muchos de mis compañeros, siguen formándose, como es mi propio caso, que no paro. Es nuestra obligación para atender a los clientes: tienes que estar muy formado. Lo mismo pasa con los psicólogos, porque un psicólogo que se quede atascado en lo que estudió en la carrera hace 20 años es un mal profesional si no se está actualizando y formando constantemente con lo nuevo que se conoce.
Después de la pandemia ¿vamos a necesitar no sólo más psicólogos sino también más colegas suyos?
Vamos a necesitar mucha ayuda. Existen muchas herramientas y cada persona necesita una o alguna es la que más le ‘toca’ el corazón o la mente, dependiendo de lo que necesite. Tenemos que aprender a gestionarnos de otra forma, simplemente porque el mundo ha cambiado, y todo lo que estábamos haciendo hasta ahora como hábito ya no nos sirve. Fíjate en la forma de relacionarnos: tiene ganas de besar, de abrazar, y no puedes. Mira la manera de comprar o de hacer las entrevistas (ríe). Ya no son ‘tan en persona’, sino con la distancia del ordenador. Todo está cambiando y nos tenemos que adaptar. Aunque algunas veces nos cuesta.
Uno de sus libros habla de la nueva “anormalidad” a la que hay que adaptarse. ¿Cómo va a ser esa anormalidad?
Se llama así precisamente, “Tu nueva a-normalidad”, porque estamos en un estado que, aunque algunos sectores nos digan que vamos a una ‘nueva normalidad’, nadie quiere esto como normal. Ir con las mascarillas por la calle, que no podamos relacionarnos o salir a estar por ahí, en sociedad, nadie lo quiere. El libro surgió a partir de la pandemia, durante el confinamiento. No aparece al azar, sino que es un resumen de todas las técnicas y herramientas que yo conozco, y está estructurado en cinco pasos para que cada uno comience a construir su nueva normalidad. Nada es normal hasta que no se convierte en un hábito, por tanto entiendo que estamos en una ‘anormalidad’. Esos cinco pasos pretendo que sean como un GPS. Una primera parte que se centra en el ‘¿Dónde estás?’, una segunda que te pregunta a dónde quieres llegar. La tercera te cuestiona sobre el ‘vehículo’ para ese trayecto. No es lo mismo ir andando, en coche, o tener que coger un tren o un autobús. Y luego, las demás partes son herramientas y direcciones. Dónde estamos emocional y mentalmente, y a dónde queremos ir. Esa es básicamente la estructura del libro.
Aunque algunos sectores nos digan que vamos a una ‘nueva normalidad’, nadie quiere esto como normal.
¿Vamos a salir más fuertes?
No sé si más fuertes. Yo creo que esta situación está sacando lo mejor y lo peor de cada uno. Hay mucho miedo, y eso saca lo peor. Tenemos que aprender, y ese aprendizaje siempre nos hace más fuertes. Si no aprendemos, no saldremos más fuertes. Si no aprendemos a valorar, por ejemplo, lo que más amamos; a darle más importancia y dedicarle más tiempo a eso que queremos, de poco nos ha servido este mal trago que llevamos viviendo desde hace meses.
Lo que más puede amar una persona es a un hijo. Usted es madre de dos y a uno de ellos le dedicó un libro.
Tuve que escribir sobre… (hace una pausa y se corrige a sí misma) No tuve, tomé la elección de escribir un libro, que se llama ‘El corazón en un puño’ y sí, trata de los 137 días que pasé con mi hijo en el hospital. Él es el protagonista del libro aunque lo escribo en primera persona como madre. Ciento treinta y siete días que pasó en el hospital, setenta y cinco de ellos en la UCI, por un trasplante de corazón. Lo escribí con la idea de ayudar a otras madres que lo están pasando mal también cuando sus hijos, por alguna dolencia o enfermedad crónica, vivan esa experiencia en el hospital. Está pensado para esas madres y padres, porque trato de explicar cómo yo lo hice y me mantenía a flote, con herramientas que yo he aprendido con el coaching o la Programación Neurolingüística. Fueron cinco meses largos en los que mi hijo se podía morir en cualquier momento. Cada día sin sabe qué iba a pasar. Había que estar fuerte para estar al lado de mi hijo.
Menuda incertidumbre esa.
Sí, quizá por eso sé mucho de incertidumbre y de ahí el tercer libro, que no viene a cuento de aquello sino por lo que estamos viviendo, con mucha incertidumbre social, personal y profesional. Sin saber a dónde vamos ni saber lo que va a pasar incluso mañana. ¿Nos confinan o no? ¿Qué va a pasar con mi negocio, con la hostelería, o económicamente en todo el Estado? Por eso surgió este tercer libro que se publica en dos semanas.
La incertidumbre siempre nos acompaña a los seres humanos, pero es ahora cuando nos hemos dado cuenta de ella ¿no? No hay nada seguro.
Muchas veces se considera como algo negativo, y no lo es. La incertidumbre es cuando te vas de viaje y no sabe qué te depara ese viaje. Y eso es bonito. Eso es aventura. Los niños viven en la incertidumbre. “¿Qué va a pasar hoy en el colegio? Nos vamos al parque ¿ a quién nos vamos a encontrar?” Los emprendedores viven en la incertidumbre. “¿Cómo lo voy a conseguir?”. Los creativos están en una incertidumbre constante. Lo que ocurre es que nos hemos acostumbrado a algo habitual y además tenemos una necesidad de control que la incertidumbre nos desbarajusta. Esa necesidad de control que tenemos nos hace generar angustia ante la falta de posibilidad de controlarlo. Si encima te falta confianza en ti mismo, vives muy mal. En lugar de control, gestión. Gestionarte a ti mismo, gestionar qué es lo que puedes hacer, porque eso te ayuda a tener las riendas de tu vida en lugar de estar descontrolado y no saber qué puede pasar.
Tenemos una necesidad de control que la incertidumbre nos desbarajusta. Esa necesidad de control que tenemos nos hace generar angustia ante la falta de posibilidad de controlarlo.
La zona de confort es ese espacio que controlamos bien, en el que sabemos movernos como pez en el agua. Igual tienes un trabajo que no te gusta pero estás confortable porque sabes a qué hora ir, lo que tienes que hacer… pero estás a disgusto. Cuando alguien quiere hacer un cambio es porque no se siente confortable en esa zona, donde no hay crecimiento. El crecimiento viene al salir de ahí, y para eso hace falta confianza en uno mismo. Confianza en que con lo que venga, me va a ir bien. Las cosas se empiezan a mover hacia bien, y creo que todos conocemos ejemplos, cuando empiezas a realizar un pequeño cambio, aunque sea un pasito. Creo que todos podemos decir que los pequeños cambios que hemos hecho en nuestra vida han sido para bien. Entonces ¿qué miedo hay a hacerlos? Ahora que tenemos la oportunidad, estamos quejándonos de que no nos gusta. Es el momento de hacer la vida como nos apetezca.
¿El periodismo fue su zona de confort?
Me gustaba moverme, estar en primera línea de las cosas. Yo empecé viajando, haciendo reportajes en África, en Brasil, en Ecuador… Era mi zona de confort porque me movía mucho, sabía hacerlo y era fácil. Fue muy difícil salir de ahí, cuando dejé el periodismo, al tener mi primer hijo. Era reportera gráfica y me metía en todos sitios. Era lo que me gustaba y, al dejarlo, llegó mi ‘zona de no-confort’.
¿Ha habido además, en el periodismo, alguna decepción que haya influido en ese cambio de profesión?
A mí me gustaba hacer reportajes y no tanto el día a día, por ejemplo, de la política. Cuando trabajé en un medio que era todo política no me resultaba agradable ver confrontándose a las personas y echándose cosas a la cara en vez de colaborar. En democracia antes era habitual debatir y cuando alguien subía al poder, el oponente lo apoyaba porque ya se había debatido anteriormente y porque había sido puesto ahí por la voluntad del pueblo. No se dedicaba a estar en una oposición criticando constantemente cada medida. Y eso a mí me dolía mucho. Me dolía ver esa parte de crispación que había siempre en las noticias que teníamos que tratar.
En ese sentido el coaching es mucho más amable, entiendo.
Sí, porque tiene el objetivo de ver lo bueno, el potencial de cada persona. Supone sacar lo mejor de la vida, de las personas y eso es muy bonito.