Bernd Dietz, catedrático, traductor y poeta: “La enseñanza está desde hace décadas en manos de personas que lo que buscan es la destrucción de la democracia liberal”.


Bern Dietz./Fotos: Irene Lucena
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Bern Dietz./Fotos: Irene Lucena

En la primera presentación del Círculo Liberal de Andalucía, en los tiempos pre-apocalípticos, o sea, el pasado año, Bernd Dietz  Guerrero (Alcalá de Henares,1953) invitó a los presentes a leer y a descubrir a autores liberales y ensayos no marxistas, lo cual siempre es una adecuada tarjeta de presentación para un Círculo Liberal que posteriormente hizo su primera puesta de gala con Santiago Navajas como liberal- estrella invitado. Dietz es menos mediático que Navajas pero no menos liberal. Como poeta posee una larga lista de títulos publicados y de certámenes promovidos, organizados o coordinados. Dietz ha sido, es, un creador comprometido más allá de sus versos y mucho más que la postura actual de los poetas hipsters , que dicen que son poetas porque visten como tal. Nada nuevo bajo el sol, por otra parte. Bern Dietz además es catedrático, ya jubilado, de Literatura Inglesa y Norteamericana, y ha ejercido la docencia en distintas universidades, entre ellas la cordobesa. Canadá, Alemania, Madrid, Bilbao o Tenerife forman parte de su geografía personal y profesional, aunque es en Córdoba y desde ella donde nos recibe y cuenta sus reflexiones, por las que le cuestionamos. Reflexiones cargadas de  sentido común, perspectiva, lecturas (muchas) y  diversos autores, que es lo que caracteriza a los librepensadores como nuestro entrevistado.

 

No ha publicado recientemente ni versos ni artículos en prensa ¿Ha preferido callarse o es que está observando?

Pues estoy observado, pero también es que es muy complicado publicar desde el punto de vista de la oposición contra la que tienes que luchar. Yo sería en este caso oposición en el caso político, por ejemplo. Los antiliberales son casi legión y están en todas partes. En el mundo literario es que, realmente, es muy complicado romper también ese frente que ellos llaman progresista . Yo les discuto la palabra porque creo que los progresistas somos los liberales desde hace tres siglos. Lo llamaría más bien el ‘frente antiliberal’. Los premios, las editoriales… todo ese mundillo está muy mediatizado por un grupo relativamente compacto y homogéneo que domina el panorama. Esto se ve también en la Universidad. Hace poco publicó un artículo Santiago Navajas diciendo que en Humanidades solo el dos o el tres por ciento de los profesores serían liberales, luego el noventa y tantos por ciento podríamos llamarlos marxistas, izquierdistas, antiliberales… Ellos se autodenominarían ‘progresistas’ pero, insisto, hay dificultad para que exista un pluralismo en ese mundo.

Por tanto, ser liberal hoy, es una actitud verdaderamente revolucionaria.

Sí, pero creo que más bien porque se están poniendo nerviosos con el avance del liberalismo en el mundo real: en la economía, en la empresa, en las relaciones internacionales. Esos grupos neomarxistas se han hecho fuertes en la cultura, en la Universidad y en los medios de comunicación también. Hay una radicalización ahora mismo en las posturas que no en la política. Soy muy optimista en el medio plazo pero pesimista en el corto plazo, aunque creo que esto es el último coletazo de esa tradición marxista que posiblemente empieza antes de Marx, en las postrimerías de la Ilustración, y llega hasta nuestros días. El siglo XX fue un siglo desastroso porque todos los grandes hallazgos del siglo XIX fueron desmontados por los totalitarismos, y ahora hay como una cierta nostalgia de los años 30, de ese mundo guerracivilista – no solo en España- de intelectuales comprometidos, cuando en el mundo real, insisto, tienen poco recorrido porque ese mundo está dominado por la economía, por la ciencia, por el auténtico progreso. Y por lo tanto eso ha quedado como una concesión estética.

El siglo XX fue un siglo desastroso porque todos los grandes hallazgos del siglo XIX fueron desmontados por los totalitarismos, y ahora hay como una cierta nostalgia de los años 30, de ese mundo guerracivilista.

En la presentación el pasado año del Círculo Liberal, usted nos invitó a leer a determinados autores. En un mundo dominado por las redes sociales ¿puede que uno de los problemas para entender el mundo real es que se lee poco?

Sin duda. Los jóvenes no leen absolutamente nada. Son incapaces de aguantar la atención más de cinco minutos. Leen lo que dura un tuit o una página en la pantalla. Al igual que la escritura ha sufrido mucho con el ordenador, porque el ritmo de escribir a mano no es el mismo que al hacerlo con el teclado y la pantalla, la lectura también tiene unos condicionamientos neurológicos que están causando un avance de la falta de inteligencia.

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Bern Dietz./Fotos: Irene Lucena

Desde la Universidad usted ha tenido la posibilidad de observar a las nuevas generaciones que nos van a suceder. ¿Cómo las ha visto?

Vuelvo a decir lo de antes: en el corto plazo, con pesimismo, porque creo que vamos hacia una debacle. En el medio plazo soy optimista, porque creo que habrá una limpieza de los canales. En España tenemos un exceso de universitarios, el doble de los que tiene Alemania, por ejemplo. Es decir, con una población que es la mitad de la alemana, tenemos en números absolutos la misma cifra de estudiantes universitarios. En Suiza la proporción es aún más desfavorable para los universitarios, pero eso significa que los jóvenes suizos estudian carreras de formación profesional o tipo medio, que son útiles, y a los tres años se colocan, trabajan y ganan dinero, mientras que nuestros estudiantes hacen su grado, su postgrado, másteres, se gastan el dinero de los padres para al final, con suerte, aspirar a colocarse en el sector turístico o la hostelería. Es decir, es una muy mala inversión y una ruta errónea para los jóvenes.

Un marxista diría que eso ocurre debido a nuestro sistema neoliberal.

Sí, el liberalismo es muy curioso. Ahora ha circulado en redes un vídeo de una chica argentina que coge un taxi, de noche, en Buenos Aires y tuvo un ataque de locura. Pensó que el taxista la iba a violar o a raptar y entonces se escapó del taxi. Grabó un vídeo contando lo sucedido para al final decir que eso era culpa del capitalismo, del neoliberalismo, del machismo, del especismo… Bueno, al final, todos esos ‘ismos’ eran culpables de una falsa impresión que tuvo ella. Hay un delirio bastante importante que yo creo que está fomentado, por desgracia, por la ‘intelligentsia’. Tenemos la ‘intelligentsia’ menos inteligente de los últimos dos siglos.

¿Conserva usted la nacionalidad canadiense?

No, yo soy español. Soy español porque, para ejercer de catedrático, tuve que ser funcionario y ser español.

En una de sus columnas de opinión hablaba de “amar a España voluntariamente y no porque uno no tenga donde caerse muerto”. Entiendo que, no solo por ser funcionario, ama usted a España de manera voluntaria.

Absolutamente. Además, por parte de madre yo siempre he sido español. Mi abuelo se llamaba Juan Guerrero Ruiz, que era el famoso amigo de Juan Ramón Jiménez, y yo me he decantado por la parte española de mi identidad con gran placer. Me considero no un ‘patriota constitucional’, como decía Habermas – que creo que eso es algo inexistente-, sino un patriota visceral, un patriota emocional, que es mucho más interesante.

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Bern Dietz./Fotos: Irene Lucena

Y después del periplo profesional que ha tenido, recala en Córdoba ¿también se ama a esta ciudad de la misma manera?

Cuando llegué a Córdoba, en mitad de los 90, eso me produjo un enorme placer, porque yo venía de Canarias, que es un sitio bastante atractivo pero completamente distinto, donde estaba muy difuminada la identidad española. Y en Córdoba yo descubrí la España de mi primera infancia, de mis años en Madrid, en Bilbao o las ciudades españolas donde viví de niño. Y realmente si algo admiro de Córdoba es su capacidad de conservar muchas cosas importantes.

Se involucró entonces en la vida cultural cordobesa. Le vemos ahora un poco más retirado ¿Decepción o cansancio?

Todo tiene su ciclo. Colaboré mucho con el Ayuntamiento, durante muchos años, en sus empresas literarias y poéticas. También con la Universidad. Pero creo que es también un tiempo para dar el relevo a los más jóvenes. Por otra parte, a veces hay que retirarse uno o  dos pasos para reflexionar, coger fuerza e impulso. No en el sentido que decía Fidel Castro de dar un paso atrás para luego avanzar, sino realmente para reflexionar. Ahora estoy leyendo mucho a un filósofo americano que se llama Eric Hoffer, al que en realidad estoy descubriendo ahora. Su gran libro es de 1951 y se llama ‘El verdadero creyente’. Una obra que es de una actualidad absoluta porque demuestra cómo las ideologías dominantes del siglo XX – el comunismo, el marxismo, el socialismo y la socialdemocracia también- tienen todas una estructura religiosa. Entonces, en un momento en que la religiones se han hecho ilustradas y tolerantes – por lo menos el Cristianismo, porque el Islam entra en la categoría de religiones totalitarias-, ese Cristianismo es ahora mismo una corriente de pensamiento de una cultura radicalmente tolerante, cosa que no ocurre con la izquierda. Somos cristianos desde hace dos mil años, afortunadamente. Mientras el Vaticano ha pedido perdón por Giordano Bruno, no veo yo que la gente de Podemos pida perdón por los millones de muertos del comunismo.

 Colaboré mucho con el Ayuntamiento, durante muchos años, en sus empresas literarias y poéticas. También con la Universidad. Pero creo que es también un tiempo para dar el relevo a los más jóvenes.

En estos tiempos de pandemia ¿En manos de quienes estamos dejando nuestros derechos fundamentales y nuestra libertad?

Esa es una gran reflexión y además es un fenómeno internacional. De todas formas, también aquí voy a ser optimista, porque creo que cada vez es más difícil con las redes y la información en tiempo real que tenemos reprimir a grandes masas de población. Hay una cierta pesadilla, una cierta paranoia, de que estamos entrando en una especie de nueva esclavitud, pero creo que a la vez el antídoto está en la capacidad que tenemos para informarnos y reflexionar. Si antes, por desgracia, los humanos aprendíamos con las guerras y la destrucción, creo que hoy podemos aprender con una reducción de nuestras libertades que nos apriete el zapato y nos obligue a reaccionar.

Volviendo a la pandemia ¿El intervencionismo estatal y gubernamental es la única manera de gestionarla? ¿Dónde queda la responsabilidad adulta e individual?

Esa es una pregunta muy adecuada. Yo creo que la responsabilidad individual está ahí y tenemos la culpa de aquello que nos ocurra en muchas ocasiones. Lo que yo no comprendo es que si una persona va por la calle y tropieza con una loseta en mal estado, piense que el ayuntamiento es el responsable y debe indemnizarle. O que si una persona contrae un cáncer de pulmón por fumar, deba ser indemnizado por la tabacalera. Esta noción de ‘irresponsabilidad’ o infantilismo absoluto por parte del individuo creo que lo que genera, precisamente, es servidumbre.

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Bern Dietz./Fotos: Irene Lucena

Unas actitudes importadas, curiosamente, de una nación de origen netamente liberal como es EEUU.

Es muy interesante volver ahora sobre los años 60 y no solo a Mayo del 68 en París, sino a California en aquella década. Esa visión idílica que nosotros teníamos del poder de las flores, de la libertad, el amor libre, de las drogas… era realmente una fábula. Una leyenda. La realidad de los años 60 en California se acercaba mucho más a las sectas religiosas y en especial a un personaje, Jim Jones, que produjo ese suicido y asesinato masivo de cerca de mil personas en la Guyana. No se dice que este Jim Jones era marxista y comunista. Y no se dice que contaba con el apoyo de todo el establishment político de California. Si vemos a los radicales que había allí en los años 60 comprobamos que eran mucho peores que los actuales. Por eso creo que el radicalismo político que hay ahora mismo en EEUU, en las universidades y demás, es una copia casi paródica, debilitada, del que hubo en los años 60, de la mano de la llamada Escuela de Frankfurt, Adorno, etcétera.  Posiblemente sea, como digo, un coletazo del marxismo – que ahora se llama ‘neomarxismo’- y que realmente muestra su debilidad. Si vemos la política española, hay mucho pesimismo porque vemos que el Gobierno actual está haciendo barbaridades y cada día nos sorprende con un nuevo atropello. Pero pensemos que este Gobierno es la suma de todos los antiliberales que hay en España. Es decir, que tienen que ir de la extrema izquierda a la extrema derecha, del nacionalismo semifascista catalán al comunismo terrorista euskaldún, pasando por los diversos comunismos y el socialismo. Y todo eso hay que meterlo en un saco para poder llegar a una pírrica mayoría de gobierno. Creo que eso más que un síntoma de fuerza, lo es de debilidad. Es como si dijésemos que como la religión está en crisis y que la gente ya no la practica , vamos a unir todas las religiones en una. Sería algo absurdo pensar en una coalición de todas las religiones en nombre de la religión y absurdo es también unir todas la fuerzas antiliberales en nombre d un gobierno. La imagen que proyectan los medios, la Universidad o la cultura, es una imagen falsa, porque hay un noventa por ciento de izquierdistas que están ubicados en ese ámbito de la propaganda, pero la población real yo creo que va por otro lado.

Sin embargo lo tienen todo ‘contaminado’: medios de comunicación, cultura, instituciones…

Totalmente. Y donde peor esté el asunto es en la enseñanza, porque está desde hace décadas en manos de personas que lo que buscan es la destrucción de la democracia liberal. O en términos de regionalismos españoles, la destrucción de la cultura española. Lo estamos viendo en Cataluña, en el País Vasco, y lo estamos observando ya en Galicia pese al gobierno del PP. Pero creo que el pueblo español es capaz de resistir eso y mucho más.

 Recuerdo que en los años 80 iba a dar bastantes conferencias a Cataluña. Ya en aquella época los catalanes hablaban solo catalán y a mí me parecía casi una grosería que me hablaran en catalán – cosa que yo podía entender- para que contestara en castellano. Y en alguna ocasión leí algunas traducciones en español ,que yo había hecho, de poesía canadiense. Una de mis colegas me dijo de repente: “Qué bonito suena el español. Qué nostalgia tengo del español, porque ya no escuchamos buena poesía en esa lengua”. Creo que ese eco va a perdurar y se redescubrirá la pujanza e importancia de la cultura española y de la lengua española en Cataluña, por ejemplo. Quizá es un sarampión que hay que pasar para que nos demos cuenta de que este es un gran país, de que somos una  de las cuatro o cinco grandes culturas del mundo y que, si en China ahora va a ser el español la segunda lengua en todos los institutos, es absurdo que nosotros estemos marginándolo.

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Bern Dietz./Fotos: Irene Lucena

Si nosotros no salvamos el español, nos lo salvarán en América Latina. Si nosotros no salvamos los toros, nos lo salvarán los franceses. Creo que la gran cultura española es irrompible.

Si en China ahora va a ser el español la segunda lengua en todos los institutos, es absurdo que nosotros estemos marginándolo.

Por cierto ¿Qué opinión le merece la nueva ley de enseñanza?

Es otra manifestación de ese espíritu totalitario. Llama poderosamente la atención que una señora de Bilbao, con un perfil marcadamente burgués y que ha mandado a sus hijas a colegios de monjas, esté propiciando un sistema de enseñanza tan abiertamente destructivo. Creo que los padres no lo van a permitir. Las manifestaciones que ha habido este último fin de semana me parece que han sido enfáticas. Quizás la consecuencia positiva de estas leyes y normas tan radicales y tan antiliberales que se están impulsando sea que generen una reacción.

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Bern Dietz./Fotos: Irene Lucena

Ocurre lo mismo con la ideología de género ¿no?

Sí y ya no son solo los hombres, sino que son muchas las mujeres que se siente ofendidas porque sus padres, maridos, hermanos y amigos se conviertan en sospechosos y reos de delitos inexistentes. Aquí otra vez la biología, la genética y la naturaleza humana es  mucho más fuerte que esos intentos artificiales de imponer corsés ideológicos.

Decir eso hoy en día, además, tiene un riesgo penal, que es lo peor de todo.

Sí, es muy curioso. Pero eso ha ocurrido también en otras épocas. Si pensamos en un filósofo como Spinoza, por ejemplo, pues fue expulsado de la sinagoga judía a la que pertenecía, a pesar de que su padre había sido un hombre muy importante en esa sinagoga. Se dedicó a escribir, a tener su círculo de amigos y lo poco que publicó lo hizo anónimamente. Pero cuando murió, su obra estaba ahí y salió a la luz. Creo, de verdad, que ha habido épocas mucho más duras para decir lo que uno piensa. Leo Strauss, otro filósofo americano, al que injustamente nombraban como maestro de los neocons , tiene un libro muy interesante que se llama ‘La persecución y el arte de escribir’, en el que desarrolla la teoría  de que como en todas las épocas la censura y la persecución ideológica era tan  grande, autores como Maimónides, por ejemplo, desarrollaron una forma de escribir para que fuera entendida por los iniciados. Habla de lo ‘exotérico’ y lo ‘esotérico’. Lo exotérico es lo que se muestra y lo esotérico es el saber oculto, que se transmite de una forma un poco más críptica. Creo que hoy lo que hace falta es un poco más de valor, de coraje, y no querer ir con la corriente. Lo que pasa es que si para ganar un premio de poesía, sacar una cátedra o que te den un tramo de docencia en la universidad tienes que repetir una serie de pamplinas, la gente lo hace, claro. Porque no hacerlo tiene un castigo. Pero ese castigo es más suave que en otras épocas: ya no te queman en la hoguera y es difícil que te encarcelen por un motivo de opinión. Lo que sí ocurre es que ganas menos dinero y quizá tengas menos promoción. Pero si se rompe ese miedo, ese ventajismo cortoplacista, creo que la gente puede y debe decir lo que piensa.