No es el primer libro escrito por Rosa Díez (Vizcaya, 1952) pero sí quizá el más urgente y necesario. En ‘La demolición’ (La esfera de los libros, 2021) realiza una precisa secuencia de los actos, afrentas y manipulaciones que el gobierno de Pedro Sánchez e Iglesias -pero sobre todo Sánchez- están llevando a cabo con el objeto de perpetuarse en el poder a costa de la ‘demolición’ del ‘Régimen del 78’. Incluso para quien siga la actualidad desde la disidencia que ejerce Díez sorprende este compendio de hechos puestos negro sobre blanco. No se puede hacer más daño en menos tiempo. Ese podría ser un subtítulo para una crónica que en realidad se subtitula ‘La gran traición de Sánchez a la democracia’, porque en estas páginas hay traición y mucha. La que se calla o maquilla desde casi todos los medios de comunicación y entretenimiento; la acelerada por la parálisis social y económica que ha provocado la pandemia, la llevada a cabo premeditadamente (ZP fue nuestra Yoko Ono) con ambición desmedida pervirtiendo los conceptos y el lenguaje. La que permite también gran parte de la sociedad española a la que Díez apela con esta obra y a la que le pide que salga a la calle en cuanto se pueda y que no esperen a que la nación y la democracia estén demolidas. Y con hambre.
‘La demolición’ contiene páginas ciertamente demoledoras.
Bueno, creo que demoledor es lo que está haciendo el Gobierno. Demoledor para la convivencia entre españoles, demoledor para la democracia, demoledor respecto para lo que fue el sistema del 78 y el sistema de libertades y demoledor para la pervivencia y el uso de todos y cada uno de los artículos de la Constitución por parte de los ciudadanos. Demoledor no es contarlo; es comprobar que lo están haciendo.
Una de los aspectos buenos de este libro es que, como se dice en argot futbolístico, se juega ‘cortita y al pie’. Va usted al grano.
Yo creo que no hay que adornar las verdades. Quiero ser honesta con los ciudadanos a los que va dirigido este libro y ese es mi objetivo, ordenar los hechos que están ocurriendo, poner negro sobre blanco los principales ataques a la democracia que a mi juicio son las mayores traiciones de esta generación de socialistas que ha decidido liquidar el sistema del 78. No, no hay que adornarlo y ni siquiera adjetivarlo. Hay que recordar las cosas que se están produciendo, quién las está protagonizando y cuáles van a ser sus consecuencias, porque como la política pasa tan rápido, los acontecimientos son tan intensos y pasan a tanta velocidad- incluso las traiciones y los ataques a la democracia por vía de leyes, de decretos y hechos que se superponen unos a otros- se pierde la perspectiva. No te das cuenta, “se te olvida” todo lo que está ocurriendo y las consecuencias de cada una de las cosas. Por eso mi esfuerzo, mi intento es, como digo, ponerlo negro sobre blanco, ordenarlo, y que los árboles no nos impidan ver el bosque sino que lo veamos con nitidez. ¿Para ajustar cuentas? No. Para pararlos. Y para que no ejecuten definitivamente esa traición a la democracia.
En ese orden de los hechos o los acontecimientos sitúa usted convenientemente el comienzo de todo en la figura del siniestro Rodríguez Zapatero, que sin embargo se le recuerda por el presidente del ‘talante’.
Es que ese fue el inicio de la época en la que en España la publicidad sustituyó a la información, y la demoscopia a la democracia. Zapatero fue el primer líder de Partido Socialista, primero, y presidente del Gobierno después, que vivía de una imagen que se proyectaba de él. No solo se proyectaba desde el Partido Socialista sino desde todos los medios de comunicación más cercanos al partido. Es infantil y absurdo alguien que presuma de ‘talante’. Oiga, usted es el presidente del Gobierno de España ¿Qué es talante? ¿Qué significa? Es lo vacuo, el absoluto vacío de un proyecto, de una idea de país y de una propuesta ideológica y política. Eso es el talante. Y no sé si recuerdas, porque se escribía muchísimo respecto a zapatero como complemento al talante, y es que tenía ‘baraka’, que tenía suerte.
De Franco también se decía.
Ya. Pero fíjate tú: ‘Tengo baraka’. Y a lo mejor la ‘baraka’ era que fue un presidente accidental, antes de tiempo como consecuencia de los atentados de Atocha. Lo de la ‘baraka’ era una cosa tremenda porque lo comentabas incluso con los dirigentes serios y razonables del Partido Socialista, cuando tratabas de hacerles ver cómo rompía los pactos de Estado y cómo iba a llevar al país a la ruina – y al Partido Socialista- y me decían que no iba a pasar nada “porque éste tiene baraka”. Una cosa alucinante. Todo empezó con Zapatero. Provocó dentro del Partido Socialista una enorme sectarización de sus bases, que eligieron como enemigo a la derecha y no a ETA, que eran los enemigos jurados de la democracia, que llevaban años asesinando. Las bases del partido fueron adoctrinadas por Zapatero para conseguir dividir a la derecha institucional española, provocar una escisión y tener mayoría en el Gobierno por los siglos de los siglos, que es como él lo argumentaba internamente. Consiguió ese sectarismo, esa ruptura entre españoles. Y lo que digo se puede probar buscando en la hemeroteca. Algunos dirigentes o cargos públicos del Partido Socialista, cual era mi caso en aquel momento, cuando pedíamos que no se rompieran los pactos de Estado con el Partido Popular, nos llamaban fachas desde el propio Partido Socialista. Si había algún dirigente del Partido Socialista que pedía acuerdos con Batasuna, que está en la lista europea de organizaciones terroristas, decían que ese era un dirigente con ‘visión de futuro’.
Eso lo empezó Zapatero y esa senda, esa herencia, la ha recogido Sánchez y con su ambición desmedida y aprovechando las circunstancias – en este caso el drama de la pandemia- la ha acelerado y sigue el mismo proceso: dividir a la sociedad española para conseguir primero el poder y después para mantenerse en él aunque tenga menos votos de los que ha tenido el Partido Socialista a lo largo de su historia.
Todo empezó con Zapatero. Provocó dentro del Partido Socialista una enorme sectarización de sus bases, que eligieron como enemigo a la derecha y no a ETA, que eran los enemigos jurados de la democracia, que llevaban años asesinando.
Señala el silencio de los medios de comunicación en aquella época, pero, por ejemplo, a Jiménez Losantos y César Vidal les costó salir de la COPE.
Claro, es que los que caían mal, como ahora, pagan el precio. Si tú vives en un país en el que, por ejercer un derecho constitucional básico y democrático como es la libertad de expresión tienes que comportarte como un héroe para ejercer ese derecho, en ese país la democracia no está suficientemente protegida. Y eso ocurrió en el pasado y ocurre en el presente. Con una diferencia todavía más negativa en el presente: es que ahora está institucionalizado. Se ha presentado un proyecto de ley de telecomunicaciones para institucionalizarlo. Se han atrevido hasta que un organismo oficial como el CIS pregunte a los ciudadanos si se puede prescindir de la libertad de expresión y podemos quedarnos con las noticias ‘oficiales’. Franquismo puro y duro. O sea, es que ha desenterrado a Franco porque le gusta ser él, el caudillo, no le falta nada más que el fajín.
Centra todo lo que ocurre en la figura de Sánchez y Pablo Iglesias queda un poco como comparsa.
Es que es comparsa. Iglesias lo necesita y Sánchez necesita a Pablo Iglesias. Fíjate que cuando menos votos tiene Podemos, más poder tiene él. Y Sánchez lo mismo; cuanto menos votos tiene el Partido Socialista más poder ejerce él. Pedro Sánchez tiene a Iglesias de comparsa porque lo eligió él. A Iglesias no lo han puesto ahí las leyes divinas. Lo ha hecho vicepresidente Sánchez. Lo mantiene y sostiene, primero porque le sirve para hacer algún tipo de negociaciones en las cárceles, con los proetarras, hacer discursos rupturistas e insultantes contra la Corona – la jefatura del Estado- mientras él calla y otorga. Y segundo, para aparentar una cierta moderación en su figura. Incluso muchos periodistas poco sospechosos de ser proclives a este tipejo (me refiero a Sánchez) dicen que el problema es Iglesias. Hombre, no; Iglesias es el comodín que tiene ahí Sánchez para aparentar moderación cuando lo necesite. Pero lo ha elegido él como compañero de viaje entre otras cosas porque son muy parecidos en su ambición sin límites, y por tanto están dispuestos a hacer lo que sea y como sea para tener y mantener el poder.
¿Qué queda del Partido Socialista en el que usted militó?
Las siglas. El Partido Socialista está muerto desde hace mucho tiempo. Dejó de ser un partido que vertebraba España, que es lo fundamental, con un proyecto común de país y que hacía de la libertad y de la igualdad sus señas fundamentales de identidad, y ahora es una ‘Sociedad Limitada’ con todas las acciones en propiedad de Sánchez. Por no tener no tiene ni órganos de contrapoder internos. El Comité Federal, que tomaba decisiones, que controlaba la gestión de la Ejecutiva; las comisiones de listas que aprobaban los candidatos… Oye, es que este tipo – me refiero a Sánchez- ha designado al candidato a Cataluña. Al candidato del Partido Socialista en Cataluña lo ha designado él, a dedo, como quiere repartir los fondos europeos. ¡Sin que nadie diga nada en el Partido Socialista! ¿Pero qué es eso de la democracia interna? ¿Dónde queda el debate? Pues ese ‘banco de pruebas’, eso que Sánchez hace en el Partido Socialista Obrero Español es lo que está haciendo en España y lo que quiere hacer en el conjunto de la sociedad: que desparezcan los controles democráticos, que el Parlamento no pinte nada y no pueda ejercer su tarea de control del Ejecutivo, que la Justicia no sea un contrapoder y que la Jefatura del Estado sea desacreditada y después desaparecida. ¿Por qué? Porque eso es lo que le permitirá a él comportarse en España como se comporta en el PSOE: como un caudillo.
¿Dónde está la oposición en todo esto?
Qué buena pregunta. A ver, la oposición – y es una lástima- demuestra que no está a la altura de las necesidades del país. Suena a frase hecha, pero es verdad que estamos teniendo muy mala suerte, porque en el peor momento para España – de más crisis y dificultades desde todo punto de vista-, nos ha tocado el peor Gobierno, sin ningún interés en resolver los problemas de los ciudadanos. Si algo hago en este libro es ir demostrando paso a paso que solo les importan sus votos y el poder y no los intereses de los ciudadanos. Y es en este momento que nos ha tocado una oposición que está esperando heredar, parece ser. Que les toque a ellos en algún momento. En democracia la oposición tiene que demostrar que es alternativa, no solo alternancia. Desgraciadamente la oposición tampoco está a la altura de los tiempos. Pero la máxima responsabilidad no es de la oposición, sino del Gobierno, insisto. Si tenemos una oposición que no da la talla tendremos que organizarnos los ciudadanos, como siempre, para defender las instituciones democráticas, porque tenemos derechos pero también obligaciones. Y una de ellas es no resignarse. No esperar que otro haga por ti lo que tú también tienes que hacer.
Pues hay aspectos que no invitan precisamente al optimismo. Los españoles parece ser que han olvidado, por ejemplo, la guerra más reciente que hemos tenido y que es la del terrorismo de ETA.
Bueno, España es un país en el que los gobernantes tratan de que se olvide la batalla contra el terrorismo, que es no solo la batalla contra eso sino la batalla en defensa de las libertades y la democracia, que es lo fundamental. El terrorismo es un instrumento para terminar con la democracia. De hecho ETA mató a sesenta y tantas personas durante la dictadura y a 800 durante la democracia, porque ha asesinado ‘contra la democracia’. Sí, los gobernantes sucesivos, pero en particular Sánchez, tratan de que olvidemos eso. Nos quieren hacer creer que ETA no ha existido, que fue un accidente, que ya ha desaparecido. Pero es normal ya que si Sánchez ha convertido en ‘hombres de Estado’ a los proetarras tiene que limpiar toda la imagen de ETA, su historia, porque si no él sería lo mismo que ellos. De hecho, si tú abrazas a un terrorista, te conviertes en su cómplice. Aunque no seas un cómplice ejecutivo en términos mortales, te conviertes en cómplice porque estás limpiando su historia. España no ha tenido un juicio de Nuremberg, como tuvo Alemania, en el que no solo se condenaron a los criminales sino también a la historia del nazismo. Y tenemos un Gobierno que quiere limpiar esa historia. Que pretende limpiarla y lo hace todos los días; llama ‘progresistas’ a los terroristas. Dedico un capítulo del libro precisamente a eso, a la tergiversación del lenguaje. Es que la vicepresidenta del Gobierno explica que pactan con Bildu “porque son de izquierdas”, y que pactan con los golpistas “porque son progresistas”. Tratan de limpiar esa imagen porque esa imagen les ensucia a ellos, porque los han abrazado. Es que tenemos un ministro de Interior que está acercando presos sin que los presos cumplan los requisitos para ese acercamiento. Marlaska se ha convertido en una especie de ‘limpiador de escenas del crimen’. Además de limpiar su historia, limpian a los criminales. Eso los españoles no podemos olvidarlo, no solamente porque les debemos mucho a nuestros escudos, a la gente que perdió la vida por defender nuestras libertades, a los que nos escoltaron físicamente. No sólo les debemos eso sino que, en fin, se lo debemos a nuestros hijos también, y eso no lo podemos olvidar. Y quien trata de que lo olvidemos se convierte en un personaje deleznable. Y este Gobierno trata de que lo olvidemos porque son sus socios que, como a Iglesias, los ha elegido porque se encuentra a gusto con ellos.
España es un país en el que los gobernantes tratan de que se olvide la batalla contra el terrorismo, que es no solo la batalla contra eso sino la batalla en defensa de las libertades y la democracia.
Esa manipulación del lenguaje también comenzó con Rodríguez Zapatero, como apunta en ‘La demolición’ ¿Puede que parte de la anestesia que sufre la sociedad española se deba precisamente a cómo se cuentan las cosas?
Claro, porque es sabido que si tú perviertes el lenguaje terminas pervirtiendo la democracia y las propias instituciones. Entonces si tienes una voluntad de que las cosas parezcan lo que no son, a través de llamarlas de otra manera y tienes a la vez a la inmensa mayoría de los medios de comunicación a tu servicio – prensa pública y prensa concertada- la gente acaba enterándose de lo que sale por la tele. Hay otras muchas formas de enterarte de las cosas, si uno busca, pero los grandes medios de comunicación transversales, audiovisuales fundamentalmente, te lo van colocando permanentemente. Entonces, resulta ya que es progresista ser de Bildu, es progresista ser golpista, es progresista pactar con ellos, es progresista montar una mesa entre partidos o entre Gobierno de la nación y gobierno de la Generalitat para robarnos los derechos a los españoles para participar en los asuntos que nos afectan a todos. Es progresista hacer una ley de educación para adoctrinar a los niños; es progresista, por ejemplo, excluir a la lengua común de la escuela, que lleva a la ruina y a la pérdida de oportunidades a la inmensa mayoría de los ciudadanos que son los que necesitan la protección del Estado. Porque los que tienen dinero van a la privada, estudian en la escuela privada y desde luego lo hacen en español. Los que necesitan la lengua más competitiva que existe en el mundo – de las que tenemos en España- no estudian en este idioma. Y resulta que eso es progresista. Una perversión del lenguaje suficientemente acompañada por el peor momento de nuestra historia y con la política dirigida por un publicista. Es que es terrible: la política está dirigida por un publicista. Y todo eso va calando. Por eso tomé la decisión de escribir este libro. Porque me parece que tenemos la obligación de explicar a la gente lo que está pasando y a donde nos lleva esto que está ocurriendo.
La pandemia le ha venido a ver a Pedro Sánchez…
Efectivamente. De la misma manera que los atentados de Atocha le vinieron a ver a Zapatero, a Sánchez, la pandemia. Porque todo esto que está haciendo, en una situación de normalidad con los ciudadanos en la calle, sin miedo, con trabajo, sin 90.000 muertos, no hubiera podido hacerlo. Lo hubiera intentado pero no hubiera podido. La sociedad lo hubiera frenado. Ahora en la situación en la que estamos, él aprovecha todo esto para acelerar no sólo lo que en otro momento en vez de decretos deberían haber sido leyes- y por tanto ser debatidas públicamente- sino para hacer cosas que nunca se hubiera atrevido a hacer, sabiendo que no podemos salir por millones a la calle a tomarles de la solapa y obligarles a comportarse. Y lo aprovecha, claro, porque es un hombre que no tiene escrúpulos. Aprovecha el dolor de la gente, el mal de la gente, para conseguir su objetivo. Hemos vivido estos días un episodio tremendamente descriptivo: hablaba ante de cómo elige al candidato de los socialistas para Cataluña, pero fíjate tú que no hay un gobernante en nuestro entorno que se hubiera atrevido en este momento de pandemia – uno de los peores- sacar al ministro de Sanidad y nombrarle candidato. Porque si lo hubiera estado haciendo bien como ministro, habría sido una desvergüenza por haber desprovisto al Gobierno de alguien que estaba haciendo bien su trabajo. Pero haciéndolo tan mal como lo estaba llevando a cabo, porque ha convertido a España en el país con más muertos e infectados por cada 100.00 habitantes (de Europa), lo nombra candidato de su partido y dice que incorpora un valor añadido. ¡El ‘Efecto Illa’, dice! ¡Y va Illa y se despide diciéndole a la ministra que le va a sustituir “que se va a divertir mucho, que se lo va a pasar muy bien”! Pero bueno ¿qué tiene que ocurrir para que despertemos? Para que despertemos y nos demos cuenta que estamos gobernados por unos golfos. Una gente que no tiene ningún aprecio por la vida de sus conciudadanos.
Es que es terrible: la política está dirigida por un publicista. Y todo su mensaje va calando. Por eso tomé la decisión de escribir este libro.
Precisamente en la presentación de este libro usted dijo que para que despertemos hará falta “que nos muramos de hambre”.
Yo creo que los vamos a frenar, que esto no ha terminado. Hemos perdido muchas batallas pero esta guerra por recuperar las libertades la vamos a ganar. Y la vamos a ganar frente a Sánchez y frente a todo su gobierno, sus prescriptores de opinión y frente a toda su secta. Pero desgraciadamente estamos perdiendo muchísimo tiempo como ocurrió con Zapatero, por cierto, que nos descuidamos y pasó. Zapatero perdió las elecciones en la segunda legislatura, con la crisis económica, pero lo peor lo había hecho en la primera. Rompió todos los pactos de Estado y cavó una zanja entre los españoles, en la que estamos ahora cayendo todos. Con Sánchez va a ocurrir lo mismo. No va a perder las elecciones por lo que nos ha hecho en términos de pobreza, desempleo o por no proteger nuestra salud- que es gravísimo- sino por la crisis económica. Las va a perder porque todo eso va a tener unas consecuencias en nuestra economía que cuando la gente no tenga que llevarse a la boca, pues pasará la factura. Es una desgracia pero mientras no lo sufrimos personalmente pues preferimos creer que esto no va a pasar. Y cuando ocurre, hemos perdido mucho en el camino. Nos va a costar muchos años recuperar las libertades que hemos perdido, lo que se ha roto entre los españoles. Eso no tiene perdón de Dios: el haber roto la cohesión entre españoles, nuestro incipiente sentido de ciudadanía, lo que tanto les costó a nuestros mayores conseguir para España, eso no tiene perdón. Y haberlo hecho en dos años. Pero no va a perder las elecciones por eso aunque luego se lo recriminemos todos.