Se cumplen 70 años de un terremoto y una inundación en sólo tres días


El desbordamiento de los arroyos de la zona oriental del casco provocó una riada que entró en muchas viviendas

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Mercado central de la plaza de la Corredera. /Foto: LVC

El dicho popular de que «las desgracias nunca vienen solas» se cumple con mayor frecuencia de la deseada. Frente a la experiencia de esta pandemia, donde los males sanitarios dan paso a los económicos y estos a los sociales, en la historia reciente de Córdoba hay casos de encadenamiento de sucesos que han afectado, de una manera u otra, a parte de la población.

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Plaza de las Tendillas. /Foto: LVC

En la semana entrante se va a cumplir el 70 aniversario de dos sucesos que conmovieron a los cordobeses tanto por su gravedad como por sus consecuencias. Además sucedieron con sólo tres días de intervalo; primero fue un terremoto y después vino una inundación. Por su fuera poco, el seísmo se repitió después, en mayor, con mayor fuerza aún.

El primer terremoto se produjo en torno a las 11:30 del 11 de marzo. Fueron dos movimientos los que se sintieron y el segundo fue el de mayor duración, sobre unos siete interminables segundos. Su intensidad hizo que los más ancianos no recordaran otro sismo similar. 

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Mercado central de la plaza de la Corredera. /Foto: LVC

Como suele ocurrir en este tipo de sucesos, se percibió el movimiento con mayor intensidad en los pisos más altos, pero el lugar de la ciudad donde provocó mayor pánico fue en la plaza de la Corredera. En 1951 aún existía el mercado central y era el momento de mayor aglomeración. Hubo vendedores que, víctimas del miedo, abandonaron sus puestos y salieron corriendo.

En la capital no hubo que registrar daños personales, más allá de alguna caída en la carrera precipitada por alcanzar un lugar abierto. Tampoco hubo daños materiales mayores a las grietas que suelen dejar los terremotos como huella de su paso.

El terremoto en Baena

En cambio, la localidad de Baena sí sufrió con mayor rigor los efectos del seísmo. Cuentan que medio pueblo huyó al campo y que el no lo hizo se fue a la actual plaza de la Constitución, donde, por cierto, se registraron los mayores daños en algunos de sus edificios.

Uno de ellos, la Central de Teléfonos, «se abrió como una granada» y era muy peligroso acceder al edificio. Además, hay que sumar alrededor de medio millar de casas con desperfectos de diversa consideración y todas ellas ubicadas en el centro del pueblo.

Tras el seísmo, la inundación

Ni los cordobeses se habían repuesto del terremoto, ni se habían eliminado sus efectos cuando la ciudad fue víctima del segundo suceso. A los tres días vino la riada. En la madrugada del 13 de marzo estuvo lloviendo con intensidad y así lo siguió haciendo durante la mañana, con presencia de turbiones y de un viento huracanado. 

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Calle María Auxiliadora. /Foto: LVC

Ese día era 13 y martes. La tradición en Córdoba fija el ir a ver a la Virgen de los Remedios en San Lorenzo. La intensa lluvia no fue impedimento para que se formara la cola de siempre y la iglesia se viera abarrotada de fieles, hasta que el agua superó la gradilla y entró en el templo.

La parte oriental del casco histórico fue la más afectada por el desbordamiento de los arroyos de aquella zona que aún no se encontraban canalizados y que a media mañana comenzaron a inundar todo lo que encontraban a su paso. 

Zonas anegadas

En concreto, se vio anegada Córdoba desde los Santos Pintados hasta el Campo de San Antón, con especial incidencias en aquellas calles que tenían la cota más baja, como es el caso de María Auxiliadora, plaza del Corazón de María, Polichinela, Escañuela o Frailes, entre otras, además del Colegio Salesianos.

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Bomberos de Córdoba en la década de los 50. /Foto: LVC

También entró el agua en otras partes de la capital, como es el caso de la Puerta de Sevilla, la Cruz del Rastro o el Silo del Servicio Nacional de Trigo. Las viviendas situadas en el entorno del cuartel de Lepanto fueron las más afectadas por el desbordamiento del arroyo que en aquella época pasaba por sus inmediaciones. 

Esta inundación no se cobró víctimas, salvo aquellas familias que perdieron buena parte de sus enseres con la entrada del agua en sus viviendas. Los bomberos no pararon en toda el día bajo las órdenes del arquitecto municipal Víctor Escribano, quien declaró que no se usara la escalera de la casa de Martínez Rücker 10 debido al estado en que se encontraba tanto por culpa del terremoto como por la inundación.