Optar a unas oposiciones en garantizarse el futuro. Esto ha sido siempre así y se ha acentuado aún más en el último año a causa de la pandemia, cuando las cifras que se conocen hasta el momento del número de parados son alarmantes y el cierre de empresas y negocios de todo tipo es un goteo que parece no tener fin. La estabilidad que proporciona un empleo público, en cualquiera de las administraciones, es el principal aliciente para emprender la aventura de unas oposiciones, que puede llegar a durar varios años y cuya meta no es otra que un trabajo para toda la vida.
Las oposiciones abarcan un amplio abanico que va desde los oficios manuales a la formación más especializada. Todo tiene cabida en la administración pública. Otra cosa es el ritmo con el que se convocan y el número de plazas que salen en oferta. Esto hace que muchos opositores estén preparándose para unas oposiciones que, lo más seguro, no se sabe aún cuándo se van a convocar. Además, en esta fase se incorpora otro factor como es el de la movilidad geográfica. Un administrativo o una enfermera, por ejemplo, no tendrán escrúpulo alguno en examinarse en una región distinta y alejada de la suya.
La llegada de la pandemia del coronavirus ha convulsionado el mundo de las oposiciones. A lo largo de este último año ha ocurrido de todo, desde pruebas que se han celebrado con normalidad a otras que se han aplazado o convocatorias que están a la espera de salir. Esta situación ha agitado a los opositores, cuyo número ha subido considerablemente en estos meses.
Oposiciones en todos los niveles
La oferta, como se ha dicho, es de lo más variada. La última oferta pública de empleo del Estado, la de 2020, supone 20.658 plazas, que se dividen entre las 11.144 de nuevo ingreso y las 9.514 reservadas para la promoción interna. Si éste es el vértice, en los escalones inferiores hay que situar a los gobiernos regionales, las autonomías, las diputaciones, los ayuntamientos, así como otros organismos público para cuyo acceso se reservan los principios constitucionales de igualdad, mérito, capacidad y publicidad.
Las vías para decidir presentarse a una oposición son de lo más diversa. Rafa Marín lo tuvo claro después de pasar por varias empresas privadas y acabar en la banca tras su diplomatura y licenciatura en Administración y Dirección de Empresas. Ahora, lleva dos años y medio preparando las del Cuerpo Diplomado de Estadística del Estado.
Manuel Cabello, con grado en Derecho, lleva también dos años y medio estudiando para funcionario habilitado de la Administración local y para técnico de Administración General. Lo de él fue más rápido, ya que “al terminar la carrera decidí que quería opositar”, y las razones fueron su pasión por el Derecho Público así como que en el ejercicio libre de la abogacía, la otra opción, “ahora hay precariedad”.
María Castilla se prepara las de auxiliar administrativo de la Administración local y sabe lo que son otras experiencias laborales. “Trabajé 13 años en la Administración, después monté una empresa y ya no me molesto en echar ofertas de trabajo en la empresa privada, porque no recibo respuesta”, señala. Otra María, en cambio, simultanea la preparación de las oposiciones a trabajadora social con un trabajo en el sector privado, porque su objetivo no es otro que “tener una estabilidad que me permita realizar mi proyecto de vida y tener unas condiciones dignas, ya que mi profesión está muy precarizada en el ámbito privado”, afirma.
Hay una brecha social
La preparación de unas oposiciones no está al alcance de cualquiera. Sobre este aspecto reflexiona Manuel Cabello y afirma que este proceso que dura al menos un par de años necesita de unos recursos: “Ahí hay una brecha social importante, porque si yo no hubiese tenido unos padres que me hubiesen mantenido en este tiempo, o pagar a un preparador, a día de hoy no hubiese podido aprobar ningún proceso selectivo”.
Toda oposición conlleva un riesgo. El primero, y más obvio, es el de conseguir una plaza cuando se han presentado cientos o miles de personas; el otro consiste en que las pruebas se desarrollen con la limpieza que marca la ley. La semana pasada se conocía el caso de la sentencia que condena a Aucorsa a repetir uno de los exámenes por vulneración del derecho fundamental a la igualdad y se podrían añadir numerosos casos más.
Rafa Marín confía en la transparencia de sus oposiciones, que se desarrollan desde el anonimato, y con él coincide Manuel Cabello, quien afirma que “los procesos son bastante rigurosos y hay bastante control”. En cambio, María Castilla destaca que confía “en unas más y en otras menos, porque hemos visto cosillas de gente que no estaba lo suficientemente preparada para llegar a ciertos puestos”.
La otra María matiza en este aspecto que “a nivel estatal sí confío plenamente, pero a nivel autonómico y local me generan desconfianza, porque en algunos procesos selectivos, como los de la Junta por orden de llegada o en el ámbito local con entrevistas subjetivas, dejan mucho que desear y carecen de transparencia”.
A pesar de la dureza de la preparación -es ya un tópico calificar las oposiciones como “una carrera de fondo”- se suma el riesgo de que la limpieza no llegue a todos los rincones del proceso de selección. Aun así, estos opositores mantienen la esperanza con una fortaleza a prueba de bombas. María, la trabajadora social, busca sacar la plaza fija, algo que ve complejo a corto plazo, aunque espera el momento en que pueda dedicarle todo el tiempo a preparar las oposiciones.
María Castilla ve complicado superar la oposición, aunque es consciente de que la preparación que está adquiriendo le sirve para, por ejemplo, las bolsas de trabajo. “Me llaman de la bolsa del SAS y espero acabar ahí, porque una vez que entras no paras de trabajar”, describe.
Quien ya ha hecho un tanteo previo ha sido Rafa Marín: “Me presenté una vez por probar y me salió bastante bien”. Así, de este modo, continúa con sus nueve horas de trabajo al día hasta que llegue el momento en que se le ponga fecha a esa oposición que ya está anunciada en el BOE.