Miguel Roldán, presidente de la Asociación Amigos de los Patios Cordobeses: “Siempre habrá alguien que esté al frente de un patio”


Miguel Roldán (Córdoba, 1953) no para. Acaba de llegar de la provincia como jurado del concurso de la Diputación y está citado a una mesa redonda en una televisión local para hablar de patios. Estamos en la segunda semana de un festival, el de los patios cordobeses y primera tras el final del estado de alarma por la pandemia y eso se nota sobre todo en San Basilio, donde tienen la sede y hacemos esta entrevista. Numerosos turistas quieren entrar en el patio antes incluso de la hora fijada para su apertura vespertina porque tienen hambre de macetas y cal, de respirar primavera, de vivir. Porque en los patios se vive y se sigue viviendo, a pesar de los que han desaparecido- hay un sector de la prensa local que con aire fúnebre cada año hace una lista de patios caídos en el campo urbanístico de batalla- porque aunque de nueva construcción, el patio sigue siendo una seña de identidad y de convivencia. En ese sentido Miguel Roldán es optimista porqueademás sabe que el trabajo que su asociación desarrolla desde mediados de los años 70 no solo no ha caído en balde, sino que ha supuesto un cierto revulsivo para que estemos más vigilantes y seamos más cuidadosos de nuestro patrimonio.

Miguel Roldán está casi sin almorzar y seguramente no disponga de minutos para un café, pero cuando se sienta en el patio de San Basilio, 44 para atendernos, la cara se le ilumina como el hombre feliz que sabe que en ese momento está en el mejor entorno del mundo, lleno de gitanillas y macetas y del espíritu los muchos cordobeses que fueron y estuvieron cuidando un patio antes que él.

Me gustaría comenzar hablando por la provincia porque la Asociación está un año más mirando hacia ella.

Sí, este es ya el sexto año que soy miembro del jurado de la provincia, Antonio Ramos, gerente entonces del patronato me llamó, y desde hace seis años estamos participando. Este año, por las circunstancias me he quedado como único miembro, porque en el jurado estamos la técnico y yo. Nos desplazamos en coche y no podemos ir más de tres personas, así que para mí es más responsabilidad. Alguno se enfadará conmigo porque todos quieren ganar su premio, pero no hay para todos. Lo aceptaremos y ya está.

¿Pero uno tiene un patio para disfrutarlo o para que se lo premien?

Pues para las dos cosas. Fundamentalmente para disfrutarlo porque el patio hay que vivirlo, como lo vivimos nosotros aquí en Córdoba. Lo que pasa es que si luego te planteas entrar en un concurso o acudir a cualquier certamen que haya, existe rivalidad y quieres ganar. Y eso es muy sano. Aquí mismo en el casco histórico puede haber 4.000 patios fácilmente, aunque el Ayuntamiento los limite para el concurso – 50 en este año- y todos quieren ser los mejores, superándose cada edición.

Para los que nos lean fuera de Córdoba, habría que matizar eso de los 4.000 patios ¿no?

Sí, claro. Sabemos que el concurso que organiza el Ayuntamiento se hace sobre el casco histórico, no sobre las periferias del centro de la ciudad. Tenemos la suerte de tener uno de los mayores cascos históricos de Europa, si no el mayor, y como cada casa tiene que tener un patio- está exigido- pues si en el casco hay unas 4.000 o 5.000 casas existe el mismo número de patios. Yo siempre lo digo. Pero un concurso de 4.000 patios no hay quien lo baraje.

Ni Miguel Roldán que lo soporte…

(Ríe) Sí, por supuesto. Pero vamos, que 50 patios es un  número respetable para que la gente venga a Córdoba u disfrute de ella durante dos o tres días.

Estamos celebrando los patios y orgullosos de ellos, pero esta asociación nace porque curiosamente los patios se perdían.

En efecto. En un azulejo de este patio (San Basilio, 44) tenemos a los fundadores, nombrados como ‘Los 7 magníficos’. Siete amigos que se reunían todos los días a tomar su aperitivo y su café. En los años 70  con la primera burbuja inmobiliaria que comienza a derribar este tipo de viviendas para construir bloques de pisos, deciden, con su patrimonio, intentar comprar el mayor número posible de casas para salvaguardarlas y ponerlas a disposición de la ciudad. Dio tiempo a comprar dos casas, ésta y la que tenemos en la calle Siete Revueltas número 1, conocida popularmente como ‘la casa de las campanas’. Es el tesoro de esta asociación. Somos de las pocas asociaciones en España que tienen patrimonio real. Defendemos esto y lo ofrecemos gratuitamente al público abierto durante todo el año para que los disfruten.

Tienen patrimonio e hipotecas…

También las tenemos (ríe). Estas casas, como son viejas, necesitan un mantenimiento bastante grande. Hay que cuidarlas. En esta que estamos a mediados de los años 90 se le hizo una reforma integral de cubiertas y entreplantas, sin modificar el patio ni nada externo de la casa. Una obra grande que precisó de mucho dinero que no teníamos. El banco fue el que nos lo dejó y ahora se lo estamos devolviendo poquito a poco.

Es curioso que una ciudad que hizo bandera de los patios con el concurso primero y el festival después, permitiera que los patios, urbanísticamente, se fueran perdiendo.

Pues la verdad es que sí. De hecho me acabo de enterar que una vivienda que hay entre Regina y la calle Gutiérrez de los Ríos, en la que vivían tres familias y era una casa de vecinos con un patio que estaban cuidando, los dueños han decidido vendérsela a una francesa, que según me han dicho, quiere hacer apartamentos turísticos. Dime qué cultura tiene esa señora de los patios. Es un patio antiguo que se va a perder en Córdoba.

Yo he venido reclamando al Ayuntamiento que a través de Vimcorsa, empresa municipal de viviendas, adquiera todos estos patios y los ponga en valor, que no se pierdan. Algunos los ha comprado, es cierto. Patios ha habido y hay por toda Andalucía, pero la cultura del patio la hemos sabido cuidar y conservar aquí, transmitirla de generaciones en generaciones.

Una cultura muy distinta la de la capital a la de la provincia, ya que hemos comenzado hablando de ella.

Esta cultura, esta tradición viene desde la época romana. Puede que incluso de antes. Los romanos construían sus casas con dos patios . Uno de recibo, en el que ponía sus estatuas, sin mucho color, solo con plantas verdes. Y luego tenían un segundo patio, más pequeño. Alrededor de ese patio construían la vivienda. Un patio que disfrutaban y vivían. Pues en la provincia ocurre eso: ellos construyen la casa y el patio lo colocan al final. Quiero matizar, no obstante, que el concurso de la provincia es de ‘patios, rejas y balcones y rincones’. Cuando vamos a ver un patio tenemos que atravesar toda la casa- dormitorios, cocina, sala de estar-, y claro, a veces es un poco violento porque llegamos a la hora de la comida y les interrumpes el almuerzo.

El patrimonio inmaterial de la humanidad realmente no es el patio, sino una forma de vida. Pero esa forma de vida ¿existe todavía?

En parte sí existe. Fue complicado explicarlo en la UNESCO y yo tuve la suerte de participar en los dos expedientes que se presentaron. La UNESCO tiene su propio lenguaje, y no puedes llegar y decirles lo que es un patio. Para nuestro expediente en la comisión estaban Kenia, Burkina Faso o Irán. Explícales lo que es un patio a esos señores… y en el lenguaje que ellos te piden. Al final lo conseguimos. Fue el 6 de diciembre de 2012 y aquí estamos. Ha sido un revulsivo para la fiesta de los patios. La guinda de ese pastel fue le año pasado cuando tuvimos la suerte de que los reyes nos visitaran. Eso ha hecho que sea mundialmente conocida.

¿Su Majestad cabe por la puerta de San Basilio, 44?

Sí, agachado pero sí (ríe). A mí me sacaba bastante… Desde entonces nos vienen parejas y nos piden fotos en la escalera como los reyes.

¿Hay relevo?

Sí, sí lo hay. Muy lentamente, como todo. La vida ha cambiado mucho y estamos viviendo a un ritmo  muy acelerado. Ese relevo está llegando no todo lo rápido que nosotros quisiéramos, pero creo que los patios no se perderán. Siempre habrá alguien que estará al frente de un patio y de una casa, y  patios habrá, de momento, por otros 100 años. Aunque yo espero que por muchos más.

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