La batalla de Annual, de la que en estos días se cumple un siglo, fue una masacre como pocas se recuerdan en la historia. Más de 11.500 soldados españoles murieron en tierras del Rif, lo que conmocionó sobremanera a la sociedad y le hizo ver la gravedad de la situación. La guerra de Marruecos había dado un giro considerable que ya no necesitaba de paños calientes ni de mirar hacia otro lado, como hacía el Gobierno.

Allí, en Annual, lucharon varios cordobeses y a la historia han pasado los casos del teniente Julio Albornoz o del capitán Rafael Carbonell, cuyo recuerdo perdura en el callejero de Córdoba. En cambio, el caso del sargento Francisco Basallo, quien regresó de África tras año y medio de cautiverio con una popularidad superior a la de cualquier estrella del rock, hoy está prácticamente olvidado en la ciudad en la que nació en 1892 en una casa de la calle Alfonso XII, muy cerca de Puerta Nueva, por donde en 1808 entró el general Dupont con 10.000 soldados para someter a Córdoba al poder napoleónico.
El sargento Basallo fue liberado después de que el Gobierno español pagara su rescate y el de otros 332 prisioneros de los 570 que hicieron las tropas rifeñas y que estaban repartidos entre Axdir y Ait Kamara. A lo largo de estos 18 meses tuvo la compañía de otros prisioneros también cordobeses, como el sargento Cifuentes o los soldados Arturo Cid, Manuel León y Juan Martínez Ramiro.
Las raíces cordobesas del sargento Basallo
Pese a la lejanía y a las condiciones en que estaba de «hambre, miedo y palizas», Basallo no olvidó nunca sus orígenes cordobeses. Su nieto cuenta que un día «los rifeños les pusieron en fila delante de las casas, como escudos humanos, porque los españoles disparaban desde el peñón de Alhucemas y él invocaba a San Rafael y ningún cañón les dio».

Toda esta peripecia del cautivero, y mucho más, la plasmó en unas memorias que ahora le han servido a su nieto, Alfonso Basallo, para reconstruir este pasaje de su vida en ‘El prisionero de Annual’ (Planeta), contrastando todos y cada uno de los datos para dejar los hechos en la realidad histórica a través de las fuentes documentales y los archivos históricos.
El regreso del sargento Basallo a Córdoba tras su cautiverio fue a lo grande. La estación de ferrocarriles fue decorada con banderas nacionales, acudieron las autoridades y un gentío que se entretuvo mientras llegaba el tren con las marchas militares que interpretaba la Banda Municipal.
La primera parada de la comitiva fue en San Hipólito, donde se entonó un solemne Te Deum de acción de gracias, ya que Basallo formaba parte de las Congregaciones Marianas de los jesuitas. De ahí, al Ayuntamiento. Bienvenida del gobernador en nombre de Alfonso XIII y anuncio del alcalde del nombramiento de Hijo Predilecto de Córdoba, de que una calle llevaría su nombre y que en su casa natal se colocaría una placa. Estos dos últimos puntos nunca se cumplieron.
Citado en ‘Luces de bohemia’
La popularidad del sargento Basallo en aquellos felices años 20 fue superior, incluso, a la de los toreros de la época, que eran quienes encabezaban el top de la fama. Valle-Inclán lo incluye en ‘Luces de Bohemia’, publicada en 1924, cuando le hace decir a Max Estrella que propondría al sargento Basallo para ocupar la vacante de Galdós en la Real Academia Española.

En un plano más local, El Metro era en aquellos años una de las tiendas cordobesas más famosas en la venta de tejidos, con establecimientos en Mármol de Bañuelos, San Agustín y Deanes. En su publicidad de la época decía que «Abd el-Krim quiere vestirse a la europea con telas de El Metro […] pues por el sargento Basallo conoce los cortes de traje para caballero de esta casa, que son los número 1 por su resultado y precio barato».
La popularidad del héroe de Annual, ganada a pulso por la atención a los enfermos durante su cautiverio, se plasmó en varias publicaciones. A las memorias que redactó hay que sumar los libros de Tomás Segado, Álvaro de la Merced o del periodista cordobés Manuel García Prieto, con quien mantendría una amistad a lo largo de su vida.
Varias grandes firmas pusieron su vista en el sargento Basallo, a quien la guerra de África había cambiado el rumbo de su vida. Empezó el servicio militar en 1913, se reenganchó y llegó a sargento. En 1918 lo destinaron a Marruecos, al Regimiento Melilla 59, «y allí le sorprendió el desastre», como recuerda su nieto.

Su intención era ser perito aparejador «porque se le daba muy bien el dibujo», pero a su regreso de la guerra ya nada iba a ser igual. La editorial Espasa-Calpe lo fichó para valerse de su popularidad como embajador de su famosa enciclopedia por toda España.
La guerra civil le sorprendió en Zaragoza y allí se quedó a vivir hasta su fallecimiento en 1985, en donde se jubiló como administrador de unas salas de cine. Este hecho no le hizo perder el contacto con su Córdoba natal, a la que visitaba de vez en cuando porque «le gustaba recorrer el centro, las calles, los patios», como explica su nieto. También regresó una Semana Santa, para disfrutar de los pasos en la calle, aunque no hay constancia de que perteneciera a cofradía alguna.
Su mayor ‘devoción’, como recuerda Alfonso Basallo, era al vino de Montilla-Moriles, al que fue fiel toda su vida porque nunca le faltaba a la hora del aperitivo. Además, la suscripción al diario ‘Córdoba’, que le llegaba con puntualidad, le hacía estar al día de lo que ocurría en su ciudad natal, y también seguir a su ídolo taurino, Manuel Benítez ‘El Cordobés’.

Su nieto Alfonso es periodista. Participó en el equipo fundador del diario ‘El Mundo’, fue director del semanario ‘Época’ y de ‘Actuall’, además de contertulio en televisión y autor de varios libros. La curiosidad periodística la tuvo desde pequeño por las hazañas de su abuelo en la guerra de África. Le preguntaba constantemente y tomaba notas que ahora cobran cuerpo en este ‘El prisionero de Annual’ que reconstruye con rigor y amenidad las peripecias de todo un personaje para la historia, el sargento Basallo.