Parecen que van unidos el verano y los sucesos. Es precisamente en esta época del año cuando, aparentemente, más sucesos se reportan, aunque bien es cierto que ante la sequía informativa propia de la estación vacacional los crímenes, incendios y accidentes adquieren cierta preponderancia y todo resulta más violento.
A pesar de la ola de calor que en estos días nos castiga no se puede decir que este sea un verano particularmente caluroso. Incluso ha habido otros con varias olas o con larguísimas y casi eternas semanas con las temperaturas de romance diario con los más de 40 º centígrados.
Semanas de insomnio, descansando poco o nada, de tener que seguir con las obligaciones diarias aunque no tengamos aliento para ello. «Cuando no se descansa bien lo que ocurre es que al día siguiente te levantas mucho más irritable, con desorientación. Se padece una distorsión del espacio y el tiempo que por una noche que no descansas no pasa nada, pero cuando se acumulan muchas noches sin dormir bien no eres capaz ni de pensar con nitidez», nos dice Rocío Martínez, psicóloga general sanitaria.
Una de las aptitudes del ser humano es la adaptación, y Martínez nos recuerda que dependiendo de la latitud o sitio donde una resida se adapta a su clima y temperaturas, «pero cuando se producen cambios bruscos en el cuerpo se produce un desequilibrio hemoestático al que el cerebro se tiene que adaptar. Y lo mismo que ocurre a nivel físico ocurre en el cerebro, que tiene que mantenerse a una temperatura. Se producen desequilibrios neuroquímicos que afectan al hipotálamo y a la producción de serotonina y dopamina que hace que el sistema nervioso central esté alterado. Por tanto, soportar esto a largo plazo trastoca mucho».
Cada persona es diferente
La psicóloga matiza, no obstante, que no se puede generalizar, «pero sí es verdad que ante cambios de este tipo el cuerpo debe hace un doble esfuerzo para adaptarse». En invierno, por ejemplo, hay personas que por las bajas temperaturas «y así está recogido en el manuela estadístico DSM-5» sufren trastornos por depresión. «Hay gente a la que le afecta mucho el frío y la falta de luz. Esto igualmente ocurre con el calor: hay quienes están más agresivos más irritables y reaccionan de otra manera», añade.
Otros motivos de estrés: la factura de la luz y la pandemia
Con los precios de la electricidad en máximos históricos uno se piensa muy mucho hacer uso de aparatos electrodomésticos que refrigeren, sobre todo en los hogares con economías que además estén afectados por la crisis que nos ha traído la pandemia. No es el mejor verano en este sentido, desde luego. ¿Influye el precio de la luz en todo esto?
«Solo por la sugestión es un valor añadido. Psicológicamente puede aumentar la irritabilidad subjetiva. Hace dos años teníamos mucha mayor libertad para poner el aire acondicionado cuando se quisiera o necesitara en una ola de calor como esta. Ahora tenemos una limitación añadida (el precio) al estrés psicológico que ya de por sí nos trae el calor»
Respecto a la pandemia, Martínez dice que «venimos de un año agotados psicológicamente por la muchas limitaciones que nos han impuesto, aparte de la propia salud en riesgo a causa del virus. Si añadimos el calor, que produce más irritabilidad, o apatía y desmotivación por el cansancio, que nos altera el sueño, aquellos que ya venían padeciendo el estrés de la pandemia lo van a acusar mucho más».
Cuidado con lo que nos decimos a nosotros mismos
Rocío Martínez nos apunta que hay personas que «pueden magnificar más algunos síntomas que pueden considerarse normales en situaciones concretas por el hecho de estar auto-observándose a cada momento y diciéndose lo mal que están. Y más ahora en vacaciones, con más tiempo libre». «Son personas que aumentan su estrés y otros síntomas porque no saben cortar ese circuito de pandemia-luz-calor»