Es dudoso que hayamos salido mejores de la pandemia, de lo más duro de ella, pero con ganas sí. Y había ganas de Navidad en la calle y de luces y de mercadillos y de zambombas flamencas, que ya han entrado en un no parar a pesar de las mascarillas y el virus que sigue ahí.

La calle Cruz Conde se convierte un año más en el centro neurálgico de la Navidad cordobesa. Durante años mirábamos a Málaga y nos preguntábamos «¿Por qué aquí no?». Pues porque entonces estaba los malanges en el Ayuntamiento, que nos querían oscuritos, sostenibles y tristes. No sé si ahora estamos más alegres, pero sí más luminosos. 800.000 puntos de luz en el ‘túnel’ de Ximénez, para ser exactos. También sostenibles, por cierto. Y cerca de 380 metros, unos 150 más que en 2019, cuando la Navidad sin virus chino y reclamos turísticos en led, con Miliki y Mariah Carey como afirmación del ‘Sí se puede’ comercial y municipal. Tanto se puede que algunos creen que nos hemos pasado, con las escopetillas de plomillos, la noria y la caseta de masajes en La Corredera. Dejemos a mayo en su sitio y busquemos al Niño Jesús. 

Porque al final se trata de eso, de la infancia, de hacernos niños y pequeños, que es en realidad el verdadero mensaje de todo esto aunque tanta bombilla y tómbola lo desdibujen con su resplandor y ruido.

Ya se ha pulsado el botón, ya se ha dado la salida. Los alérgicos no subirán al centro ni a comer churros. La mayoría disfrutarán hasta con la Carey. Y los que vengan de fuera, que pernocten y nos iluminen las estadísticas.