Todo está ocurriendo muy deprisa y por supuesto de manera muy preocupante. Las amenazas rusas a una guerra nuclear, el sufrimiento del pueblo ucraniano y las medidas europeas contra Rusia se suceden desde el pasado 24 de febrero con el vértigo inevitable de no tener todas las claves y por supuesto desconocer las consecuencias de esta invasión.
A todo esto hay que sumar que en la guerra europea del siglo XXI las redes sociales añaden ruido y polarización, además de ser correas de transmisión de la desinformación, que es un arma habitual y poderosa en toda guerra.
«El origen lo vimos en el 2013 con las protestas en la plaza de Maidán de Kiev, y unos años después, hacia 2018, el conflicto había dejado de generar interés a los europeos aunque permanecía intacto. Aquellas protestas por la corrupción del país primero fueron pacíficas y después se tornaron violentas, y sufrieron la represión con el anterior presidente. Llegaría un presidente nuevo, pro europeo y pro occidental, y Rusia intervino en territorio ucraniano ocupando ilegalmente Crimea, aseverando que estaba protegiendo a las minorías». Pedro Rivas es vicedecano de Relaciones Internacionales en la Universidad Loyola Andalucía y nos ofrece un punto de partida más o menos concreto para saber algo más sobre lo que está ocurriendo. «Eso es lo que había hecho tradicionalmente la Unión Soviética con Kazajistán, Moldavia o Georgia. En realidad Putin mantiene un viejo instinto soviético que en política exterior es el mismo de los zares. Si los zares había llevado a los cosacos hasta París, los soviéticos trataron de hacer lo mismo. Para eso había nacido la OTAN, para evitar que los carros de combate soviéticos acabaran entrando en París. Por tanto, se muestra una voluntad por parte rusa frente a un occidente que defiende un orden marcadamente liberal».

Manuel Torres es director de la Cátedra de Resolución de Conflictos de la Universidad de Córdoba (UCO) y trata de explicar otros aspectos del origen de este conflicto, no muy alejados de los expuestos por su colega. «No sabemos muy bien qué circunstancias hay en el fondo. Desconocemos si Putin ha lanzado esta ofensiva porque está encontrando cierta oposición interna. Realmente es un planteamiento que él tiene desde hace más de 20 años. Dijo que el derrumbamiento de la Unión Soviética había sido la mayor catástrofe del siglo XX. Recuperó el águila zarista en la bandera tricolor rusa y el himno de la Unión Soviética: los símbolos son importantes y manifiestan cual podía ser su voluntad».
El origen será analizado, si la guerra acaba prudentemente bien, por los historiadores y por todos los países que deberán tomar nota de los errores cometidos, errores que parecen en mayor o menor medida compartidos aunque en ninguno de los dos profesores consultados ello justifique la agresión. Torres puntualiza que «siempre les digo a mis alumnos que hay que mirar los dos puntos de vista en un conflicto. Si observamos el caso de Rusia, en el año 90 tras la caída de la Unión Soviética, no supo cerrar bien la crisis; los acuerdos se cerraron en falso. Hubo cierta prepotencia de EEUU y quizá ahora vengan algunas consecuencias. Lo que no justifica en absoluto, jamás, que en las relaciones internacionales ningún actor pueda utilizar la guerra como objeto de relación entre países». Rivas argumenta sobre el hecho de que la OTAN llevara los misiles cerca de las fronteras de Rusia «quizá fue una humillación innecesaria, pero es que había una razonable desconfianza en contra de una voluntad expansionista que en la Rusia postsoviética seguía siendo exactamente la misma que en la anterior. A Putin se le dio la oportunidad de pertenecer a un orden demoliberal, pero creo que Occidente pecó de ingenuidad pensando que cuando a alguien se le da esa oportunidad los hechos se imponen a las condiciones previas, y en el caso de Putin se ve claramente que no».

La respuesta europea
«Las instituciones europeas están respondiendo de manera bastante adecuada. Está siendo una lección de la fuerza que puede tener Europa y no solo militar, sino con elementos de disuasión económica , que han hecho perder ahora mismo a la población rusa entre un 20 y 30% de su riqueza», opina Manuel Torres. Pedro Rivas piensa que ha habido varios errores de cálculo en la invasión rusa. «Estamos en una situación tan grave o más que la crisis de los misiles de Cuba en los 60, ya que se está planteando un enfrentamiento entre un orden demoliberal y otros órdenes autoritarios de potencias nacional-populistas que razonan con la lógica del más frío realismo y que verdaderamente creen que los países democráticos son endebles. No obstante creo que la Unión Europea ha dado una lección de eficacia a pesar de que haya sido renuente al uso de la fuerza militar en territorio ucraniano. Pienso que las medidas que se han tomado no las había previsto el régimen de Putin. El proyecto europeo se ha visto fortalecido. Y hace un mes nadie pensaba en ver a la OTAN revitalizada como se está viendo ahora».
Torres recuerda que «Suecia o Finlandia, que habían mantenido una postura contraria al ingreso en la OTAN, ante el miedo que produce esta situación lo han solicitado. Va a quedar un problema de seguridad en Europa que habrá que reescribir. Ojalá fuese sin este personaje (Putin) en el gobierno, pero no sabemos cómo terminará esto».
Qué puede pasar
Los analistas no se atreven a hacer predicciones, más propias de la ‘historia ficción’ que de lo que se pueda adivinar con los acontecimientos transcurridos hasta ahora. Que estamos ante un presente muy distinto a lo que ocurra y quede después del conflicto sí que está claro. «El mapa geopolítico cambiará radicalmente, y más transformado que lo que tendremos que ver. Habrá que estar atentos a cómo se va a mover, por ejemplo, el gas del Magreb. Empieza a haber un papel más alto de Argelia, y es que cuando se mueve una pieza del puzle global de la dimensión de la que aquí se está moviendo las consecuencias geopolíticas son muy complejas», indica Torres, que respecto a Putin añade que «no estoy esperanzado en que haya una revuelta interna de sus militares, porque la estructura más cercana la tiene muy bien controlada y el pueblo está duramente reprimido. Solo queda la esperanza de que su círculo de oligarcas, de empresarios que han visto duramente castigada su economía, de alguna manera le hicieran entrar en razón».
Rivas es de la opinión de que «es probable que cada vez se vaya viendo en una ‘minoría más minoritaria’ la Rusia actual, o sea, con amigos como Irán, Venezuela y Nicaragua, es decir, precisamente los campeones del autoritarismo. China, que el otro día parecía respaldar a Putin, ahora tiene tres objetivos fundamentales que son contradictorios entre sí y que a alguno tendrá que renunciar. Pekín quiere una asociación estratégica con Rusia, y al mismo tiempo quiere que la soberanía nacional, en política exterior, se imponga siempre. Quiere reducir en carne propia los daños colaterales de EEUU y la UE. Las tres a la vez no puede hacerlas, tendrá que escoger», aunque concluye con la incertidumbre propia de los acontecimientos y de las guerras, cuyo final siempre es impredecible: «Si solo en diez días todo ha cambiado tanto, tampoco tenemos muy claro qué es lo que va a ocurrir».