La casa de Orive es actualmente una de las joyas del patrimonio municipal. Se trata de un edificio del siglo XVI que si sorprende por su fachada con traza de Hernán Ruiz II más aún deslumbra con un interior que es la gran zona verde del casco histórico con la Sala Capitular engarzada como equipamiento cultural.
La recuperación del inmueble, también conocido como casa de los Villalones, y de su huerto por parte del Ayuntamiento tiene su origen hace hoy 30 años. El 25 de mayo de 1992, el entonces alcalde, Herminio Trigo, y la propiedad firmaban la compraventa de la casa de Orive que se fijo en 330 millones de pesetas, con lo que se cerraba una década de negociaciones entre las partes.
La operación se hizo de la siguiente manera: La Gerencia de Urbanismo puso sobre la mesa 151 millones de su capítulo de inversiones, la Junta de Andalucía aportó 94 millones de pesetas con cargo al programa Andalucía 92 y los 85 millones restantes se valoraron en suelo en la zona de Las Margaritas.
A partir de ese momento se comenzó a trabajar para la rehabilitación de la casa de Orive, con la intención de que albergara las dependencias de la Concejalía de Cultura, que entonces ocupaba las angostas habitaciones de la Posada del Potro.
El Seminario de Arqueología de la Universidad de Córdoba comenzó una serie de catas en el huerto, que arrojaron datos sobre la existencia de un barrio almohade.
El arquitecto municipal Rafael Pérez de Siles fue el encargado de la restauración de la casa de Orive que terminó en 2002, salvo la zona del torreón, que precisamente se rehabilita en la actualidad. Además de la Delegación de Cultura, también es sede ahora de la de Promoción (Festejos).
El huerto de Orive
El huerto, que perteneció al convento de San Pablo hasta la desamortización de 1835, fue incorporado a la casa y tuvo diversos usos. Convertido el recinto en zona verde, abrió al público en 2004 para esparcimiento de los vecinos de la zona y como nexo de comunicación entre dos zonas del casco separadas por esta gran manzana que ahora contaba con un eje entre San Pablo y Pedro López.
La última intervención fue en la sala capitular de los dominicos, una obra de Hernán Ruiz III que quedó en alberca, sin cubrir. Para no perder esa imagen se hizo una cubierta traslúcida y se habilitó como recinto que se inauguró para la Bienal de Fotografía de 2008 y desde entonces ha albergado actividades culturales de todo tipo.
