Teodoro Fernández Vélez, Teo para los amigos, es un historiador del Arte que, entre otras múltiples actividades, siempre ha prestado una especial atención a la figura de Julio Romero de Torres. Una iniciativa suya fue la puesta en marcha de un programa de actividades de lo más diverso bajo el título de ‘El mes de Julio Romero de Torres’. Esta idea, surgida desde el ámbito privado, ha calado y ahora otros se han sumado al recuerdo de que en noviembre nació el pintor de la plaza del Potro.
Con este bagaje, Teo Fernández llega esta próxima semana a las librerías con ‘Julio Romero de Torres. Vida y obra’ (Editorial Almuzara), con el que ofrece una visión personal sobre una figura fundamental en la historia de Córdoba y a la que aún le queda mucho por decir
¿Qué viene a aportar este libro sobre un personaje del que se ha escrito tanto?
Es una visión de la vida y obra de Julio Romero de Torres, en parte personal, y por eso tiene mucho de ensayo. Doy un repaso general, creo que muy completo, profundizando en los aspectos que más me interesan o que, por mi experiencia realizando visitas guiadas, sé que más llaman la atención del receptor. Y lo hago teniendo muy en cuenta que debe ser un libro legible y comprensible por todos los públicos. Intento que los árboles no impidan ver el bosque, algo muy raro ya no sólo en publicaciones sobre historia y arte, sino en la época de intoxicación que vivimos, en la que nos perdemos en los datos y se debate sobre detalles mínimos en lugar de ver lo indudable del conjunto y sus mecanismos.
¿Cómo se enfrenta al universo de Julio Romero?
Al igual que hicimos en 2016 con unos minidocumentales sobre el pintor que realizamos junto a PTV Córdoba, voy estrechando el círculo en torno al protagonista mediante cuatro aspectos de su vida y su obra: la familia, la mujer, la ciudad y la muerte. Luego, hay un epílogo que añade un quinto vector: el tiempo. Y en la introducción relato mi experiencia profesional relacionada con Julio Romero de Torres, básicamente para que el lector comprenda por qué se pensó en mí para escribir el libro.
¿De qué fuentes ha bebido?
He manejado mucha bibliografía y realizado un par de viajes. Pero, sobre todo, del fondo Romero de Torres de la Junta de Andalucía, que se encuentra en el Archivo Provincial de Córdoba. Y lo he hecho con la ayuda de María de Mar Ibáñez, que fue la responsable de su organización y descripción. De nuestra ciudad también debo mencionar la colaboración del Archivo Histórico del Palacio de Viana y el Archivo General del Obispado de Córdoba.
Tiene prólogo nada menos que del director del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.
Juan José Primo Jurado participó en dos ediciones de `El mes de Julio Romero de Torres’ que impulsé durante cinco años y es una firma habitual de la editorial Almuzara, teniendo, de hecho, un libro llamado `La Córdoba de Julio Romero de Torres’. Su elección era lógica. También he tenido la suerte de aportaciones como las de Mercedes Valverde Candil y Juan Miguel Moreno Calderón, que autorizaron el uso de las imágenes de cuadros del Museo Julio Romero de Torres, o de Fuensanta García de la Torre, que me facilitó gran cantidad de bibliografía. Todos ellos, como José María Palencia o la propia María del Mar, habían participado en ‘El mes de Julio Romero de Torres’ en alguna ocasión y de todos ellos he aprendido mucho sobre el pintor en estos años. Les estoy muy agradecido.
Así las cosas, vuelve usted a ser una especie de catalizador de un aspecto del patrimonio cordobés.
Siempre he dicho que no soy un experto en nada, sino un transmisor de lo que dicen los expertos; y parece que eso se me da bien. Además, una de las más llamativas virtudes de ‘El mes de Julio Romero de Torres’ era, como me señalaban muchas personas del mundo cultural cordobés, que uníamos en una misma agenda de actividades a entidades que no solían tener buena relación. Y ello se debía a que creo que todos pueden aportar y de todos se puede aprender, y a todos hay que dar su merecido espacio. He intentado trasladar ese espíritu aglutinador al libro.
¿Qué podemos encontrar en el libro? ¿Alguna sorpresa relevante sobre Romero de Torres?
El objetivo principal del libro no es sacar a la luz datos absolutamente desconocidos sobre el universo de Romero de Torres, pues ya lo han trabajado en otras ocasiones. La primera meta del mismo es, como hacíamos en aquellos eventos que acabo de señalar, democratizar el conocimiento que ya hay. Aclarado esto, puede que haya alguna primicia, por supuesto. Pero, sobre todo, creo que ofrece tanto reflexiones personales mías, basadas en mi experiencia divulgando estos temas, como algunos datos que resultarán novedosos porque nunca se habían divulgado. Por ejemplo, espero que el lector descubra o redescubra con una media sonrisa a la familia Romero de Torres, especialmente a Rafael Romero Barros, a Enrique Romero de Torres o Angelita, y que ello lo lleve a amar un poco más esta Córdoba que tanto amaron ellos. Ese sería, quizás, el segundo objetivo del libro: que el lector quiera más a Córdoba.
¿Cuáles han sido algunas de esas impresiones personales?
Por referir alguna en general, creo que el hecho de que Julio Romero naciera, creciera e incluso muriera en un patio cordobés tuvo mucho que ver con lo que hoy vemos en sus lienzos; es una idea sobre la que ya organicé una tertulia en 2014 y que se va desarrollando mediante varias reflexiones a lo largo del discurso. Otra cuestión que palpita bajo todo el libro es la suspensión del tiempo en sus obras. Y fijémonos en que son dos sensaciones vinculadas: ¿acaso hay algo más atemporal que las evocaciones que nos provoca un patio cordobés?
Julio Romero y los tópicos
¿Este libro viene a desmontar los tópicos que se han adherido a la figura de Romero de Torres?
Sí y no. Llevamos veinte o treinta años oyendo hablar de eliminar los tópicos sobre Julio Romero de Torres y de lograr que se comprenda su pintura; tanto, que esa lucha o retahíla es ya, en sí, otro tópico. Y, además, olvida que Julio Romero no sólo alimentaba su personaje y su leyenda, sino que además realizaba, premeditadamente, una pintura con diversos niveles de lectura y comprensión que no iba a ser entendida por todo el mundo. Era, por tanto, muy consciente de que daría lugar a interpretaciones múltiples, incluidas, sin duda, las folclóricas o folcloristas. Yo intento hacer ‘tabula rasa’ y partir de cero, sin agarrarme a tópicos ni antitópicos.
¿Cree que la ciudad de Córdoba sigue en deuda con Julio Romero?
Dicen que en Egipto hay trabajo para varias generaciones de arqueólogos. Pues en Córdoba, con nuestro legado en general, ocurre lo mismo: El patrimonio de la ciudad tiene demasiadas deudas pendientes. Y lo peor es que lo infravaloramos. ¿Qué harían con un patrimonio histórico-artístico como el de Córdoba ciudades como Málaga o Sevilla? Serían capitales culturales del mundo. Tenemos tanto que aprender de ellas… Sobre todo, en cuanto a los complejos que nosotros tenemos y que precisamente se ven cuando pretendemos imitarlas en lugar de buscar nuestra esencia propia. Afortunadamente, existe el sector privado, con empresas, asociaciones, fundaciones o editoriales, y desde él podemos ir tapando algunos de esos agujeros.
‘El mes de Julio Romero de Torres’ fue una iniciativa privada que usted organizó durante cinco años. ¿Qué balance hace de la misma?
Efectivamente. Yo impulsé y coordiné esas agendas de actividades desde mi empresa Érase una vez Córdoba teniendo una colaboración de instituciones públicas mucho menor y, sobre todo, mucho más irregular que de entidades privadas. A pesar de ello, lográbamos que la mayoría de las actividades que se organizaban fueran gratuitas para el usuario. Salvo en una edición, la administración pública nunca tuvo que patrocinarlas. En mi opinión, era un modelo redondo. De hecho, año a año se fueron sumando instituciones nuevas por iniciativa propia.
¿Está contento con el ¿resultado del libro?
Estoy enamorado del libro y de cómo lo han dejado Ana Cabello y Rebeca Rueda, a las que agradezco su profesionalidad, dedicación, perseverancia y, sobre todo, paciencia, pues Julio Romero de Torres no es un tema fácil para estrenarse como escritor. Como he dicho antes, espero que sirva al lector no sólo para comprender mejor al maestro y su obra, sino, sobre todo, para amar un poco más Córdoba.
Después de abordar la figura de Julio Romero desde diversas perspectivas sólo faltaba el libro ¿no?
Eso me dijeron mis editores para camelarme (risas). Pero, efectivamente, creo que tras tantos años realizando visitas guiadas, organizando ‘El mes de Julio Romero de Torres’, así como otros eventos, y escribiendo la columna ‘PaTEOs por Córdoba’, ya no me quedaba escapatoria.