Javier Bassecourt desentraña los secretos de las Tendillas


La muestra ofrece medio centenar de obras con distintas visiones de la plaza

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Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós
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Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós

Hay personas que pasan a diario por la plaza de las Tendillas; muchos de ellos más de una vez. Los cordobeses tienen en la retina este espacio que creían conocer hasta que la exposición de Javier Bassecourt, que hasta el 23 de octubre se puede visitar en la Fundación Cajasol, nos demuestra que aún queda mucho por saber. Este artista, que muestra medio centenar de obras sobre las Tendillas, ha pasado durante los tres últimos años tal número de horas pintando del natural que la conoce hasta el más mínimo detalle.

«Se aprende mucho observando un sitio durante mucho tiempo, porque parece que los sitios son estáticos, pero no dejan de cambiar», señala este pintor, muy expresivo en sus gestos y al que se le ilumina la mirada cuando habla de arte. Disfruta pintando del natural y así lo ha hecho en varias ocasiones, como cuando lo hizo con las iglesias fernandinas, «pero descontextualizadas, huyendo de la postal», o cuando «me fui a pintar la Mezquita y acabé pintando la Catedral».

Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós
Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós

La elección de la plaza de las Tendillas como motivo de esta serie fue una revelación, al modo de Constantino o de Saulo de Tarso: «Un día de mayo, al subir la calle Claudio Marcelo, me dio un fogonazo». La luz. Javier Bassecourt la domina con soltura y ella es protagonista en los cuadros de las Tendillas a través las mañanas, los atardeceres o los innumerables momentos a lo largo de día en los que la plaza va cambiando de aspecto conforme avanza el sol.

Después de haber plantado el caballete en distintos puntos de las Tendillas, Bassecourt concluye que «la plaza es un reloj solar», con la particularidad de que «hay luces que sólo se dan en un momento del año» y a cuyo conocimiento se llega tras muchas horas de observación.

Tras estos tres años pintando las Tendillas, el artista ha acabado enamorado de la plaza -«Tenemos una ciudad preciosa, los edificios están cuidados, las reformas se han hecho bien», afirma- y destaca «el respeto que le tenemos a la plaza», porque pese a la intervención de arquitectos diferentes «todo tiene una normalidad, un orden» que le aporta su personalidad.

Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós
Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós

Cuando se le pregunta a Bassecourt por el elemento dominante de las Tendillas no responde que sea el reloj ni el monumento al Gran Capitán, como podría suponerse. «Muchas veces observaba y lo que nos hace sentirnos cómodos es su geometría octogonal», un detalle que escapa a la curiosidad de sus múltiples viandantes y que el pintor enlaza con la denominada proporción cordobesa sobre la que teorizó Rafael de La-Hoz al descubrir que la arquitectura y el arte cordobés se ha regido a lo largo de la historia por el octógono y no por el decágono de la proporción áurea.

Además, este hecho no queda en la mera geometría, sino que Javier Bassecourt le da otra lectura, porque «el octógono es el símbolo de la diosa Astarté, que es la diosa del amor, pero eso da igual, porque lo vemos en la naturaleza y es agradable».

Para la realización del medio centenar de óleos que se pueden ver en la Fundación Cajasol ha seguido el mismo proceso. «Primero veo lo que quiero, hago apuntes, luego lo dibujo con óleo y después empiezo a madurar», explica. Parece fácil, pero no lo es.

Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós
Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós

Bassecourt se confiesa incapaz de pintar de una fotografía, por eso todo lo hace del natural. Utiliza medidores y retículas para encajar en el cuadro los volúmenes, las perspectivas, los puntos de fuga. «Casi tengo en la cabeza cómo va a salir el cuadro y tengo que dejarme llevar por lo que quiero», describe.

El certero uso del color es una de las características de su obra. Aunque parezca lo contrario, sólo usa un puñado de colores. «Mi paleta es muy cortita, con tres grises, dos negros distintos, un blanco fabuloso, ocre óxido de hierro y un azul normalito», enumera como unos ingredientes que bien combinados ofrecen el resultado que se puede ver en la exposición.

En los cuadros de Bassecourt sobre las Tendillas dominan los edificios sobre los que la luz del día, según el momento, les cambia el aspecto. Después están las figuras que dan vida a los óleos. Las va componiendo conforme van pasando ante su caballete. Si de una mujer coge la silueta, de la siguiente toma los colores del vestido y otra que vendrá después le dará las sombras, por ejemplo.

Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós
Javier Bassecourt. /Foto: Jesús Caparrós

Este método de trabajo tiene sus consecuencias. Un visitantes de la exposición le advirtió de que había una pareja con casco, como si se acabaran de bajar de la moto y, además, llevaban un perro. Ahí queda.

Como ha estado pintando -y observando- a todas las horas del día ha llegado a la conclusión de que la plaza de las Tendillas tiene también su propio ritmo vital. Si el bullicio de los repartidores y los niños camino del colegio copan las primeras horas del día, después, sobre las 10:00 llega el momento del paseo a las personas mayores en silla de ruedas. Alrededor de las 15:00 está el bullicio de los que salen del trabajo y van a tomarse una cerveza, mientras la nota dominante durante la tarde son las parejas cogidas del brazo. «Es el amor, la vida», remata.