Celebró La Voz el jueves pasado una nueva conferencia coloquio del ciclo “Excelencia empresarial en los servicios públicos” sobre la colaboración público privada en la rehabilitación y recuperación de áreas residenciales, una cuestión tan generalista como compleja, muy dada a la argumentación teórica y además, con un grado de creatividad a discreción dependiendo del análisis y su procedencia.
Porque, aunque parezca que el campo de actuación está perfectamente acotado, que en resumen sería algo así como el grado de colaboración entre un ayuntamiento y las empresas para trabajar en esa regeneración -el término es, con seguridad, mucho más acertado, como expusieron los participantes- de áreas deprimidas y necesitadas de actuaciones urgentes, encierra otros muchos con solo acercarse a la línea en cualquier parte de su perímetro.
Más allá de lugares comunes, y como en cualquier proceso que se pretende integral, las interrogantes surgen a la hora de su planificación, es decir, de la decisión, el proceso y sus plazos; a la hora de su gestión, es decir, de las condiciones de esa colaboración público privada, más allá del presupuesto y a la hora de su ejecución, es decir, al cumplimiento de sus objetivos y la capacidad y flexibilidad para llegar a ellos.
Y por supuesto, los elementos sobre los que actuar de forma simultánea para que la regeneración –y reintegración– de ese área u zona urbana degradada -por las causas que sean- sea efectiva: urbanísticos, sociales y económicos.
Los tres son evidentes y están directamente relacionados, reconstrucción y mejora de los edificios y equipamientos; recuperación y mejora de las condiciones de vida y bienestar de sus vecinos, y dotación y promoción de actividad económica propia. Y a partir de ello, se abrieron las consideraciones.
¿Hasta dónde pueden/deben llegar esos tres elementos? ¿Hay voluntad y capacidad de abordar operaciones integrales? ¿Se apuesta más por las actuaciones parciales o selectivas? ¿se baraja la demolición y nueva construcción de vivienda? ¿Y de equipamientos? ¿se atiende en la planificación a la evolución futura de las condiciones demográficas y socioeconómicas? ¿están dispuestas las administraciones a profundizar en la colaboración público privada más allá de las condiciones presupuestarias a corto -legislaturas- para abordar soluciones a largo -próximos 20 años- con un grado de coordinación y cooperación hasta ahora no conocidas en la ciudad?
Y, en alguno de los supuestos anteriores, ¿seguro que no implicaría una reforma del plan general?
Todas estas preguntas, y otras más de carácter concreto, por ejemplo, sobre algunas áreas con nombre y apellidos que se pusieron en común, Ciudad Jardín, Huerta de la Reina o Fray Albino, sobrevolaron las intervenciones con carácter muy general, aunque se trataron de responder. Y no por falta de interés, extremo en el de los asistentes y evidente en el de los participantes, sino por la esclavitud del tiempo, porque el tema da para un ciclo monográfico.
También es verdad que hubo espacio para situar ejemplos de regeneración puntuales que han ido funcionando, de hecho, se puso foco en ejemplos relativos al casco histórico, que sin ser integrales, han ayudado a recuperación de zonas destacadas. Y aquí hay que apuntar el plan Urban, entre otros.
Pero volviendo a la regeneración, la clave fundamental está en la fórmula, la colaboración público privada, un marco que se eleva fácilmente a categoría de mantra cuando no responde a las necesidades que persigue cubrir y que, conforme pasa el tiempo y nos abrimos paso a través de las circunstancias actuales, con elementos todos imprevisibles y de duración y desenlace inciertos -desde la pandemia, ahora la inflación (inicialmente de oferta) y su fuerte shock monetario, y la guerra de Putin- cobra otros derroteros.
El más importante, su reformulación. Desde la confianza, la agilidad administrativa y funcional de lo público, hasta la solvencia privada, no solo económica, sino estratégica y gestora. Respondiendo ambos a la mejora progresiva y general de la ciudad. Que no es instantánea, pero tampoco eternizarse hasta el hartazgo.
Quizá sea también una cuestión cultural, de buscar nuevas respuestas en estos nuevos tiempos, con el aprendizaje de experiencias pasadas y presentes y con la visión de activar hasta los recursos más insospechados, dándole sentido al concepto de sostenibilidad, pero ese es ya otro debate.