Cuando se habla de la Fiesta de los Patios lo primero que viene a la mente es la tradición que se ha conservado de generación en generación y cuya transmisión de saberes y de forma de vida hizo que la Unesco la reconociera como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Esta tradición es su principal atractivo es la que vienen buscando los miles de turistas que cada año buscan encontrar en los patios unos recintos de otra época en pleno auge de las tecnologías.
Aquellos cordobeses que tienen los recuerdos de su infancia en torno a un patio buscan en cada edición del concurso reencontrarse con ese niño ya perdido, y con unos olores, texturas y colores que forman parte de su patrimonio sentimental.
Pero toda esta carga patrimonial, que es la que a la postre da sentido a la Fiesta de los Patios, tiene una componente de mutabilidad, como la vida misma. El visitante que llega de fuera creerá en su ingenuidad que aquellos patios que visita son los que llevan toda la vida participando en el concurso; el cordobés con larga experiencia en la materia, sabe que lo mismo que unos llegan, hay otros que se van.
Así es. No hay más que repasar las listas de participantes en el Concurso de Patios de décadas pasadas para ver qué pocos supervivientes quedan. Esta fiesta, como tal, está viva y es un reflejo de la propia evolución de la ciudad. En este repaso a los participantes de décadas anteriores se puede seguir, casi con precisión geométrica, la propia evolución de la ciudad, con actuaciones urbanísticas concretas, con la acción implacable de la piqueta, y con la desaparición de rincones que antes daban vida a estos patios y en los que ahora no queda vestigio alguno, sólo el triste recuerdo.
Esta evolución es la que ha provocado que el Concurso de Patios esté reinventándose cada cierto tiempo. Para que la tradición no se perdiera y para dar cabida a quienes mantenían la tradición en casas de nueva planta se incorporó la modalidad de arquitectura moderna. Este año, no sin cierta polémica, se ha creado la de patios singulares.
Si se repasa el listado de patios presentados a concurso, por ejemplo, hace 75 años llaman la atención varias cosas. Primero, que aquel año sólo participaron 12 y, segundo, que casi todos ellos han pasado a la historia, por haber sido derribadas las casas o por haber pasado a manos de quienes no quieren concursar.
El primer premio de aquel año, de 1947, fue para el de Badanas 15, que finalmente ha salvado Bodegas Campos de la ruina total, y que será incorporado a este complejo hostelero para disfrute de todos y para conservación de uno de los más destacados y premiados en la historia de esta celebración. En el premio que recibió Elisa Llorente también se advierte el paso del tiempo: 750 pesetas, el equivalente a cuatro euros y pico.
Este patio de Badanas 15 lleva años sin participar en el concurso. Lo hizo durante 25 años y en diez obtuvo el primer premio. Sin vecinos y abandonado por sus propietarios entró en un proceso de degradación del que pronto saldrá y se podrá admirar como en sus mejores tiempos.
Curiosamente, el segundo premio de hace 75 años fue para el colindante, para el patio de Badanas 13, también inédito para la práctica totalidad de los visitantes actuales del Concurso, así como el de Mayor de Santa Marina 24 que logró el tercer premio.
Entonces, al igual que ahora, el Concurso de Rejas y Balcones discurre de forma paralela al de los Patios. En 1947 se presentaron cinco y entre ellos se repartieron los cinco premios. Cuando se ve la ubicación de cada participantes se comprueba que han corrido la misma suerte que los patios: plaza del Potro, Santa Isabel 10, Peromato 6, Zapatería Vieja 9 y Santa María de Gracia 76.
El concurso de rondallas
Con la finalidad de que no decayera la fiesta, El Ayuntamiento de aquella época incorporó a la programación festival del mayo cordobés la celebración de un concurso de rondallas que se celebró el 17 de mayo de aquel año. El mecanismo era muy simple: a cada grupo participantes se le asignaba un lugar típico de la ciudad para que desarrollaran su actuación y la final, con todas las rondallas, se celebraba en la plaza de Capuchinos, ante el Cristo de los Faroles.
Si se observa con atención, el resultado viene a ser algo así como la actual Noche Blanca del Flamenco, ya que el concurso finalizó a las cuatro y media de la madrugada y, según cuentan las crónicas, la animación en Capuchinos no decayó en ningún momento.
La rondalla ganadora fue la del Parque de Automovilismo, seguida de la rondalla González. También lograron premio Lira Cordobesa, La Solera y Los Arpegios.