Es difícil explicar el sustrato profundo de la devoción, que se sustenta en una fugaz mirada al paso de la imagen. Miles de ojos y centenares de velas alumbraron esa «mística popular» -a la que alude el Papa Francisco-, en torno a María Santísima de Araceli, en su salida procesional de este domingo. Y es que la patrona del Campo Andaluz dejó tras de sí algo más que un cortejo, sino que volvió a reflejar una forma sencilla -y a la vez tan profunda-, de vivir la fe. Ello en una jornada en la que estuvo presente el obispo para, a los pies de la Virgen, oficiar una misa repleta de solemnidad y emociones.
La agrupación musical Santísimo Cristo de la Humillación, con su nutrida plantilla, abría un cortejo que cerraba la banda de Lucena. El mismo en el que además de los centenares de devotos, se dieron cita todas las fuerzas vivas de la localidad de la Subbética para honrar a la Virgen de Araceli. Así, una amplia representación de religiosos, la Agrupación de Cofradías de Lucena, las hermandades filiales la corporación municipal bajo mazas, la Policía Local, la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de Policía, el Colegio de Abogados, una representación de los Juzgados de la ciudad y la Romera mayor, Araceli Dorado, y su corte de damas; acompañaron a su Patrona.
Aún con el recuerdo del besamanos extraordinario en la memoria, la reciente Bajada desde la Sierra de Aras, el pregón del obispo de Bilbao y las palabras del prelado de la diócesis de Osio, llamando a la alegría de saber que Lucena tiene una Madre a la que acudir; la Plaza Nueva apagó sus luces para que la cera y los fuegos artificiales realizaran su eterna promesa de fe y amor a María Santísima de Araceli. Ya era lunes y, aunque restasen menos días para que regrese a su santuario, a la Virgen le sigue aguardando su novena.