De segundo apellido es León y su tío Enrique lo llevó con ocho años a la cofradía. José María Gisbert tiene ahora 57 y, después de cinco décadas en la hermandad del Esparraguero, ahora afronta el reto de estar al mando de la misma.
En la siguiente entrevista, Gisbert repasa su vida en la corporación e insiste en que el gran objetivo es “volver a la normalidad”. Un reto que se ha convertido en la Ilíada de los cofrades y que está cada vez más cerca. Entre tanto, el hermano mayor del Cristo de Gracia también nos cuenta cómo es la potente obra social que realizan y que, durante este año y medio de pandemia, ha sido todo un ejemplo para la sociedad. No pierdan detalle
¿Cómo decide dar el paso?
Ha sido un poco a saltos. Llevo muchos años en la hermandad y entré en la junta de gobierno con Ricardo (Rojas) hace tres años. Terminaba los ocho años Ricardo y pensamos (nosotros mantenemos una continuidad) que era la persona que podía seguir con el cargo, porque vamos a terminar los proyectos que, por desgracia, no se han podido hacer y así fue como tomamos la decisión de que me presentara.
Lleva tres meses.
Sí y como si llevara un mes de golpe (risas).
¿Qué significa la hermandad del Esparraguero para usted?
Toda mi vida. Me trajo mi tío Enrique León con ocho años, tengo 57, fíjate. Entré con él y ha sido toda mi vida en la hermandad. He salido de canastilla, de nazareno, de celador, de costalero, hasta volver a celador y ya dar el paso a hermano mayor. En la caseta llevo trabajando desde que se puso la primera… Tanto mi mujer y yo llevamos media vida metidos en la hermandad.
Hablaba antes de continuidad.
Continuidad, para mí, es volver a la normalidad, que te lleva a una continuidad del trabajo que se estaba haciendo antes. Llevamos dos años que, por suerte para mucha gente, lo único que ha funcionado ha sido la Vocalía de Obra Social. Queremos volver a ese día a día que todos echamos de menos, a nuestra vida de hermandad.
¿Qué ha supuesto para la cofradía este año y medio de pandemia?
A nivel económico, aunque suene feo decirlo, al no tener tu feria, tu cruz, el tema económico se resiente muchísimo. Me ha asombrado que los hermanos no han dado la espalda y eso nos ha permitido mantenernos en el día a día. Con una economía de guerra que nos ha permitido gastar lo justo, manteniendo la nave de ensayos de la banda, los gastos corrientes. Nuestro presupuesto en obra social no lo hemos tocado, ha sido el único que se ha mantenido completo. Sobre todo, en reparto de alimentos, no solo a las personas de la hermandad que lo necesitaban, sino también a la gente del barrio.
¿Han tenido que ayudar a mucha gente?
Mucha. Cuando entré con Ricardo, lo hice como vocal de Obra Social. Creamos una bolsa de trabajo y, durante dos años y medio, hemos conseguido colocar a unas 70 personas. Dentro de ella creamos una asesoría jurídica, Isabel -que es abogada- desinteresadamente, nos echa una mano grandísima. Y, con el Ayuntamiento y Cáritas parroquial empezamos con el proyecto ‘Todos por Córdoba’. Cuando se acabó a final de año la colaboración con el Ayuntamiento decidimos que había un grupo de personas al que no podíamos dejar sin nada, aunque la parroquia tiene su entrega de alimentos. Y hasta la presente.
¿Cuándo la situación se normalice han pensando en ampliarla?
Ha sido una experiencia, dentro de lo duro que es, tan bonita que no vamos a renunciar a seguir ayudando a los demás. Tenemos ya creada una infraestructura importante. Que vienen tiempos mejores, seguiremos ayudando a asociaciones, como ya veníamos haciendo.
La hermandad tiene una agrupación musical ¿Cómo ha sido este tiempo para ella?
Muy duro. Sin embargo, me han demostrado que la ilusión que tienen es impresionante.pensaba que el desánimo iba a ser mayor, con un año entero en blanco y durante este año han podido ensayar por voces, algún ensayo al aire libre, pero no había perspectivas de nada. A partir del verano ha habido un cambio. Ha sido muy duro porque han perdido el contacto con el instrumento, con sus ensayos… pero se han mantenido.
Otro de los grandes activos de la hermandad es su grupo joven.
A finales de agosto comenzaron con la recogida de material escolar, que ha sido un éxito. Después han montado los cultos y, en teoría, este sábado era la procesión de nuestro “pasito chico”. Se ha conseguido que vayan a montar su paso, lo dejen puesto en el patio de los Trinitarios y tengan su concierto. Por lo menos, eso lo van a tener.
¿Cómo ve la Semana Santa de 2022?
Con miedo (no por nosotros) a que venga una sexta ola, volamos a restricciones, pero con una ilusión y una esperanza grandísimas. De esta vamos a salir, por supuesto, vamos a ser aun más responsable. Nosotros hemos hecho todo lo que nos han marcado. Nos han señalado como a un sector peligroso, pero no somos ningún sector peligroso.
Estamos asistiendo a las primeras procesiones ¿Cómo se siente?
Son tantas emociones. Estás disfrutando y, a la vez, mirando a un lado y a otro para ver si la gente está cumpliendo, tú mismo no sabes si dar un abrazo a quien te vas encontrando… Pero es que tenemos que volver a la normalidad. Lo mismo que laboralmente, nosotros también. Dependen, económicamente, muchas personas de nosotros y tenemos que convivir con el covid, no nos queda otra.
¿Qué proyectos tienen por delante?
Nos habían quedado algunos apartados de nuestro patrimonio que teníamos que restaurar (peana, arbóreos, etc.). Por miedo, no habíamos tocado nada no fuera a ser que la liquidez se resintiese. Tenemos que retomarlos, hacer las mejoras necesarias. Pero el proyecto principal es volver a la normalidad y a nuestro día a día.