La Virgen de la Esperanza, una iconografía mariana


La Catedral acoge una capilla dedicada a la Expectación en su advocación, que es fundada en el siglo XIV y que se encuentra vinculada a la familia de los Hoces

La Virgen de la Esperanza, una iconografía mariana./Foto: José Ignacio Aguilera
La Virgen de la Esperanza, una iconografía mariana./Foto: José Ignacio Aguilera
La Virgen de la Esperanza, una iconografía mariana./Foto: José Ignacio Aguilera

Nos dirigimos ya hacia el cuarto domingo de Adviento. Es tiempo de espera, es tiempo de expectación. Vivimos con esperanza y con gozo estos días que restan hasta la llegada del Nacimiento de Nuestro Señor. El verbo que se hizo niño, que se hizo carne para habitar entre nosotros y que fue gestado al calor del vientre de la Virgen.

Aguardamos, por tanto, la celebración de ese feliz acontecimiento. Sin embargo, ocho días antes de la Natividad, conmemoramos la festividad de Nuestra Señora de la Expectación. Esta advocación es también conocida como Virgen de la Esperanza o Nuestra Señora de la O. Denominación ésta última que es explicada en base a dos teorías diferenciadas. Por un lado, en  alusión a la forma ovoide del vientre de la Virgen encinta o, por otra parte, en referencia a las antífonas cantadas en la liturgia en esta semana previa al Nacimiento del Señor. 

Algunas de nuestras dolorosas, como María Santísima de la Esperanza o la Esperanza del Valle evocan a este título, aunque sin corresponder a la característica representación iconográfica de la Virgen en la espera del parto, presente ya en el arte desde el siglo XIII y que será difundida, con especial intensidad, en España y Portugal, aunque  también en otros países como Italia o en territorio germano. 

Será fundamentalmente el género pictórico el que acoja esta iconografía. Para ello, los artistas se valen de la representación de la Virgen embarazada, con un prominente vientre, sobre el que se sitúa un sol, que en ocasiones en marca la figura del Divino Infante, en alusión a su gestación en las entrañas de su madre. Éstas son, por tanto, las características generales de esta iconografía, aunque también nos encontramos con ciertas singularidades. 

En esta línea temática, resultan célebres obras como la Madonna del Parto, un fresco de Piero della Francesca que es custodiado en la capilla del cementerio de Monterchi. María es presentada en avanzado estado de gestación, tanto que su vestimenta se caracteriza por una gran estrechez que hace que se le abra a la altura del vientre, al que dirige su mano. O, por otra parte, la escultura en piedra de Notre Dame des Avents, en la que el Niño Jesús es representado, en relieve sobre el vientre de la madre, rodeado de llamas. 

Sin embargo, no tenemos que recurrir a manifestaciones lejanas del arte europeo para descubrir esta iconografía, sino que en nuestro entorno más cercano podemos disfrutar de ella. De este modo, nuestra Catedral nos ofrece la pintura mural de la Virgen de Sol, una obra datada hacia el siglo XV que se localiza en uno de los machones de la ampliación de Abderramán II. La composición remite a un modelo bizantino en el que María gestante muestra una actitud orante. Asimismo su vientre muestra un sol que alberga al Niño Jesús en estado embrionario. 

Asimismo, la Catedral de Córdoba acoge entre sus muros una capilla dedicada a la Expectación en su advocación, que es fundada en el siglo XIV y que se encuentra vinculada a la familia de los Hoces. Sin embargo, en ella no encontramos ninguna representación plástica relativa a la divina espera de María, sino a ese momento previo de la Anunciación y de la Encarnación, como se aprecia en el lienzo que preside su retablo.