Una obra social rompedora


La hermandad de la Expiración logró actualizarse, ponerse al día y diseñar un camino por el que luego transitarían las demás cofradías

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Cristo de la Expiración. /Foto: LVC
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Cristo de la Expiración. /Foto: LVC

La reciente pandemia ha sacado a relucir, una vez más, esa obra social que las cofradías realizan desde el origen remoto y que es uno de los pilares sobre los que se sustentan. Cada una de ellas tiene definido el tipo de acción caritativa que desarrollan, y el abanico de actuaciones es de lo más diverso. Pero, eso sí, cuando hay que arrimar el hombro y cambiar de estrategia, como ha ocurrido como el coronavirus, las hermandades dan una lección a todo el que haga falta sobre lo que hay que hacer con una velocidad de reacción que para sí la quisieran desde lo público.

En los años 60 del pasado siglo, cuando las corporaciones penitenciales tenían un ritmo vital bastante homogéneo, hubo una cofradía en Córdoba que rompió los cánones establecidos hasta ese momento y supuso una bocanada de aire fresco. Muchos no entendieron a la hermandad de la Expiración, pero ella, desde la iglesia de San Pablo, estaba sentando los pilares de lo que estaba por venir.

Bajo el lema “la hermandad es todo el año” logran recomponerse en esa década de una grave crisis que hizo que un año saliera el cortejo procesional casi sin nazarenos. La fórmula dio resultado y logró concitar la atención de la juventud cofrade.

La hermandad de la Expiración logró actualizarse, ponerse al día y diseñar un camino por el que luego transitarían las demás cofradías. Una casa de hermandad abierta a diario era algo que escapaba a lo común y eso fue el germen que hizo de la Expiración algo diferente en la Córdoba de aquel momento, así como el envío de una hoja informativa bimestral a través de la cual todos estaban al tanto de lo que se hacía y de lo que se iba a hacer..

Esta hermandad, al igual que el resto, tenía su obra social con un claro tinte asistencial. Dedicaba el 60 por ciento de lo recaudado de las cuotas de sus miembros a repartirlo entre Cáritas, asilos, la parroquia de San Antonio María Claret en Las Palmeras y el Seminario. Pero en este momento decidió que había que hacer algo más y alentados por los vientos postconciliares que soplaban en esos años actualizaron la atención a los demás y, por ejemplo, pusieron en marcha un novedoso sistema de clases particulares gratuitas en verano, una iniciativa realmente rompedora en su época. 

Esta labor asistencial se engarzaba en una intensa vida interior, con misas de hermandad, con ejercicios los segundos viernes de mes, con los cultos a los titulares y, además, con la confección del paso de palio para la Virgen del Silencio y en el que actualmente luce cada Viernes Santo la Virgen del Rosario.