El obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, ha presidido la misa funeral celebrada en la Catedral de Córdoba por su hermana María Teresa, fallecida el 17 de octubre en Toledo, a la que han acudido sacerdotes diocesanos de Córdoba y Toledo, miembros del Cabildo Catedral, fieles de la diócesis y autoridades civiles.
Durante su homilía, el Obispo hizo un entrañable retrato de su hermana, consagrada de la congregación de Misioneras Cruzadas de la Iglesia. De ella obtuvo “un testimonio sencillo y cotidiano, oculto a los ojos del mundo” y la oportunidad de acompañarla en sus últimos momentos. En su despedida el Obispo pudo rezar junto a su hermana y prepararla para el encuentro con el Señor, explicó lleno de agradecimiento a Dios porque “creo firmemente en el cielo”. El Obispo recordó como al principio de su episcopado en Tarazona su hermana fallecida y su madre “formaron una comunidad de tres” y fue María Teresa la que lo atendió junto a sus otras hermanas de congregación, que trabajaron intensamente en parroquias de aquella diócesis y Toledo acudiendo a las necesidades de los párrocos, personas enfermas y como catequistas: “ellas me sostenían a mí, no al contrario”, dijo.
Don Demetrio, que vivió con su hermana su infancia y juventud y estuvo muy cerca en su despertar a la vocación religiosa, resaltó su admiración sobre como “dejó todo para seguirá Jesús” y estudió Magisterio y Teología para dar un mejor servicio a la Iglesia. “Ella sigue viviendo”, continuó don Demetrio, porque “le espera la vida del cielo que comienza a dar fruto en el bautismo”, a pesar del desgarro que siempre supone la separación física.
Una vida consagrada al servicio de la Iglesia
La Madre María Teresa Fernández González (Puente del Arzobispo, 1945-Toledo 2017) prestó servicio en Roma y trabajó como traductora del italiano al español de obras como «Sólo el amor permanece» de Chiara Amirante, publicada por editorial BAC, y de un manual de Las Causas de los santos, dentro de Biblioteca de autores cristianos, entre otros.
La religiosa fallecida había llegado a Córdoba en marzo de 2010 y permaneció en nuestra diócesis hasta 2017. Siguiendo el carisma de su congregación, había servido en parroquias pobres de Roma y, en España, en Tarazona y Toledo. Junto a sus hermanas de comunidad, hermana Rosario y hermana Carmen, desarrolló el carisma al que se había consagrado, el de trabajar por las parroquias menos favorecidas, en casas de espiritualidad o ayudando al obispo.