Y abracé mi Cruz


Hoy los lectores me van a permitir el uso de  esta tribuna para un  fin exclusivamente personal: contar mi experiencia como enfermo del COVID 19 .

Igual que en casa de más de 200.000 familias españolas también en la mía entró ese maldito bicho que está azotando cruelmente a todo el planeta. El dos de abril la fiebre y el malestar de varios días me llevaba hasta el Hospital San Juan de Dios, el diagnóstico cayó como un mazazo: positivo en coronavirus.

Imagen: A. Caracuel

Tras unos días  en planta ingresé en UCI con  los pulmones abatidos. Después vinieron dos intubaciones,  varias sobre infecciones no esperadas, mucha fiebre, complicaciones intestinales… así viví mis dos semanas de Pasión de la que por mi estado de  sedación fui ajeno. Salvo al  desintubarme la primera vez, entre delirios nunca olvidaré de esa día la sensación de ahogo y angustia.

El despertar llegó el 17 de abril. Ya sin respirador de apoyo, sustituido por un refuerzo de oxigeno por vía nasal,   empecé a tener conciencia del peligro que mi vida había corrido y del que aún me quedaba un tramo por superar,  y también, de las secuelas que me acompañarán bastante tiempo.

Caí en la cuenta de la fugacidad de la vida, de como en un momento, en un suspiro, se desvanecen planes y sueños. Como dice Paula, mi mujer, mi vida,usimple estornudo” en esta ocasión, te cambia todo. La debilidad del hombre ante nuevas situaciones que en esta sociedad de “sobrados” jamás pensábamos padecer. Como si las epidemias fuesen de otro siglo o de los “negritos de África”, para quienes con la colecta del Domund consolamos nuestra conciencia.

Te sientes apestado, cargado con un arma letal que obliga a recluirte y renunciar a la proximidad física con todos los que más quieres y necesitas: padres, esposa, hijos, hermanos, familiares, amigos … Pero esa debilidad te limpia y depura el corazón para empezar a valorar lo que de verdad importa, y dar gracias a Dios por todo lo que te ha dado, empezando por la propia existencia, por tu familia, por tus amigos, por todas la cosas maravillosas que has disfrutado  y que, muchas veces, ni siquiera has apreciado

En la soledad de la habitación de UCI descubrí a unos seres a los que tras las máscaras y equipos protectores sólo veía sus ojos. Me atendieron con profesionalidad pero sobre todo con Corazón. Utilizando la frase del fundador de la orden hospitalaria que da nombre al centro sanitario recibí “medicina con Amor”. El doctor Nacho Suarez, Antonio, Gema, Alfonso junto al  resto de personal de UCI cuyos nombres me ha sido imposible retener y María, un angelito especial, me cuidaron y sanaron con su saber, cariño y empatía. Fortaleciendo, antes que los pulmones, mi animo para continuar la lucha por vivir.

Quiso el destino que el primer encuentro telefónico con mi mujer y mi hija, el primer  regalo después de tanto pesar, fuese  el día que la Iglesia celebra la Divina Misericordia. Toda una señal para entender el por qué de las cosas. Ellas, me comunicaron las  muestras de cariño, animo y  apoyo de familiares y cientos de amigos.  

Al recuperar la lucidez me agarré al principal asidero que recuperé para mi vida gracias a un buen camino elegido hace pocos años, la Fe en Jesucristo. Mi oración diaria se unía así a la de todos los que desde fuera rezaban por mi sanación: sacerdotes amigos o conocidos de mis allegados ofrecían misas por mi recuperación y  mis hermanos de Ems y EFFETA oraban en cadena, y también muchos otros familiares y amigos. Desde ese primer momento de plena conciencia recordé las palabras de D. Joaquín, nuestro párroco de la Consolación, y “abracé mi Cruz”. El Señor tiene un plan para cada uno de nosotros y todo lo que estaba viviendo  era parte del mío, “cuán insondables son sus juicios e inescrutables su caminos” ( Romanos, 11:33)  

Hoy, superada la enfermedad aunque con las secuelas físicas que tiempo y ejercicio ayudarán a restaurar, necesito expresar públicamente mi gratitud a todos los que me han cuidado en el Hospital San Juan de Dios y felicitarles por el preciado servicio que prestan a la sociedad cordobesa.

Agradecer de corazón a todos los que desde fuera me han animado y han apoyado a mis seres más cercanos. A todos los amigos, que como las estrellas que no se ven pero siempre están, se han preocupado y me han enviado mensajes de cariño y apoyo incondicional a mi y a mi familia.

Y, por supuesto, recordar siempre y rezar por todos los que han padecido y padecen esta terrible enfermedad; especialmente por quienes ya no están con nosotros y por sus familiares que ni siquiera se han podido despedir con un beso o cogiéndoles la mano.

1 Comentario

  1. A través del grupo de Emaús de Villaviciosa sabíamos de ti. Tuvimos buenas noticias tuyas ese precioso domingo de la Divina Misericordia y pensé cómo tu, q bonito dia para empezar a salir adelante.
    Un saludo

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