La inteligencia al servicio de la empresa


Cuando tuve el enorme honor de participar, con mis reflexiones, en esta casa, todos aquellos que me conocen dado mi perfil feminista, me animaron a comenzar escribiendo un tipo de artículos donde se viese cómo la economía tenía nombre de mujer, incluso me propusieron múltiples temas. Sin embargo decidí esperar el momento oportuno para ello. Si escribiera lo contrario los que me conocen me desmentirían, no lo voy a negar.

¿Por qué esperar? Entiendo que en la economía jugamos un papel fundamental, el trabajo de mujeres no es sólo de las guerrilleras sino de todas las que hacemos una sociedad mejor. Día a día, trabajando fuera de casa y en casa, educamos, formamos a nuestros hijos, cuidamos nuestras familias, como el tesoro que Dios nos entregó, siendo los pilares de esa sociedad de futuro que queremos.

Todos hemos tenido una madre, todos las llevamos en nuestros corazones, unos con dolor, otros con orgullo, pero todos hemos tenido un referente de mujer. Y, quien lo niegue, debería reflexionar sobre su vida.

De ahí que haya decidido como mejor momento para hablar sobreello, esta semana en la que celebramos el Día Internacional de la Mujer. Aunque no les voy a negar que he estado a punto de dar un paso atrás porque no puedo evitar sentirme molesta por las incesantes llamadas de medios por mi condición de mujer. Pero, me arriesgo y espero mostrar algo diferente. Espero no defraudar.

Me gustaría comenzar preguntándome, ¿cómo surgió este “famoso” día?.

Algunos indican que todo inició allá por marzo 1857, cuando se reivindicó el papel de la mujer en el mercado laboral, y es cierto que las condiciones laborales de las mujeres en esa época eran terribles y la historia se hizo eco de esos momentos tan cruciales y reivindicativos que se vivieron.

Y posteriormente, la ONU, pidiendo la igualdad en la sociedad, lo declaró Día Internacional de la Mujer. En su enfoque no era sólo mejores condiciones laborales lo que se reivindicaba sino la igualdad en la sociedad.

Pero creo que no seríamos justos con la historia si olvidamos destacadas figuras, unas literarias y otras reales, que aunque con historias contadas por hombres, no había otra,  mostraban ya esta reivindicación.

Podemos ver cómo se produce en la obra de teatro Lisístrata, de Aristófanes (siglo V a. C.), situada en la antigua Grecia, ahí ya encontramos un referente literario de la lucha de la mujer.

O, la figura de la matemática y astrónoma Hipatia de Alejandría (370-415), asesinada brutalmente, reivindicándose como paradigma de la mujer científica y libre, icono de la libertad de pensamiento y la autonomía personal de la mujer.

Y aunque nos hablen de género, de mujer. Yo no voy a reivindicar nada de eso en estas líneas. Sorprendentemente, como ya hice en un foro de destacados empresarios andaluces, quiero con estas líneas mostrarles una realidad más allá de lo que equivocadamente llaman en la actualidad feminismo.

Nací mujer, soy hija, hermana, tía, empresaria, decidí ser esposa y madre. Pero en todo este camino de vida, mi pareja, mi alma masculina, ha formado parte de este precioso proyecto de vida. Sin ese hombre que quiso enamorarse, y acompañarme, nada de mis éxitos y fracasos tendrían sentido.

Es cierto que en mi vida he luchado y vivido mi feminismo, no sólo llamado conciliación o igualdad, sino como fémina que soy.

Siendo una privilegiada, no olvidemos, que como muchas mujeres de mi generación, hemos sufrido y sufrimos ese deseo masculino de ¿superioridad?, es cierto, que en mi curriculum tengo anécdotas muy significativas, desde la invitación a un acto donde si mi padre o hermano no acudían y me proponía hacerlo yo, descolocaba a esa secretaria que ya no sabía qué hacer. Y cierto, he llegado a renunciar a acudir a esos actos porque al no ser la invitada no me sentí a gusto, aun siendo yo, por elección, de mi padre y hermano, la directora general. Tiene guasa.

O… ese negocio,  que cuando comenzaba a verse que yo iba a tratarlo me pedían pasarlo a mi hermano.

En fin, esa es la realidad actual de muchas trabajadoras pero que, no olvidemos, nos ha hecho ser fuertes y trabajar hacia otra realidad.

Entiendo que el sexo débil, del varón, no dejará de serlo, pero eduquemos en casa a nuestros hijos en igualdad, en diferencias, para el cambio.

Mis amigas se ríen cuando ven que a mi hijo de 10 años le enseño a hacer la cama, doblar su ropa… y le suelto “cariño aprende y sé libre, que nunca tengas que depender de una mujer” Si señores eso es inteligente, él será capaz de perder esos miedos, porque se verá igual a nosotras, sabrá todo lo que nosotras somos capaces de hacer, ver y respirar.

En esa situación mi hijo varón será inteligente y se acompañará de los mejores profesionales. Sabrá que la igualdad no significa faltar al respeto o no tener educación. El abrir una puerta, ceder un asiento, tener una bonita sonrisa a una mujer cautivadora no sólo por su belleza, sino quizás, por su simple sonrisa,  es algo que hace que aflore algo llamado inteligencia. Inteligencia que hombres y mujeres compartimos y hace que no exista un sexo débil.

Aunque es cierto que algunos colegas, con madre, hijas, hermanas, que adoran a sus mujeres, y se sienten independientes, me comentan sobre la dificultad de tener grandes mujeres profesionales en sus empresas por el miedo de poder optar a ser madres.

Desde mi punto de vista, es inteligente para el empresario y la trabajadora el gesto de entrega de conocimiento en esa etapa, un niño no nace al minuto, tarda 9 meses, hay un plazo de 5 meses para preparar a la organización para esa etapa. Me río de este tipo de inconvenientes. Llenemos nuestras empresas de la suficiente inteligencia, por favor.

En una era donde buscamos jóvenes profesionales con disponibilidad para la movilidad, respeto por los valores, compromiso y mentalidad abierta. Todos ellos coinciden, con nosotros, en la necesidad de saber escuchar para aprender, de tener pasión por lo que uno hace, seguridad y confianza, compromiso con el trabajo y los valores corporativos, naturalidad y optimismo.

 

La igualdad debe ser un valor fundacional junto con la innovación y la confianza. Y sólo se logra desde la diferencia.

 

Y, para concluir, no olviden señores lectores que hay estudios serios que indican que las mujeres encuentran muy sexys a los hombres implicados en estos temas. Ya lo saben, todavía están a tiempo, hagan inteligentes sus empresas. Y sean sexys.