El «Grinch» y el padre de Nadia


No sé si conocéis esa historia. Es ya popular para los estadounidenses y fue ideada a mitad del siglo pasado para explicar a los pequeños que la Navidad era algo más que el consumismo desbordado, los adornos y toda la parafernalia que salta a la vista en estas fechas.

El Grinch, un personaje odioso al primer contacto, que tiene el corazón tres veces más pequeño que los demás, quiso hacerse con la Navidad. Pero no pudo, precisamente por lo que decíamos, que es algo tan inabarcable que no puedes acabar con ella.

Lo que ha pasado con Fernando Blanco, el padre de la pequeña Nadia, viene a ser lo mismo. Ha sentando como un mazazo bien gordo en las personas y entidades que se dedican a la difícil tarea del altruismo. Ha revivido una sensación extraña de desconfianza que, para nada, hace justicia con la realidad.

Desde Fundación Miaoquehago, siempre nos empeñamos en recordar que hay mil y una causas que merecen ayuda, y que puedes alegir la que más se adapte a tus ganas de hacer algo por los demás; desde animales, hasta gente en riesgo de exclusión, o tercer mundo. El abanico es tan amplio que te quedas sin excusas para no hacer algo por quien lo necesita de verdad.

La gente quiere ayudar pero necesita saberse tranquila de que su ayuda llega a buen puerto.

Hay mil formas de asegurarse de ello, y a estas alturas está todo ya inventado. No hace falta que sea algo tan transparente como una fundación, sujeta por Ley a todo tipo de controles, sino que puede carecer incluso de infraestructura.

El que quiere ayudar, con decisión, encuentra la forma de hacerlo, al nivel que le apetezca. Puede probar el voluntariado, en sus infinitas formas, y dejarse morder por el gusanillo de hacer felices a otros en primera línea de fuego. O puede, simplemente, realizar aportaciones en dinero a entidades que ya hacen su labor en diversos campos.

En este último caso, no te cortes en pedir información, garantías, resultados… Es tu derecho y es nuestra obligación. Pero, por lo que más quieras, no permitas que se pare la maquinaria de la solidaridad, porque eso sería fatal.

Gracias a esas aportaciones, nuestra joven Fundación dio ayudas con cargo al presupuesto de 2015 por importe de 15.000 eur, y este año tocaremos y superaremos los 100.000 eur, entre ayudas para gastos regulares de terapias, gastos extraordinarios de las familias y dotaciones para material a colegios. Todo esto con un nivel de pulcritud tal que nos llevó a denegar casi un 50% de las solicitudes de ayudas en la primera convocatoria pública porque no cumplían los requisitos que establecimos de justificación de sus solicitudes.

En fin, si el Grinch no pudo, con sus malas artes y avaricia, acabar con algo tan enorme como la Navidad, Fernando Blanco tampoco podrá acaparar y desvirtuar para siempre el significado de la palabra Solidaridad, porque se le queda, francamente, muy larga.

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