Sin duda, en la vida, han de perdonarse muchas cosas, pero permítanme que me muestre recia en mis convicciones y en la enseñanza que me ofrecieron mis progenitores, que por otra parte, solo han sido gente sencilla y discreta, pero con unos valores preclaros y férreos.
Déjenme que les pregunte algo, ¿podrían ustedes perdonar una pintada sobre la Piedad de Miguel Ángel? Y si la Gioconda de Da Vinci, amaneciese un día con un graffiti? ¿Disculparían al creador o creadora del mismo? Hasta hablar de un hipotético caso en que pudiesen suceder tamañas gamberradas, cuesta trabajo de imaginar ¿verdad?
Lo curioso de esta cuestión, es que no imaginamos que puedan suceder, pero en cambio, vemos a diario en nuestras ciudades, como se procede a llevar a cabo semejantes tropelías, en las fachadas y puertas de edificios emblemáticos, en los zócalos y jambas de templos protegidos por ser BIC o sin protección, pero con enorme valor histórico-artístico.
¿Nadie ve a estos vándalos, atentar contra la cultura, la historia, el arte, el patrimonio y la educación? ¿Es que tan poco nos importa lo que suceda con nuestro patrimonio civil o sacro? ¿Acaso hemos perdido las entendederas, por el camino?
¿Qué vamos a legar a nuestros niños, a nuestro futuro? ¿Qué va a ser de ese patrimonio inmenso que hemos heredados de los tiempos? ¿No creen ustedes que hora es ya de frenar este desenfreno?
Quizás porque nuestras voces no se alcen lo suficiente o porque adolezcamos de tribunas donde proclamar un rotundo ¡basta ya!, continúen sucediendo este tipo de atropellos a diario, mientras, unos pocos solo somos capaces de hacer público lo que nuestro corazón, la razón, la lógica y hasta la cultura, nos gritan desde cada adarve, cada plaza, cada calle y cada monumento, maltratado por la incultura.
De una buena vez, desterremos la dejadez y la indolencia ciudadana que nos aletarga, para defender con unanimidad lo que es patrimonio de todos.
El ser humano, está predispuesto per se, a seguir el patrón de los errores, continuamente, obviando la capacidad de aprendizaje que se nos presupone desde el nacimiento, y no aprendiendo las lecciones que con cada error cometido, la vida nos enseña.
“Quien no conoce su historia, está condenado a repetir los mismos errores”.
El respeto y el conocimiento, van unidos de la mano, la cultura y la educación, también, la historia y nuestras ciudades van asidas a la urbanidad y al aprecio, si desconocemos el significado de todo ello, habremos perdido el norte de los tiempos y de la sensatez, abandonando el sentimiento a la estima por todo lo que es nuestro y no de “otros”, monumentos, edificaciones, arquitectura, mobiliario urbano etc.
Si fuese posible realizar un viaje en el tiempo y escuchar en primera persona de los labios de Freud, J.D. Nasio o Confucio, sus argumentos para conocer por qué el ser humano, está predispuesto irremediablemente a repetir acérrimamente, una y otra vez, el mismo patrón erróneo, sin poner en práctica, esa capacidad de aprender de los mismos, que también atesoramos, seguro que tendríamos una oportunidad única, de atesorar un impagable conocimiento para el raciocinio.
La remota idea generalizada, desafortunadamente, de que el patrimonio, el viario urbano, el arte y la literatura, han sido manipulados por los signos políticos, es tan absurda como insensata, aún así está tan sumamente vigente en nuestra sociedad, que es heredada de padres a hijos, incentivando en multitud de ocasiones, el desprecio e incluso la aversión, al patrimonio cultural que pertenece a todos los ciudadanos, un ejemplo de ello es la eliminación de la “Cruz de las Descalzas” de Aguilar de la Frontera, los cambios caprichosos políticamente hablando del nomenclátor de nuestras calles, los atentados contra el arte reflejados en monumentos y estatuas y un largo etc.
Si estudiamos con detenimientos nuestra historia, sin la toxicidad de comentarios capciosos y manipulados políticamente, podremos entre todos parar el menoscabo tan tremendo que en detrimento de la cultura y el patrimonio, se viene realizando desde hace décadas.