Huérfana de la Sangre de Cristo derramada por los montes de morados lirios y claveles carmesí, que alfombran el Monte de la Calavera, según el Sur, sobre el que se eleva Cristo, crucificando la tarde, signando la última luz.
Nostalgia de tu perfume, flor humilde de naranjos y limoneros, que viste con el alba de sus pétalos, el aroma intenso de la primavera, ese azahar, que salpica de finas pinceladas, los altares itinerantes de Dios. El azahar, que vierte sus esencias entre las jarras argénteas de la que fue Concebida sin Pecado Original y que se muestra coqueto en los fanales que acunan las horas de besos y recuerdos, en las manos de la Flor de las flores.
Se ha marchitado la Gloria en siete días, con la misma mesura que caen en el enlosado de las calles de la urbe, el rosario de gotas de la cera encendida.
Nos ha dejado las entrañas henchidas de vivencias, los ojos inundados de promesas cumplidas, cristalizadas en lágrimas de fe y en los labios, el sabor salitre de la pena, esa que nos acompañó bajo la tela que nos enfunda el rostro y nos hace anónimos, y que brota de las ausencias, las que duelen y hacen sangrar las llagas que deja en el alma la amargura.
Pasó el tiempo sin horas, la luz cambiante y la oración por toná, martinete, seguiriya y carceleras, prendida en la forja azabache de balcones y cierros. El terno y la blonda, la sarga y el raso, el ruan y el esparto, duermen ya en el arca heredada, a la espera de un nuevo amanecer florido de Ramos y de Palmas que se dibujan en los cielos azules de San Lorenzo.
Como un sueño de los sentidos, se han marchado etéreos y cadentes los días del júbilo y la Pasión, dejándonos el sabor agridulce que da ser conscientes de su efímera presencia, de su brevedad de ser…
Esta noche de Abril que dibujo con nostalgia palabras de papel, acude a mí, la melancolía del recuerdo de los Días Grandes de Dios en la Tierra, queda aún en las retinas, la catequesis plástica de tu holocausto Señor, plasmada al modo cofrade, en los pasos donde se te entroniza en este Sur de la cristiandad.
Recorro las calles, Señor, recreando en los cielos tu figura, lacerada y absolutamente entregada a tu Pasión y boceto pinceladas de nostalgia en las que se adivina tu rostro Señora, con las perlas nacaradas del llanto deslizándose por tus mejillas de seda… no se atisban acordes de cornetas y tambores, no arden los pabilos de la candelería, no se escuchan los besos de alpargatas de esparto en el mármol catedralicio, ni se volatilizan las nubes de incienso en las alturas de profundo azul.
Sé que te vas, ensoñación anhela de días de Gloria y te marchas, derramando tu flor y su perfume como un llanto inconsolable, que se desliza ramas abajo, en la calles y adarves de Córdoba, como lágrimas furtivas de la tristeza que les inunda, por no haber sido Señora Nuestra, tú dulce compaña, en esta primavera tan esperada.
Saudades del alma…..