Los histeriquitos


Lo más llamativo es que se producen, para mi inocente sorpresa, en el contexto cofrade. Si, lo de la religiosidad popular y la fe en la calle.

Aunque tradicionalmente el periodismo en su manual primario trata de deslindar la información de la opinión, la opinión prevalece .  El periodismo no es sino la evaluación, selección y publicación de unos hechos determinados. Detrás de ese proceso y durante el mismo siempre hay una opinión.

Ocurre que colocamos lo meramente opinativo en sección aparte que aquí, en este diario digital, nominamos ‘blogs’ aunque, insisto, se opina hasta cuando se titula -o no- de una determinada manera. En la sección de ‘blogs’, y atendiendo el interés del sector cofrade muy numeroso que nos sigue, comenzó hace aproximadamente un año una columna que hilvana distintos sueltos que trazan un retrato de parte del panorama cofrade local. Debo decir que en la mayoría de los casos no sé de qué hablan. En mi condición de casco azul de las cofradías y hermandades, pongo cara de hermano mayor de la muy solemne y septentrional cofradía de San Ascario de Amiens (santo sueco) y doy todo por bueno. He utilizado el plural al referirme al ‘Querubín y Serafín’, que es así como se llama el asunto, porque aunque el abajofirmante de la columna responda al pseudónimo de ‘El sacristán’ es una sección con varios padres semanales y así lo ha sido desde su más estricto nacimiento, porque el nombre de la sección fue idea de uno de los autores y el pseudónimo de otro.

¿Se pueden identificar a los autores? Claro que sí. Por su estilo y hechos los conoceréis. Pero el ánimo de firmar bajo un pseudónimo no responde a un ejercicio de precaución o cobardía, sino al proceso coral de su elaboración con distintas manos. La cobardía sí la encontramos en otros anonimatos que se tapan al emitir las críticas emitidas esta semana.

Quiero dejar claro antes de seguir con estas líneas que, salvo insultos a terceras personas, blasfemias o lenguaje claramente soez, no se eliminan los comentarios que nuestros lectores en su soberana posición de crítica libre y personal puedan hacer. Si además somos nosotros los objetivos de sus fobias, rencores o pobre vida afectiva, pues muy bien. A este trabajo se viene llorado. De este trabajo también se sale, y se sale fortalecido.

El caso es que este fin de semana y durante algunos días hemos asistido a una serie de comentarios, descalificaciones e insultos en mi opinión – y en la de más gente cabal- desmesurados, extremadamente agrios y sobre todo fuera de cierta lógica. Lo más llamativo es que se producen, para mi inocente sorpresa, en el contexto cofrade. Si, lo de la religiosidad popular y la fe en la calle.

Sería un error tomar la parte por el todo, claro, pero desde luego que los que han vomitado estos días flaco favor le han hecho a su ámbito y en concreto a las bandas, porque principalmente han sido músicos histeriquitos los que se han dedicado a señalar, juzgar, insultar y depreciar. Ellos se han calificado a sí mismos, no obstante. Y se han aprobado todos los comentarios. Aquí no ha habido miedo. Pero sí vergüenza ajena. El apunte motivo de las iras histéricas, encima, no nombraba a nadie ni a nada: era sencillamente una opinión tan respetable como otra cualquiera. Lo reproduzco a continuación para que ustedes mismos juzguen: “Hay bandas que aunque toquen a una Gloria parecen sentirse en un funeral. Tocan marchas de hospital, que no te ponen contento ni aunque lleves dos años esperando escuchar una marcha en la calle. Otras, en cambio, suenan mejor que se fueron y saben adaptar el repertorio, con estrella, a lo que se les pide”. 

Bien, pues esto ha desatado la furia trompetera de cornetas y tambores. Resulta particularmente llamativo que uno de los furibundos histeriquitos sea profesor (que escribe ‘fe’ con tilde, por cierto) y otro que se esconde cobardemente en un seudónimo -pero su IP canta- también lo sea. En Málaga en concreto. Gracias por seguirnos desde allí, querido troll. No sé qué ocurre en parte de la profesión docente, pero yo no pondría a mis hijos en manos de gente de este calibre. Nada bueno puede salir de ahí, desde luego.

Por lo demás, pues eso. Que hay gente que discrepa y nos parece muy bien. La uniformidad solo la desean el comunismo y los mediocres. Pero es curioso cómo estos tipos vitriólicos después se nos pongan tan solemnes. atribulados y estupendos delante de mi titular San Ascario de Amiens. Suponiendo que los contratáramos para tocar, que por lo leído yo no los llevo ni a una despedida de solteras.

2 Comentarios

  1. ¡El sí de la entradilla lleva tilde!

    Del diccionario de la RAE
    sí2
    Del lat. sic.
    1. adv. Expresa afirmación o confirmación. U. frecuentemente para responder a preguntas totales. —¿Fuiste ayer al teatro? —Sí. —Así que estaban ustedes atrapados. —Sí, teníamos que hacer algo para salir de allí.

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