Desconexión


El jueves, los transportistas en huelga, no estaban agendados. La vida transcurría feliz en los mundos de gominola

Supermercado con falta de productos./Foto: Jesús Caparrós

En la cuarta jornada de paro de los transportistas, y cuando ya habían comenzado a escasear bastantes productos en las estanterías de los supermercados y en las plazas de abastos, la agenda informativa de ese día, en sus previsiones, no contemplaba nada de lo que realmente estaba ocurriendo. Algún apunte a lo largo de la jornada anterior sobre piquetes, piezas sobre el desabastecimiento palpable y poco más.

La agenda de previsiones es un instrumento por el que generalmente los medios de comunicación se guían para cubrir una jornada. No voy a aburrirles sobre la (famosa) teoría de la agenda setting que trata de establecer quién decide los temas de interés informativo, y cómo estos influyen en la opinión pública. Todo eso se fue al garete con la precarización del oficio y cualquier currito hoy tira de previsiones para cubrir una jornada. Una inauguración, unos encuentros técnicos, un concejal de deportes hablando de los suyo, un alcalde haciendo una visita. Como si las visitas fueran noticia, por cierto. La opinión pública, que tire de redes sociales que cada uno va a sacar el día de convocatoria en convocatoria.

Bien es cierto que en este trabajo aun se prescinde, afortunadamente, hasta donde se puede  (y las más de las veces) de las previsiones agendadas y cada perrito se busca una historia que contar distinta a la prevista oficialmente a las 11:30 de un jueves en la sala de comisiones participativas del sector de educación del sindicato mayoritario de clase. O del pasillo del teniente de alcalde de urbanismos y farolas. Por lo general son asuntos que además interesan poco, algo que hoy, sobre todo, se puede comprobar gracias a las mediciones que el soporte digital permite. Quiero decir que si la edil de seguridad ciudadana sostenible ofrece una rueda de prensa sobre el espectáculo nocturno del castillo medieval de la villa, y por supuesto sacando pecho del dinero invertido (el nuestro), eso no lo lee ni perri. Si seguidamente le responde el concejal de la oposición oponente al respecto dudando de la legalidad de la empresa contratada para la iluminación de las nuevas vías verdes (sostenibles, claro) que oxigenarán la ciudad gracias a la excelente gestión de los fondos europeos que nos llevan de excursión, la mañana está echada. Tampoco le importa a la opinión pública las farolas, pero ellos creen que sí. Y de paso justifican el sueldo.

El jueves, los transportistas en huelga, no estaban agendados. La vida transcurría feliz en los mundos de gominola de partidos, sindicatos, empresarios y técnicos especialistas. Comenzaba a faltar leche desnatada y entera en más de una estantería, el pescado ya no lo olían desde hace días en las lonjas y además de algún piquete, cerca de un 60 % de los transportistas españoles que estuvieron en las duras y en las maduras durante el confinamiento llevaban cuatro días sin mandar dinero a casa porque si trabajan tampoco pueden ganarlo. Pero en la agenda de previsiones el mundo transcurría feliz, ya digo. Al alcalde le preguntaron al respecto ese día, en uno de los encuentros sectoriales celebrado, y dijo que estaba preocupado y que los ayuntamientos poco pueden hacer. Otro alcalde, en este caso del partido socialista, inauguraba la ruta de la tapa en un sevillano pueblo vecino y próximo, que vive de la agricultura y con el transporte como pan de muchos de sus vecinos. Mientras, Juan Espadas seguía con su ruta electoral de justicia social y defensa de los más débiles y tal y cual. No se cruzaría con ningún piquete, que a esa hora de la tarde ya habían sido definidos por sus colegas/camaradas de Madrid como ultraderecha. Los piquetes, la huelga y los transportistas. Todo es ultraderecha. Es lo que han colegido tras su campaña de escucha activa, esa que emprendieron para hacer como que trabajan y tratar de averiguar las causas de la desconexión entre los políticos y la ciudadanía o pueblo llano y pagano.

 Por qué será, eso digo yo. No lo he visto en la agenda de mañana.