El rosismo en la reserva


El socialismo que acogió a Aguilar ya no existe como no existe la generación de políticos de la que ella formó parte.

El pasado jueves Rosa Aguilar vino a Córdoba a despedirse de la política, o de la primera línea del asunto. O sea, que se jubila porque ha llegado a los 65 años y como dijo el secretario general de los socialistas andaluces en el mismo acto, tras una larga retahíla de agradecimientos a doña Rosa, el espíritu de las próximas listas electorales es de renovación. Y Rosa Aguilar ha renovado todos los trajes y las chaquetas rojas,  y en el fondo de armario parece ser que le ha quedado la de cristiana de base. Acaba, dice ella, donde empezó, que es en la cristiandad obrera y de clase, la que luchó en la clandestinidad contra Franco, mucho más de lo que lo hizo el partido que acoge en sus últimos días en activo a Rosa.

De su perfil biográfico hay grandes conocedores porque ha sido una mujer con poder y eso hace que se le acercaran las moscas hambrientas del cacho pertinente. Desde dignísimos periodistas a empresarios cañí. Aguilar ha brillado y ese brillo atraía, pero quemaba como el sol. Hay toda una planta de quemados en el Virgen del Rocío solo de su paso por la alcaldía de Córdoba, en la que supuestamente representaba a Izquierda Unida cuando afectos y desafectos sabíamos que Rosa solo representaba a Aguilar. En ello algunos quieren ver un animal político y  puede que sea así, porque la política está absolutamente desprestigiada. Y no es prestigiosa la ambición desmedida, el egoísmo, la soberbia, la hipocresía y la falta de generosidad, y eso en según qué perfiles humanos y políticos se da mucho. En todos los partidos.

Hay que reconocerle, claro, su capacidad en la briega, en el cuerpo a cuerpo, imbatible en las distancias cortas. Rosa camaleónica, peñista, cofrade, luchadora de clase, sindicalista, alcaldesa, sandokaniana y castilleja. Aguilar de día y de noche, de izquierdas y socialdemócrata, llamazarista y zetapera.  Rosa de Adevida y del 8M, Rosa total. Mozuela con sobrepeso y estilizada consejera, con una delgadez que mantiene y que aumentaba cuanta más cuota de poder conseguía. El poder consume. Mantenerlo, más.

Se despide desde un PSOE que no atraviesa sus mejores horas en Andalucía según las encuestas, aunque aquí puede pasar de todo. El socialismo que acogió a Aguilar ya no existe como no existe la generación de políticos de la que ella formó parte. El socialismo de ahora es la Agenda 2030 y las plataformas televisivas, y Rosa es la Batalla de las Flores y un escaño discreto en el parlamento andaluz. Y pasa a la reserva. Un abrazo por los servicios prestados. Sin problemas de pensión, claro.

Aterriza en Cristianos Socialistas. Que el gobierno socialista penalice el rezo cristiano en la calle necesita alguien que lo explique cuando se pida el voto. Si le preguntan a Rosa, lo hará mejor que nadie. Siempre ha tenido muy buena mano para la prestidigitación.