Cuando los aplausos acaben


Este poema versa sobre el deseo de volver a lo esencial. Está inédito hasta este momento y es obra de la poeta cordobesa Balbina Prior. Se refiere a ese deseo tan anhelado, tan pensado, después de vivir estos acontecimientos de aislamiento. Balbina Prior recita el poema que ha titulado “Triaje”:

Mientras los aplausos se van apagando,

en esta noche que desempolva viejas cajas al recuerdo

y con deseos de volver a lo esencial,

en el letargo caigo detenida,

dejando atrás días de bulla,

días de balcones vacíos 

por el alma asmática de sus dueños,

de tantos minutos al teléfono, gratis y sin usar, 

de antiguos amigos aparcados,

pues volvemos la cara al tiempo

y estamos en manos de cualquiera. 

Mientras los aplausos se van apagando en los balcones,

nos han detenido la prisa, subsidio para no pensar,

pillaje a nuestros sueños,

hambre de piel, sed de fénix renacido,

y jaque mate al padre del rey.

Nos han detenido y estamos desnudos frente a la soledad

y aunque recibimos instrucciones contra el pánico,

mientras las mascarillas llegan,

cubrimos el rostro por la sombra todavía del estraperlo,

homologados a la nueva moda de eludir nuestra íntima pandemia,

en un último esfuerzo para no saltarnos el estado de alarma. 

Cuando los aplausos cesen no temas,

también el triaje habrá acabado, 

que decide frenéticamente si vives o mueres,

entonces las flores disecadas volverán a los cementerios 

y a los libros de poemas que nos regalaron,

los estantes quedarán orlados por la intemperie,

las grúas a inmolar arroyos y montes, 

los balcones quedarán vacíos,

volveremos a las prisas sanadoras

y la encrucijada inmemorial de nuevo 

se abrirá ante nuestro verdadero destino. 

El encierro ha permitido reflexionar sobre muchos asuntos; entre ellos, la necesidad de cambio, de darle prioridad a lo realmente importante. Muchas cajas polvorientas han sido abiertas, con ellas se ha abierto el recuerdo.

Una vida inmersa en la prisa, una vida de ‘balcones vacíos’. Ni siquiera se consumían los minutos del teléfono que las operadoras regalaban, ahora cambiados por megas. La prisa era un ‘subsidio para no pensar’, un narcótico que tenía a la gente ocupada y frenética. Cuando todo paró, todos los valores se han puesto en cuestionamiento. Hay miedo, se recuerda ‘la sombra del estraperlo’; lo que nuestros mayores sufrieron. Pero sobre todo se obvia la ‘íntima pandemia’. ¿Cuál es en la vida actual? 

Pero mientras tanto, todo está parado. Las empresas han cesado su actividad. Autónomos y trabajadores en casa. Todo está parado menos esos ángeles sanitarios, los agricultores, los ganaderos, los camioneros, los trabajadores de la alimentación y los repartidores; los trabajadores de las residencias, las “hermanitas” de la caridad y todos los cuidadores; los centros de acogida de inmigrantes y de refugiados; los barrenderos y los trabajadores municipales; la policía, la protección civil y los militares. A las 8, aplausos.

A las 12 tañen las campanas que se unen y elevan la plegaria comunitaria de toda España y de todo el mundo. La pequeñez humana. Y la grandeza. Los buenos deseos. Y la ayuda de particulares, de asociaciones y de muchos negocios -ahora cerrados-. La solidaridad: Cáritas, el Banco de Alimentos, la Cruz Roja y tantos otros como el Cabildo, o las propias Hermandades que siguen convirtiendo su devoción en redoblada solidaridad y su fe en donativo.

El poema se encamina hacia un discurso abierto ‘ante nuestro verdadero destino’, no sin antes hacer una revisión sobre lo que quedará exactamente igual que antes, como ‘la prisa sanadora’, las grúas como símbolo de destrucción del medio ambiente, y de nuevo ‘la encrucijada inmemorial’ a la que siempre se enfrenta el ser humano.