El legado y el futuro


Resulta a veces desalentador ser testigo de empecinamientos en supuestos errores, atropellos u opacidades

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Presentación del Plan Director de la Mezquita-Catedral. /Foto: LVC
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Vista aérea de la Mezquita-Catedral. /Foto: LVC

Con la presentación esta semana por parte del Cabildo catedralicio del Plan Director 2021 para la Mezquita Catedral se han conseguido varias cosas. Por un lado tener mayor conocimiento, de una manera global, del monumento y templo religioso, de lo que se ha venido realizando en los últimos años y de cuales son los caminos que hay que emprender en los venideros. Por otro, enseñar una vez más a la sociedad que la Iglesia católica, propietaria y gestora de la Mezquita catedral, mima con profesionalidad y acierto no solo el inmueble, sino todo lo que él aporta y ha ofrecido a lo largo de los siglos. Que es mucho.

El documento presentado a la Consejería de Cultura y que responde a todos los preceptos legales y administrativos, no es un documento cerrado, sino flexible y vivo. El propio Cabildo ha llamado a la participación de expertos y entidades para que su aportación enriquezca aún más esta hoja de ruta que definirá el futuro de la catedral en los próximos diez años.

Un plan director que, por otra parte, es público y está al alcance de todos. Ojalá otros estamentos civiles y/o administrativos practicasen el ejercicio de transparencia que se hace diariamente desde el ente catedralicio. O desde la propia Iglesia. Resulta a veces desalentador ser testigo de empecinamientos en supuestos errores, atropellos u opacidades en casi todo lo que rodea, de cara a la opinión pública, a la gestión del monumento. Y que estos provengan no ya de interesados y supuestos movimientos ciudadanos, sino de la propio sector informativo.

Cuando tenemos ante nosotros un documento completísimo que recoge desde el patrimonio arqueológico y su cuidado hasta el valor patrimonial del repique de campanas, presupuestado al milímetro, pensado para el conocimiento de los investigadores, el acceso físico para todos y acorde con los avances tecnológicos que ayudan a prevenir, medir y mejorar, hay quienes prefieren detenerse en una puerta o en el quicio de la más trivial duda.

Ha resultado particularmente cómico, por no tildarlo de patético, cómo algunos han querido ver un riesgo en el sudor emanado por los turistas que visiten el templo. Del ridículo nunca se regresa aunque cada uno es libre de instalarse en el bando que prefiera. Y de apostar por un beneficio personal, que es lo que hay siempre detrás de toda causa colectivista.

Mientras, este nuevo documento viene a sumar otro hito en una gestión impecable y profesional, más allá de su dimensión humana y religiosa. Porque aquellos que se quedan detenidos en la puerta o en el desgaste del chino cordobés olvidan, interesadamente, todo lo que reporta la Mezquita Catedral a los más desfavorecidos, a muchas entidades que lo necesitan y a la propia sociedad cordobesa. Con una generosidad de la que adolecen los críticos de salón.

Y porque este plan director demuestra una vez más que el legado no puede estar en mejores manos para que las futuras generaciones lo reciban enriquecido y en perfecto estado de revista.