Europa se convierte de nuevo en el escenario de una guerra. Resulta llamativo como muchos cronistas olvidan los Balcanes como uno de los últimos conflictos sangrientos en el Viejo Continente y sitúan la invasión rusa contra Ucrania como la guerra más importante tras la II Guerra Mundial. La memoria, además de selectiva, es flaca. La actitud de Occidente y de los países de la OTAN con su respuesta frente al conflicto y sobre todo hacia el país invadido tiene mucho que ver con la memoria y sobre todo con vivir ajenos a la realidad. Hemos olvidado en Europa el horror de la guerra tras muchos años de paz y sobre todo se ha olvidado que el mundo es un lugar hostil en el que la maldad, la codicia, la mentira y la violencia está presente cada día. Solo de esa manera se puede entender medidas que si no fueran ciertas sonarían a chascarrillo, como impedir que Rusia participe en el concurso musical de Eurovisión. Así responden los burócratas europeos no solo a la tragedia del pueblo ucraniano, sino a la amenaza absolutamente real que supone Putin.
Que cayera el Muro de Berlín supuso el final de la Guerra Fría pero no de los movimientos geopolíticos que mantienen frágil la paz. A la vieja Yugoslavia nos remitimos de nuevo, o a la amenaza yihadista/musulmana que ha resultado real en tristes momentos ya históricos de este siglo XXI.
Que la guerra no la quieren la mayoría de los pueblos, de los países, es cierto. Que eso nos mantenga desarmados ante la cruda realidad no es ni adecuado ni prudente. Y no nos referimos solo a un desarme militar de ejércitos cada vez más reducidos y menor inversión en armamento, sino al desarme ideológico y moral que Occidente ha sufrido y padece, en el que pretendidamente se ha hipnotizado a la gente vendiéndole un mundo que no es real y unos valores que por cierto, a la primera de cambio y cuando pintan bastos, los atildados burócratas y políticos abandonan como han abandonado a Ucrania a su suerte.
Y no solo es la tragedia humana para los que sufren el conflicto, sino las consecuencias económicas que todos vamos a padecer, como ya los agricultores o el sector de la energía han avisado; con el deseo de que solo queden en el ámbito económico, porque siempre puede haber unas consecuencias terribles y catastróficas que no nos queremos ni imaginar.
La guerra, otra vez, supone un duro aterrizaje ante lo peor de los humanos y de la historia. Lo segundo peor es la irresponsabilidad de unas naciones, unos dirigentes y unos políticos que demuestran que aquel ‘Pensamiento- Alicia’ que definía al expresidente Zapatero solo era el anticipo español de un irresponsable modo de vida generalizado en un Occidente más frágil de lo que ufanamente se piensa.