El colofón


Conviene en el final de la feria recordar que también sufre carencias que se repiten de un año a otro

El regreso a la normalidad tras la pandemia – que sigue aquí aunque no nos demos cuenta- ha supuesto retomar las tradiciones, las fiestas y las costumbres con muchas ganas, las de recuperar lo que nos identifica y convierte en únicos, de alguna manera. Porque único, sin duda, es el mayo festivo cordobés, que en esta ocasión se ha visto enriquecido por la proximidad de la Semana Santa y que han convertido a los meses de abril y mayo en una oportunidad excepcional para el reencuentro y la celebración.

El colofón a todo esto lo pone la tradicional feria de Nuestra Señora de la Salud, una feria que merece el aplauso generalizado de todos los que nos visitan por su carácter abierto y participativo, con una oferta lúdica y musical para todos los gustos sin perder nuestras raíces.

Pero celebrando, como hacemos, todo lo bueno que nuestra feria tiene, conviene en el final de la misma recordar que también sufre carencias que se repiten de un año a otro desde su instalación en El Arenal y que en esta edición que con tantas ganas ha llegado, han sido más patentes si cabe.

Porque el reciento sigue siendo, sobre todo a mediodía, un lugar insufrible si las temperaturas suben y el sol castiga. En esta ocasión, si cabe, se ha notado mucho cómo ha menguado la conocida ‘feria familiar’ que tiene en esas horas de la jornada su momento, en contraste con lo que ocurre al caer la noche, que la feria se convierte en un territorio de jolgorio juvenil en el que la fiesta adquiere otro cariz (en ocasiones más disoluto). Las sombras, la aclimatación y la comodidad siguen siendo  asignaturas pendientes que pasa de corporación en corporación sin que se encuentre la solución más adecuada.

Aunque la inflación y la subida de los precios han venido a complicar la instalación de casetas este año, y posteriormente el propio consumo en la feria, sería bueno reflexionar sobre el descenso del número de casetas que se viene produciendo año tras año y que es un síntoma inequívoco de que algo falla, y que tristemente refleja que nuestra feria cada vez es menos atractiva para lo que también debe ser: un negocio que ayuda  a muchos colectivos, peñas y hermandades a coger oxígeno para el resto del año, amén de la hostelería que allí se instala y el resto de negocios paralelos que conlleva.

Y no estaría mal contar cada año con mejores prescriptores: en las campañas de publicidad habría que incluir a más famosos que aunque no siendo locales – que son pocos, por cierto- vendan nuestra feria y la muestren al mundo como ellos saben, porque también forma parte de su trabajo. En esta era de la imagen y las globalidad digital eso es algo fundamental.

Como somos conscientes de las sensibilidades que se tocan cuando de un modo u otro se habla de nuestra feria, que ningún lector dude que el ánimo de estas líneas es absolutamente constructivo y dirigido a aquellos que tiene la potestad de convertir le feria en un colofón aún más grande para el mejor mes de mayo que se vive en Andalucía.