Votar en conciencia


No es la primera ver que se trata de polemizar con lo que por otra parte es habitual desde la Iglesia: recordar a los católicos que tienen una responsabilidad

Poco tardaron los medios de información de izquierdas en poner el grito en el cielo cuando Santiago Gómez Sierra, obispo de Huelva, en su homilía de la Misa Pontifical del reciente Pentecostés dijo que  “debemos tener en cuenta las afinidades o incompatibilidades de nuestros principios morales con los proyectos, programas y actuaciones de cada uno de los partidos”.

Enseguida le acusaron de estar pidiendo el voto” a la derecha” y de interferir en la campaña electoral. Ni lo primero es cierto y sobre lo segundo, faltaría más. Si un pastor de la Iglesia no puede recordar a sus feligreses que deben tener en cuenta su fe y los consiguientes preceptos morales a la hora de votar (y de tratar al prójimo o de hacer su trabajo) entonces es que, en efecto, la libertad de expresión ya queda deontológicamente monopolizada por las plataformas televisivas (progres) y los medios  y políticos (de izquierdas).

No es la primera ver que se trata de polemizar con lo que por otra parte es habitual desde la Iglesia: recordar a los católicos que tienen una responsabilidad, por la fe que libremente han elegido ejercer, a la hora de votar. Porque un voto respalda a un partido político, a un programa concreto y a una manera de hacer las cosas en la sociedad. En la nota que los Obispos del Sur publicaron el pasado día 1 de junio se era muy claro en esto cuando, en esa coherencia con la fe cristiana,  se apuntaba que “es necesario respetar el derecho a la vida humana, inviolable desde su concepción hasta su muerte natural; el reconocimiento, la promoción y la ayuda a la familia, como unión estable entre un hombre y una mujer, abierta a la vida; la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos según las propias convicciones morales y religiosas; el respeto a la dignidad de toda persona, a la libertad religiosa, a los valores espirituales y a la objeción de conciencia; la defensa y ayuda a los más débiles de la sociedad, como ancianos, jóvenes, parados e inmigrantes”. Nada que la Iglesia no recuerde cada día, haya elecciones o no. Y precisamente eso fue lo que apuntó el prelado onubense. No pidió el voto para ningún partido en concreto. Solo señaló que los católicos, como ciudadanos y como votantes, son exhortados “a principios morales accesibles a la razón; porque hay asuntos que no deben estar sujetos a diferentes estrategias de partido, sino que son temas exigidos por la ley natural, por la razón, por el verdadero humanismo”.

Cabría preguntarse, además, por qué cuando se apelan a esos principios morales (respeto a la vida, a la familia, a la libertad de educación, a la ayuda a los ancianos y los más débiles) hay partidos y medios afines que saltan como si le echaran acero incandescente en un pie. En su reacción, evidentemente, encontramos parte de la respuesta. Lo que a los católicos, por cierto, debería  hacerle más fácil ejercer el derecho al voto en un sentido u otro si además escuchan a su corazón.