Dos triunfos


La mayor promesa que ha hecho Moreno en esta campaña es la moderación. La segunda se refiere a la consolidación de un modelo.

Se cumple hoy una semana de la incontestable y contundente victoria de Juanma Moreno y el PP en las elecciones andaluzas y hay poco que añadir a todo lo dicho, lo analizado y lo celebrado. Andalucía vive un momento histórico en la trayectoria de la democracia y llega precisamente en la peor época que ha conocido España, atenazada por un socialismo extremo y revanchista, demagogo y muy peligroso para la salud de la propia democracia, como ha demostrado su último movimiento para hacerse con Indra, la empresa, entre otras cosas, encargada de los recuentos electorales. Amén de las gracias concedidas a los separatistas,  proetarras y comunistas. Parte de los bueyes con los que tiene que arar Juanma Moreno pertenecen a un territorio hostil para él, para los andaluces y para los propios españoles.

La mayor promesa que ha hecho Moreno en esta campaña es la moderación. La segunda se refiere a la consolidación de un modelo. Pero el reto es aún mayor: se trata de desmontar toda una red clientelar que no solo afecta a la administración sino a la manera de vivir en Andalucía, tras 37 años de socialismo latifundista y de amiguetes. Algo se pudo hacer en la última legislatura al respecto, pero queda mucho camino, en ese sentido, por recorrer, y con una mayoría absoluta a priori puede resultar mucho más fácil. Moreno tiene un su mano darle la vuelta a una región toda y, como ha demostrado, hacerlo sin bajezas, venganzas ni estridencias. La palabra que más han repetido en estos días es ‘humildad’ y es deseable que no se quede solo en un buen propósito.

Otro gran triunfo, que no nos queda tan lejos como pueda parecer, es la derogación del carácter de ‘derecho’ del aborto por parte del Tribunal Supremo en EEUU, y que supone un aldabonazo importante para los defensores de la vida – en todas su fases- que tan denostados están por políticas nacionales e internacionales y medios de comunicación masivos que habían convertido este tema no solo en un derecho innegociable, sino  que lo habían colocado fuera de todo tipo de debate. La defensa de la vida solo se puede ver como algo retrógrado o rancio en una sociedad ciertamente enferma y por parte de aquellos que, con este asunto, hacen un verdadero negocio, que a la postre es lo único que tras el aborto hay: dinero, no dignidad.

Ahora que también parecen que cambian las tornas políticas en España y de cara a un necesario y salvífico vuelco electoral en una próximas generales, bien harían los partidos de centroderecha en no colocarse de perfil con la defensa de la vida y no hacer de ello otra excusa para abanderar la moderación que, como ha quedado claro, es un excelente argumento electoral.