Testigos del cordobesismo


Rafael Campanero lo fue todo en el club, pero fue, sobre todo, –y seguramente es como quisiera ser recordado- un simple “hincha” más enamorado de sus colores

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Antiguo marcador de El Arcángel. /Foto: LVC
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Rafael Campanero, en los exteriores del Arcángel. Imagen publicada en su cuenta de Facebook.

Con la reciente muerte del gran presidente don Rafael Campanero Guzmán (1926-2022) se nos ha ido el último de los socios fundadores del Córdoba CF aquel lejano 6 de agosto de 1954. Lo fue todo en el club, pero fue, sobre todo, –y seguramente es como quisiera ser recordado- un simple “hincha” más enamorado de sus colores. Allí arriba, desde esos Goles, Preferencias y Tribunas celestiales, le habrán recibido con los brazos abiertos un nutrido grupo de cordobesistas ya eternos, “forofos” que sufrieron (y a veces disfrutaron) de “su” Córdoba. Y entre ellos queremos resaltar a tres sencillos seguidores de a pie, a los que don Rafael habrá reconocido y saludado enseguida con un gran abrazo.  

«La Manola» y su hermano «Matías Prats»

Puerta principal del estadio El Arcángel. /Foto: LVC

Todo el mundo en Córdoba la conocía como «La Manola», pero bueno será saber cuáles fueron sus datos de filiación. Su nombre real era Manuela María del Tránsito del Corazón de Jesús Ramos Guerrero. Nació el 17 de diciembre de 1915, en la calle de los Frailes nº 66, o lo que es igual, la última casa de la acera de la derecha que termina en el Jardín del Alpargate. Sus padres fueron José Ramos Castro, de profesión albañil, y María del Tránsito Guerrero Pedregosa, de profesión sastra. Fue bautizada el día 12 de mayo de 1916, en la iglesia de San Lorenzo. 

En esa casa de la calle de los Frailes vivieron sus abuelos maternos, y sus padres unos cuantos años, hasta que éstos se mudaron a la calle Moriscos nº 33. Allí su madre se queda viuda al fallecer su marido de un repentino infarto el 30 de julio de 1928. Y entonces se muda de nuevo, ahora sola con sus dos hijos, a la calle Montero, primero a la casa nº 2, y posteriormente a la casa nº 18. «Manola» llegó a casarse con Eduardo Camacho Relaño, el 24 de septiembre de 1939, pero pronto también quedaría viuda, y sin hijos. En vísperas de la Navidad de 1958 se muere su madre, quedando con su hermano menor Rafael, al que siempre cuidó como si de un hijo se tratara.

Como ejemplo de este amor fraternal, todavía podemos recordar cuando operaron a su hermano de la «póstata», como decía ella, que se ganó a toda la planta del Hospital con sus ocurrencias y porque a la vez que llevaba bocadillos a su hermano se los llevaba a todo el mundo. En otra ocasión, en una de aquellas trifulcas que se formaban algunas veces en los partidos de fútbol de Lepanto, «la Guardia de Asalto», como se llamaba antes a la Policía Nacional, se llevó a su hermano al cuartelillo que estaba entre el Teatro Duque de Rivas y la Cafetería Rosales. Tras enterarse, le faltó tiempo para ir y hablar con el mismísimo gobernador que estaba en el Circulo de la Amistad, participando en unos actos oficiales. Ella, muy diligente, lo abordó y le espetó: “Oiga usted, señor, mi Matías es muy bueno y está enfermo, y me lo han detenido los de «la porra» de forma equivocada. Por favor, usted que es un señor importante ordene que suelten a mi hermano”.

No es que se equivocara con el nombre de su hermano. Le apodaban cariñosamente «Matías Prats» por su gran afición al fútbol, que compartía con su hermana, así como un intenso amor hacia los colores del Córdoba CF. Era un espectáculo observar a ambos durante los partidos. 

El viernes día 21 de mayo de 2021, cuando el Córdoba CF se asomaba de nuevo al abismo de la Tercera División (edulcorada con otro nombre para confundir), hacía justo treinta y siete años que jugaba un partido con el Zamora en el que no competía por nada, pues ya estaba descendido a Tercera División. Atrás habían quedado unas temporadas para el recuerdo de aquel equipo que en abril de 1962 nos dio una enorme alegría al ascender a la Primera División del fútbol español por primera vez en su historia. 

Pero aunque el Córdoba estaba descendido en aquel partido de 1984, al campo acudieron unos mil quinientos fieles aficionados. Entre ellos estaban “La Manola» y su hermano, que al terminar el partido, y del sofocón que tenía, le entró un “tic” nervioso que necesitó que «Loli», aquella activa mujer que vendía «Coca Cola» en la Westinghouse y que regentaba el ambigú de Tribuna del Estadio del Arcángel, le tuviera que facilitar una silla y un vaso de agua. Pero con toda el agua que cayó en aquel encuentro contra el Zamora (que incluso provocó la suspensión temporal del partido) no se pudo lavar la imagen de una campaña nefasta ni la caída al pozo de la Tercera División, donde el Córdoba volvió a caer otra vez en 2021 (afortunadamente de forma efímera).

Por eso es bonito recordar mejores tiempos, como el año 1965 con la peña «Córdoba Soberana». Esta peña destacó en Córdoba haciéndose acreedora a los mejores premios en cuantos concursos participaba. Tenía su sede en el “Bar 24″ en plena calle Montero. Por ocurrencia de su presidente, Rafael Domínguez, organizó una caravana de más de cuarenta peñas con sus autocares, todos con sus pancartas de «Viva Córdoba» y «Viva el Córdoba CF». El desplazamiento era a Sevilla, para disputar un partido de liga contra el Real Betis Balompié. Aquel partido lo ganó el Córdoba por cero a uno. Disfrutaron lo suyo los cordobesistas, y hasta el singular «Mandica», personaje irrepetible del Alcázar Viejo, fue sacado a hombros del estadio. También el popular «Pepe Conde», del que hablaremos después, hizo a la gente disfrutar, y hubo un momento, en el descanso del partido, que todo el Gol Norte se levantó para aplaudirle cariñosamente. Y no me quiero dejar atrás, por supuesto, a «La Manola» y su «Matías Prats» que hicieron reír con sus ocurrencias tanto en el viaje como durante el partido. Ellos viajaron en el propio autocar de “Córdoba Soberana” invitados por Rafael Domínguez. 

José Rodríguez Puntas, «Pepín Puntas», tenía su taller de platería en la casa en donde vivía “La Manola» en la calle Montero nº 12. Lo visitábamos con frecuencia algunos amigos, yo en particular, pues «Pepín» se había casado con Rafaela Morales Arquillo, hermana mayor del «Pulga», ambos vecinos de mi calle Roelas.

Al poco de fallecer su hermano «Matías Prats», en 1986, estando un día en el taller, al verla pasar por el patio hacia su vivienda hablamos con «Manola» que se veía muy cansada y con cierto disgusto. La muerte de su hermano le había afectado mucho. Por otra parte, estaba preocupada por la intención del «Caliche» de vender la casa, por lo que tendría que buscarse otra vivienda. Se sentó junto a nosotros y empezó a hablar: «Es que estoy muy cansada y tengo dolores de «reoma» por todo el cuerpo. Han sido muchos los años en los que he estado en el servicio de limpieza de los Mercados Municipales, tanto en la Corredera como en el del Alcázar Viejo”.

Como estábamos entre conocidos le pregunté cuándo empezó a ir al fútbol, y me contestó: «El fútbol era cosa de mi hermano Rafael, que cuando trabajaba en la «Porcelana» solía entrar en el bar de la Piedra Escrita «Casa Marín» y allí se encontraba con «Pepe Conde» y otros amigos, grandes aficionados al fútbol. Pero mi hermano tenía una enfermedad de los nervios que cuando bebía se me ponía como para morirse, y la más de las veces tenía que lavarlo de arriba abajo, porque le entraba una gran descomposición por sus dos “bajantes”. Por ello, y por tal de que él disfrutara, decidí acompañarlo todos los domingos… Y resultó que aquello del fútbol… ¡coño!»… que a mí me encantó… que después de toda la semana madrugando hasta te relajaba un poco. Y ya me lo dijo a mí el propio doctor Ruiz Maya que vivía en el edificio “de los cristales” del Campo de la Merced, que era bueno para el padecimiento de mi hermano que se distrajera”.

Más tarde le quise preguntar que a qué vino exactamente lo de «Matías Prats», nombre por el que incluso ella misma llamaba a su hermano. Y nos dijo: “Mucha gente cree que se debe a que mi hermano hablaba «arrastrando la lengua», pero eso no fue así. En la taberna de «Casa Marín», en los años cincuenta, se formó un grupo formado por Juan Montiel, Diego Camino, Luis Navas y «Pepe Conde», que fueron a colaborar con el «Padre Ladrillo» para levantar una iglesia en el barrio del Naranjo; todos ayudaron allí de una forma u otra, y para no ser menos, Juan Montiel sacó a mi hermano al escenario para que hablase del Córdoba CF. Pero mi hermano dijo: «Yo, yo…, no sé nada más que de futbol…». Y ante lo nervioso y mal que soltaba las palabras, Juan le echó una mano diciendo: «Señores éste es un auténtico Matías Prats hablando de fútbol”. Al llegar a mi casa, y con unas copas de más, me comentó lo de «Matías Prats», y yo lo vi feliz, y por ello nunca me molestó que le llamaran como a ese gran locutor”. 

“A mediados de los años setenta -seguía «Manola»- Juan Montiel trajo por Córdoba al verdadero Matías Prats Cañete, para una “cosa política” que se quería presentar, y fuimos a verlo mi hermano y yo en la peña “Córdoba Soberana”. Y el gran locutor de las gafas oscuras dijo que le daba a mi hermano como la alternativa, para que se llamara en Córdoba de forma simpática «Matías Prats». Mi hermano lloró de alegría”.

También le preguntamos por el incidente de aquella silla que le tiró a un árbitro, y que dio lugar a que se tuviera que ver en el juzgado. “El Córdoba CF –nos dijo- se portó muy bien conmigo y me pusieron hasta tres abogados para que me defendieran. No hubo juicio sino un apaño en el despacho del señor juez. Este señor fue muy cariñoso conmigo, pues yo le conocía del fútbol, ya que él estaba algunas localidades por encima de las nuestras. Me advirtió de forma muy seria que eso era un acto punible y que pude causar lesiones importantes. Pero después de decirme esto, y antes que hablara alguno de mis abogados, me permitió hablar y al terminar me dijo: «El mismo árbitro, al saber lo aficionada que es usted al Córdoba, ha retirado la denuncia».

Por último, como curiosidad, «La Manola» nació en la citada casa nº 66 de la calle los Frailes. La misma casa, aunque con otro número, donde en 1944 nació Rafael Gómez Sánchez «Sandokán» que tuvo tanto protagonismo con el Córdoba CF a partir del año 2000. Pero para entonces, Manuela Ramos Guerrero ya había fallecido, en 1997. Desde otro “palco”, ella y su hermano «Matías Prats» volverán a animar a su Córdoba en la nueva  2ª B donde jugará este año, y a enfrentarse si hace falta ahí arriba con los que se metan con su equipo. Para ello, ahora tiene de apoyo a su presidente Campanero, del que ella decía que alguna vez que otra la sacó de algún “conflicto” producido en la grada del estadio, en donde se dejaba el corazón defendiendo a su Córdoba CF de su alma. 

«Pepe Conde»

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Acceso principal al estadio El Arcángel. /Foto: LVC

Otro cordobesista inolvidable: José Guijo Cruz, “Pepe Conde” (1913-1967), singular personaje que nació en el castizo barrio del antiguo Campo de la Verdad, en lo que se llamaba entonces Plaza de la Iglesia, posteriormente Plaza de Santa Teresa, y hoy otra vez vuelve a llamarse como antiguamente. Es la coqueta plaza con la fuente y la farmacia, que se abre a las calles del Horno y Fernández de Córdoba, y donde también llegó a estar el callejón sin salida que te llevaba al cine de verano «Benavente», muy popular. Sus padres fueron José Guijo Lamarca y Teresa Cruz Díaz, con la que llegó a vivir soltero hasta que ésta falleció. Como vemos, no nació en San Agustín como ha dicho tanta gente que ha escrito sobre él. Otra cosa es que, dada su gran amistad y relación con Luis Navas, Juan Montiel y Diego Camino Pulido, visitara con frecuencia este barrio, especialmente las tabernas «Casa Marín” y «La Beatilla». En esta última estaba enclavada la famosa peña “Los 14 Pollitos», institución festiva de la que llegaría a ser presidente su íntimo amigo Diego Camino Pulido.

José Guijo procuraba siempre acudir a sus actuaciones y diversiones festivas con un atuendo que consistía en un pañuelo de color rojo anudado al cuello y otro blanco que le rebosaba en el taquillo izquierdo de su chaqueta. Además, tocado siempre con su sombrero cordobés, prenda que, sin lugar a dudas, formaba una parte intrínseca del personaje que siempre imitaba: «Pepe Conde». Este nombre lo adoptó al ver en el Cine Goya la película «Morena Clara», rodada en 1936, dirigida por Florián Rey e interpretada por Imperio Argentina como “Morena Clara” y Miguel Ligero, que en su papel cómico y divertido se desenvolvía como “Pepe Conde”, hermano de ella. Esta película fue todo un éxito en su época. Posteriormente en 1954 se rodó otra versión, en donde el papel femenino de «Morena Clara» fue interpretado por Lola Flores en su pleno apogeo, y repetía Miguel Ligero en el papel de «Pepe Conde», pero por razones lógicas de edad hacía esta vez de tío de Lola Flores. Miguel Ligero cantaba la famosísima copla de la película: «Échale guindas al pavo… que yo le echaré a la pava… azúcar, canela y clavo». Por eso esta canción siempre formó parte del repertorio del mencionado y polifacético José Guijo – «Pepe Conde» en sus actuaciones. 

De joven, «Pepe Conde» entró a trabajar en el Ayuntamiento de Córdoba, en el Departamento de Arbitrios (recaudación). En este puesto de funcionario, por tener que cumplir con su obligación en turnos de guardia, lamentó siempre que no pudiese estar en aquel desplazamiento histórico que hizo el Córdoba a Huelva para disfrutar «in situ» de aquel tan ansiado ascenso en abril de 1962, con aquel famoso resultado de cero a cuatro. Al menos, sí pudo estar en el recibimiento a los jugadores de Córdoba CF, y salió al encuentro con algunos amigos que le llevaron hasta la localidad de La Carlota, recordando que aquello fue la «hecatombe» por lo que allí se formó con la felicidad a raudales.

Y es que al no tener ni coche ni carnet de conducir «Pepe Conde» tuvo muchas veces dificultades para compaginar su horario laboral y asistir a los desplazamientos del Córdoba CF como era su ilusión. Pero sí recordaba un desplazamiento que hizo con un amigo a Jaén (29-11-1959). Aunque ambos fueron en el tren especial que se organizó por parte de Renfe, allí en Jaén algunos conocidos de Córdoba los convencieron para que anularan el billete de vuelta y se volvieran con ellos en el autocar de su peña, quizás por llevar la «maleta llena de 24», como decía él. Pero los dos amigos perdieron la hora de salida del autocar, y decidieron ponerse en carretera camino de Córdoba andando y cantando todo lo a gusto que pudieron, hasta que un camión los recogió. Por lo visto aquel día les debió mirar alguien con “mal ojo”, pues todo les salió a revés. Primero perdió el Córdoba su partido por 1 a 0, habían perdido el autocar y, para colmo, el camión que los recogió camino de Córdoba se averió y estuvieron hasta media mañana en que los recogió un coche… de la Funeraria Moreno de la calle Pompeyos que volvía de vacío de después de haber hecho un traslado funerario a Madrid. Llegaron a Córdoba a primera hora del lunes, un tanto cansados de toda la noche en vela, tanto que “Pepe” no pudo ir al trabajo y tuve que llegarse por el «18 de julio» para justificar el día por estar enfermo ya que nadie se iba a creer lo que le había pasado.

Pero por encima de todo, “Pepe Conde”, aparte de ser un gran artista en verbenas y eventos artísticos, era ese hombre que podíamos observar en todos los partidos que se celebraban en el viejo Estadio Municipal del Arcángel. Esa figura simpática y graciosa que desde su localidad de Gol Norte se levantaba y tocaba su cornetín para anunciar la salida de nuestros jugadores, o que lo tocaba cada vez que el Córdoba conseguía un gol. La mayoría de los aficionados (que entonces llenaban el estadio), tanto los de Tribuna como los de Preferencia, estaban pendientes de sus gestos «trompeteros». El sonido de su trompetilla era celebrado por todo el estadio que se fundía en un aplauso unánime.

Como tantos y tantos de su barrio del Campo de la Verdad, tan cordobés y tan cordobesista, para acudir al Arcángel solía utilizar la barca del Arenal que llevaban los hermanos Enrique y Mario, los cuales vivían en el Molino de San Antonio. Los fines de semana no había quien le quitara su fútbol, sus amigos y sus copas de vino, y no tenía un sitio fijo para disfrutar de ello en el barrio, ya que lo mismo lo hacía en «Casa Currito», «Los Romerillos» «Bar la Almeja», “Casa Ponferrada». «Bar el Arco Iris», “Casa «Miguelito», “Casa Pepe el Gordo» a la bajada del puente, la taberna «El Chicha» en la calle Jesús, o la de Juanito (con perdón) «El Maricón», con su pescado en adobo. En todos estos sitios, muy querido por sus dueños, dejó un reguero de amigos y formaría animadas tertulias entre copa y copa de vino “de la tierra” como decía él. Siempre se sintió orgulloso de su barrio y contaba como una primicia que él pudo presenciar cuando fue colocado a principio de los años de cincuenta el mosaico de «Nitrato de Chile», que durante muchos años se convirtió en el frontal a caballo que el viejo Campo de la Verdad presentaba a los viajeros que venían de Sevilla.  

Todavía tengo en la memoria un partido con el Málaga de la temporada 1965-66 que se había puesto muy duro y el Córdoba no marcaba un gol ni de rebote. El nerviosismo se apoderaba de todos nosotros viendo que el partido se acababa. Y aún era más lamentable el nerviosismo de los que estábamos en localidad de Gol Norte, un poco por encima de «Pepe Conde», porque había caído justo un poco más abajo un grupo de aficionados malagueños que no paraban de gritar “Málaga, Málaga…” a la vez que movían de forma acompasada un enorme rábano que portaban.  

Ya en las postrimerías del encuentro aquello se hacía angustioso. Faltando pocos minutos, el entrenador del Córdoba, Eduardo Toba, haciendo una cosa que no era frecuente en él, se salió del foso de entrenadores y levantando los brazos le pidió a la afición un último esfuerzo. De esto se percató un tal «Popeye», al parecer un antiguo y fornido legionario, que ya llamaba la atención en aquellos tiempos porque tenía en los músculos de los brazos tatuado a este personaje. Y este hombretón, ni corto ni perezoso, se dirigió al lugar donde estaba «Pepe Conde» y lo convenció para que se dejara coger en «borombillos». Aquello fue visto y no visto, y «Pepe Conde», a hombros, empezó a tocar su trompeta, el estadio entero a hacer palmas y decir “Córdoba, Córdoba…” y de alguna manera se logró acallar a los malagueños del dichoso y enorme rábano. En una jugada de rebote le llegaría la pelota a Ricardo Costa, que al borde del área empaló un remate que se coló por toda la escuadra izquierda del portero del Málaga. Aquel gol desató la locura colectiva en todo el campo, y la trompeta de «Pepe Conde» sonó con más fuerza que nunca. No hace falta decir que los del rábano hicieron «mutis por el foro» y de alguna forma se disiparon de allí. Nadie sabe cómo acabó el rábano. Al terminar el partido el legionario dio una vuelta al estadio con «Pepe Conde» que sólo llegó hasta la Tribuna. El estadio en pie les aplaudió.

Por el periódico Córdoba del día 24 de enero de 1967, por crónica de su amigo Juan Montiel Salinas, nos enteramos de la triste muerte de «Pepe Conde»:

«Ayer a los cincuenta y dos años de edad, falleció en nuestra ciudad el polifacético «Pepe Conde» que por su gracia sin par y su simpatía arrolladora se granjeo en vida las mayores amistades.

José Guijo, como se llamaba en realidad estuvo siempre presto a colaborar con su arte en todas las funciones benéficas, como fueron «Operación Ladrillo», campaña pro-hospitales y centros benéficos, donde «Pepe Conde» se hizo uno de los hombres más populares de nuestra época dentro del folklore cordobés. Colaboró también en cuanto festejos organizó nuestro Grupo de Empresa y llevó bandera de alegría a la «Casa de Córdoba» en el verano de 1965, cuando aquella sociedad organizó “EI Día de Córdoba» en Málaga. 

Su fallecimiento ha causado hondo pesar entre todos los cordobeses, pues estaba muy ligado a las «peñas» y al Córdoba CF. del que era un gran defensor y a todo lo que significara exaltación de la ciudad.  

Siempre estuvo «Pepe Conde» decidido a que Córdoba destacara entre las capitales españolas, pues no en vano muchas veces se convirtió en cicerone de infinidad de visitantes, personas populares que le reclamaban.  

Nuestro más sentido pésame a su viuda, doña Josefa Heredia Muñoz. El que estas líneas redacta puede dar buena fe de que el genial polifacético que nos ha dejado para siempre, tuvo siempre a muy orgullo el ser cordobés y que por su amor a su patria chica merece que todo aquél que se plazca haber sido su amigo eleve al Todopoderoso una oración por su alma y asista a la misa de «Corpore Insepulto» que se celebrará hoy a las cuatro de la tarde en la Iglesia de San Vicente Ferrer (barrio Cañero). Montiel«.