En defensa de la Universidad Laboral de Córdoba


Defiendo y defenderé a la Laboral frente a esos políticos de uno y otro signo que no pararon de atacarla, dejándola languidecer hasta que se la cargaron

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Universidad Laboral de Córdoba. /Foto: LVC

Pocos proyectos públicos han sido tan atacados, marginados y al final olvidados entre matorrales y matojos como el de las Universidades Laborales:

” Fue un proyecto machista”

” Funcionaba de acuerdo al nacional-catolicismo de la época”

” Fue un tipo de construcción franquista”

” Los profesores del régimen tenían ventajas”

” Fue…” … ya no saben que decir para justificar su desaparición. 

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Universidad Laboral de Córdoba. /Foto: LVC

Como antiguo alumno de la Laboral de Córdoba, lo único que puedo decir desde mi perspectiva (que asumo no deja de ser subjetiva) es que la mayoría de los alumnos que estudiamos allí, al menos en sus inicios (1956-1961), no echábamos cuenta de aquellos aspectos negativos que se le adjudicaban (y que se le adjudican aún hoy día) muchas veces por personas que no tenían ninguna relación con la Laboral o que, teniéndola, ha ido amoldando con el tiempo sus opiniones para medrar, desde futuros políticos a poetas “comprometidos”. 

Ahí estaba Radio España “independiente”, “La Pirenaica”, emisora dominada por el PCE, que desde el 22 de julio de 1941 estuvo emitiendo desde el “paraíso” del Moscú estalinista, para luego más tarde hacerlo desde la muy «democrática» Rumanía. Los locutores Enrique Castro Delgado, Jacinto Barrio y José Sandoval tenían elaborados programas continuos contra todo lo que se movía en España, y las Universidades Laborales no iban a ser una excepción. Desde el punto de vista laboral intentaron sin éxito que los trabajadores que construían la Laboral de Córdoba se negasen a colaborar con el régimen. Llegaron incluso a plantear comparaciones con la obra del Valle de los Caídos, en la que según ellos fueron masacrados miles de presos políticos.

En contraste con el seguimiento que daban a las huelgas en el Este de Europa (fábricas Skoda en Checoslovaquia en 1953, albañiles en Berlín Oriental, etc.), donde los trabajadores eran calificados como “agentes del imperialismo que querían alterar la paz y la tranquilidad aquí, dirigiéndose a los españoles, y en el colmo de la propaganda cínica llegaron a pregonar “que las Universidades Laborales eran un instrumento más del régimen para quitarle a la clase trabajadora la gente que pueda valer y dejarla huérfana”.

Disponiendo de un gran sistema de información interno, de cualquier cosa que ocurría durante la construcción de la Laboral en Córdoba tenían oportuno conocimiento, y lo comentaban a su manera. Al estar la obra en las afueras se hizo necesario el transporte diario de cientos de trabajadores, en camiones, donde iban de pie agarrados a sendas barras colocadas en el techo de la caja del camión. Así que dijeron que a los trabajadores los llevaban “como a cochinos”, sin tener en cuenta que ni en Córdoba ni en toda su provincia había autocares suficientes para llevar todos los días a los innumerables obreros contratados que se montaban en distintos lugares de Córdoba. 

Otra “información” retransmitida acaeció tras un accidente el día 11 de octubre de 1955 mientras se construía la techumbre de los talleres generales, zona de fundición y forja. Se hundió parte del techo y resultaron heridos 24 trabajadores, que rápidamente fueron llevados a centros sanitarios, Casa de Socorro, Cruz Roja y Seguridad Social. Precisamente ese mismo día había acababa de visitar las obras el ministro Girón que ante el accidente, y de acuerdo con el gobernador civil, para dar tranquilidad a las familias dio un día vacacional en el trabajo a todo el mundo. «La Pirenaica» lo contó como el comienzo de una huelga en protesta por las condiciones «tan inhumanas» que sufrían los trabajadores de la obra. 

También eran muy notorios, aunque más sutiles, los ataques continuados desde dentro del propio régimen por “familias” que estaban en contra del sincero falangismo de Girón, capitaneadas por Ruiz Giménez, “Sor Intrépida”. Para ellos, defensores de la Universidad “tradicional”, con todos sus tintes elitistas, aquel tipo de Universidad “laboral”, donde podían entrar hijos de familias muy humildes que fuesen becados, tenía una connotación demasiado “izquierdista”, y además era un rival a la hora de repartir los presupuestos del Estado, sin tener en consideración que el proyecto de las Universidades Laborales se nutría de fondos de las mutualidades de trabajadores. Seguían erre que erre, tachando a Girón de “loco” e imponiendo cada vez más trabas para que los títulos de la “Formación Profesional» se “homologasen” con los de las Escuelas de Formación Profesional “de toda la vida” (tenían que venir profesores de las mismas para certificar exámenes), cortando toda veleidad de que llegasen a ser una vía alternativa para obtener titulaciones y desvirtuando su razón original de ser.  

Ajenos a estos tejemanejes, dentro de la Laboral la única vez que percibimos un runrún de crítica (no sé si intencionada o no) fue en una charla de un sábado por la tarde. El Padre Manuel Pérez, de la Comunidad dominica encargada de la gestión de la Universidad, estaba excepcionalmente formado en temas socio-laborales, estando a cargo del Colegio de Capacitación Social San Álvaro (aparte jugaba muy bien al fútbol). Ese día le preguntaron si consideraba el proyecto de las Universidades como una idea “machista”, y él contestó:

“Tradicionalmente en este país y de antiguo el hombre ha sido por lo general el que ha salido a conseguir el sustento, mientras la mujer trabaja en las labores de la casa, que no son pocas. En esa tesitura la Universidad no hace nada más que continuar la dinámica de esta sociedad que nos envuelve”. Estas palabras las pronunció el Padre Pérez en 1959, y por tanto los comentarios que se hagan ahora de “machismo” después de tanto tiempo están sacados de contexto.   

Tampoco puede creer nadie seriamente que una dictadura pueda adjudicarse en exclusiva un estilo arquitectónico en la construcción de sus obras públicas, con ese sambenito de que la Laboral es arquitectura “franquista” (y, por otra parte, ¿no se dice que España era entonces un páramo cultural? ¿de dónde salía entonces esta creatividad autóctona?). Una obra pública como un pantano se hace o no se hace, y serán los técnicos los responsables del proyecto para que funcione, lo demás son tonterías. Ahora bien, si a toda obra, pantano o monumento se le quiere asignar un estilo por el tiempo de su construcción entonces sí, las Universidades Laborales son, efectivamente, construcciones “franquistas”, pues se hicieron en la época de Franco. 

Sí quiero resaltar que en aquel gran proyecto de la Universidad Laboral de Córdoba (encargado el 23 de marzo de 1952 a Miguel de los Santos Nicolás, Daniel Sánchez Puch, Francisco Robles Jiménez, Fernando Cavestany y Pardo Valcárcel), y cuya obra fue dirigida por Antonio Oyarzábal Planas de la empresa Agromán (bajo la supervisión del ingeniero José Carranza Alonso, que pertenecía a las mutualidades) colaboraron, entre otros, artistas muy dispares como Joaquín Vaquero Turcios (autor del mosaico principal del Paraninfo y otras pinturas), Antonio Povedano Bermúdez (vidrieras de los agricultores en la iglesia), Manuel Suárez Molezún (vidrieras de los pescadores), Juan Polo Velasco (esculturas en piedra), Eduardo Carretero Martín  (altar mayor con los 12 apóstoles), José Romero Escassi (mosaicos), Amadeo Gabino Úbeda (Vía Crucis realizado en hierro y piedra), Ramón Lapayese del Río (bajorrelieves de las puertas de Colegios a Patio Central), Manuel Rivera Hernández,   Germán Calvo González  y Francisco Zueras Torrens (pinturas murales), Antonio Cobos Soto (muros parietales de la iglesia), Amadeo Ruiz Olmos (estatua de Jesús Divino Obrero), Javier Antonio Lahuerta  Vargas (acústica de la iglesia)… Creo que el listado es suficiente como muestra. Ninguna obra posterior en Córdoba ha llegado, ni de lejos, a tal nivel.

En cuanto a que todo el profesorado era adicto al “régimen” me permito contar una anécdota que tuvo lugar el lunes 8 de abril de 1958, cuando se reanudaba la actividad en la Universidad Laboral después de la Semana Santa. Estábamos los Colegios formados en el Patio Central y las escalinatas que presidían la ceremonia estaban repletas de profesores y frailes dominicos. 

El profesor de Educación Física, José Luis Fernández, “Cochele”, procedió a izar la bandera como era habitual todos los lunes. Después de cantar el preceptivo “Cara al Sol”, don Julio García dio aquellas voces de rigor de:

 España…  ¡¡Una!! … España … y en vez del preceptivo “Grande”, alguien soltó en voz alta: ¡¡DOS!! 

Fue el grito de un nuevo profesor agregado del taller de carpintería, llamado Manuel Espejo Jiménez, “El Churumbaque”, que dio con todas sus fuerzas de aficionado al “cante jondo” (ganó el premio de cantes de Levante de 1982). Ante la sorpresa de todos los frailes y el profesorado, su hermano Rafael Espejo, también profesor, terminado el acto lo justificó indicando que era la primera vez que asistía a un acto de esta índole y desconocía por tanto que había que decir ¡¡Grande!!

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Manuel Espejo ‘Churumbaque’. /Foto: LVC

Manuel Espejo «Churumbaque», recientemente fallecido, llegó a trabajar como ayudante de profesor de taller en la especialidad de carpintería, ya que él era ebanista de profesión, y estuvo hasta que se realizaron las pruebas para aprobar Maestría Industrial, requisito que se puso como obligatorio para poder pertenecer a la plantilla de profesores. No pudo superarlas, por lo que volvió a su empresa Muebles Martínez.

Un caso aún más claro de profesor sin vinculación ideológica alguna con el régimen es el del profesor de Dibujo Industrial, el citado anteriormente Francisco Zueras (1918-1992).

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Francisco Zueras. /Foto: LVC

Francisco Zueras Torrens, en calidad de miembro de la Real Academia de Córdoba, acudió a la localidad cordobesa de Montoro a una exposición de cuadros del pintor republicano exiliado en México Antonio Rodríguez Luna. Esta importante exposición fue organizada por la Diputación de Córdoba en el año 1986, y allí acudió toda la intelectualidad de la cultura y el arte de Córdoba y provincia, representados por la Real Academia. Al salir de la exposición, sin bajar aún las escaleras que daban acceso al salón donde estaban colgados los cuadros, Don Francisco Zueras, de forma solemne, apoyándose en el hombro del también pintor y gran amigo suyo Ángel López-Obrero, tomó la palabra y empezó a decir:

“Yo luché en el bando republicano y estuve preso en el campo de refugiados de Angler (Francia). Allí estábamos al cuidado de unos soldados senegaleses, que se preocupaban más de comer que de vigilarnos. Con estas perspectivas, un paisano de Barbastro y yo decidimos escaparnos y pasar los Pirineos, suponiendo que no teníamos en realidad nada que temer, pues ningún daño habíamos hecho. Llegamos a España y al poco tiempo, por mediación de un familiar amigo del padre Fray Miguel Fraile, gran colaborador de Girón, se me hizo un hueco en las Universidades Laborales, concretamente en la de Córdoba, en 1956”.

A este gran hombre, tuve la suerte de tenerlo como profesor de Dibujo Industrial en 1957. Tenía una especie de bondad en su voz que muchas veces le fallaba, no sabemos si por el extenso bigote que tenía, por algún tic nervioso, o por un poco de trabalenguas. El caso es que entre los alumnos se nos hizo habitual su latiguillo respetuoso:

“Señores os ruego a ustedes que encarecidamente tengan la bondad de guardar silencio”.

Todavía conservo algunas láminas en formato A-4, de aquellas divididas en «seis cuadrículas», que nos hacía copiar a mano alzada los dibujos que previamente él había realizado en la pizarra. Eran adornos y motivos de la mejor cerrajería artística tradicional. A la hora de puntuar siempre reconocía el esfuerzo del alumno, aunque fuese torpe con el dibujo. Con él la asignatura de dibujo era distracción y resultaba muy amena.

Aparte de su labor estrictamente de profesor, como hombre de vasta cultura, colaboró en los decorados de la obra teatral “Más allá del mar”, que se estrenaría en 1958, en la que tomó un gran protagonismo el dominico Padre José Mª Güervós Hoyos, que interpretó el papel de Cristóbal Colón; el padre Guervós había llegado a la Universidad Laboral en marzo de ese mismo año. Todo el mundo lo consideraba como un poeta, ya que casi siempre estaba recitando versos. Era muy simpático y un gran orador, e irradiaba simpatía y bondad. El montaje de coros en esta obra estuvo a cargo del coro del Seminario San Pelagio de Córdoba.

Como hemos señalado antes, Francisco Zueras fue también el autor de algunos murales que formaron parte del edificio del Paraninfo, así como de la mayoría de los decorados de otra obra teatral, “Medea” de Eurípides, que fue con la que se estrenó el Teatro Griego de la Universidad Laboral con capacidad para 1.500 personas en la tarde del 13 de noviembre de 1957. La obra fue interpretada por alumnos del Conservatorio Profesional de Música y Escuela de Arte Dramático de Córdoba, dirigidos por Miguel Salcedo Hierro. A esta inauguración asistieron muchos familiares de los alumnos externos, para lo que se pusieron incluso autobuses especiales que salieron del Bar Colón del Campo de la Merced.

Aparte de la Universidad Laboral y la Real Academia, Zueras estuvo muy integrado en la vida cultural de la ciudad (tenía una columna semanal sobre arte en el diario “Córdoba”), e incluso pronunció el pregón de Semana Santa de Córdoba de 1980. Sin olvidar de dónde venía, siempre fue muy solidario con el exilio, e incluso escribió un libro en que resaltaba la influencia de los artistas exiliados en el arte interior de España. 

Para finalizar el rápido esbozo de esta gran persona, quiero señalar el epitafio que su familia puso en su lápida en el cementerio de San Rafael y que lo retrata de cuerpo entero: «Su Fe le llevó a Dios. Su corazón a los suyos. Su bondad a todos”.  Falleció en 1992, a los 73 años de edad. Había llegado a Córdoba con 38 años.

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Lápida de Francisco Zueras. /Foto: LVC

(Cuando fui a visitar la tumba de mi profesor don Francisco Zueras, que está situada en el cuadro de Santa Leonor -lado derecho-, me he llevado la curiosa sorpresa, que a veces nos ofrece la vida, incluso en la muerte, de que está prácticamente junto al enterramiento de su gran amigo el pintor Ángel López-Obrero Castiñeira -1910-1992-). 

No quiero centrarme sólo en el profesorado. Hay que hacer justicia con aquellas limpiadoras anónimas, con su bata azul y su fregona en las manos, que hacían el milagro diario de dar brillantez a aquellos emblemáticos edificios. Sería imposible poder citar a todas esas mujeres sin caer en el error de dejar a alguna olvidada, por ello prefiero mencionar nada más que a una de ellas, que estuvo allí desde primera hora hasta su jubilación. Se trata de Fernanda Alba Cabello, fallecida hace unos años, vecina del Cerro del Campo de la Verdad, un barrio que surgió casi al mismo tiempo que la Universidad Laboral.

También nos parecían artistas aquellas otras mujeres (me acuerdo de Casilda y Rafaela Blanco) que en la cocina preparaban aquellas habichuelas a la “vinagreta” y otras comidas con las que muchos ejercitamos el paladar. Y los empleados que velaban por el mantenimiento de las instalaciones, como aquel grandón, todo bondad, Félix Merino, que nos garantizaba la potabilidad del agua que venía del cercano Canal del Guadalmellato. Al maestro zapatero Señor Sanz, que con su seriedad nos tenía el calzado dispuesto para la “batalla”. Qué bueno les salía el pan a aquellos panaderos con los bollos de pan que eran una delicia. Y qué decir del singular Borrego, aquel empleado que cuidaba de que la calefacción estuviera siempre a punto. 

Frente a la España de hoy de taifas, allí había alumnos de toda España: de Asturias, del País Vasco, de Cataluña, de Valencia, de ambas Castillas, de León, de Galicia, de Cantabria, de Extremadura, de Andalucía, de Aragón… Con sus diferentes acentos, con sus costumbres (descubrí que los “tacos” que en Andalucía usamos para nombrar a alguien cariñosamente más al Norte se entienden de otra forma), pero la convivencia era fenomenal. En lo único que se competía era en el plano del estudio y en el terreno deportivo donde, por cierto, hay que indicar que aquella Laboral contaba con tres piscinas (una cubierta) y una pista de atletismo… es ocioso contar cuánto tiempo tuvo que pasar para poder tener en Córdoba instalaciones similares. 

Para finalizar, añadiré que yo sólo pude terminar Maestría Industrial, porque a mitad de curso se murió repentinamente mi padre con apenas 50 años, en mi casa éramos cinco hermanos y el único que trabajaba era el mayor. Así que tuve que dejar los estudios con todo el dolor de mi corazón para buscar trabajo. Otros compañeros míos del Colegio Gran Capitán terminaron, y su brillantez les permitió trabajar y llegar a altos puestos en grandes empresas industriales de la época como Marconi y Bressel en Madrid, Saca e Isa en Sevilla, o Fasa Renault en Valladolid. A nivel local, también acabaron bastantes en la Westinghouse de nuestra ciudad. No terminé, pero los amplios conocimientos que adquirí en la Universidad Laboral de Córdoba me permitieron progresar en el mundo laboral y en mi vida en general. Y tengo que agradecerle también que, gracias a sus comidas, entré con una altura de poco más de metro y medio, poco nutrido, y alcancé el metro ochenta. Creo que es de bien nacidos ser agradecidos, y por eso defiendo y defenderé a la Laboral frente a esos políticos de uno y otro signo que no pararon de atacarla, dejándola languidecer hasta que se la cargaron.  Como me dijo muchos años después don José Luis García, un antiguo profesor mío de la Laboral cuando se jubiló “Cuando me coloque en la Universidad Laboral en el año de 1956, de profesor de Física, por el sueldo que me adjudicaron y por las buenas instalaciones que allí existían me pareció que me subía a un gran portaviones, pero tengo que decir que cuando me jubilé al principio de los noventa del pasado siglo, me dio la sensación de que me bajaba de una patera»