Fray Juan de la Concepción (1686-1738)


Al tener voto de pobreza con renuncia expresa a su legítima y otras ventajas, sus trabajos o encargos no están notariados

Nuestro Padre Jesús del Calvario. /Foto: Jesús Caparrós

El Miércoles Santo es el día que sale Nuestro Padre Jesús del Calvario. Él nos habla de las dificultades y de los “calvarios” por los que ha pasado este barrio de San Lorenzo. Hambre y enfermedades fueron una constante en el vivir de sus gentes, humildes entre los humildes de uno de los barrios más populosos de Córdoba: en los años cincuenta del siglo XX llegó a tener más de 25.000 almas. Un recuerdo especial para mi madre, para la que este día era el más feliz del año, ya que salía el Cristo de sus padres y de sus antepasados. Ellos mejor que nadie podrían hablar de las dificultades que la Hermandad, como su barrio, padeció a la largo de su historia. Pero todo merecía la pena sólo con ver la sonrisa de ese rostro, que lo comprendía y lo perdonaba todo.

Nuestro Padre Jesús del Calvario. /Foto: Jesús Caparrós

Por eso, en aquellos años cincuenta, el día grande de la Semana Santa para San Lorenzo era el Miércoles Santo. Las casas y las calles, que por lo general carecían del alumbrado adecuado, sin embargo brillaban más que nunca, y la plaza de San Lorenzo era como una ribera con un río de gentes que afluía de todas sus calles para ver a “su” Cristo. Y aquel río se formaba a la ida y al regreso de la procesión. Allí surgían aquellas saetas llenas de espontaneidad y sencillez, como si de oraciones contenidas se tratara, que habían esperado la oportunidad para manifestarlas públicamente ante los mismos vecinos. Vecinos de todas las calles del barrio, chicos y mayores, acudían al encuentro del Señor. Además, lo primero que hacía la procesión, antes de subir en busca del resto de Córdoba, era dar la vuelta al encuentro de los suyos por las calles Ruano Girón, San Juan de Letrán, Frailes, Jardín del Alpargate y María Auxiliadora, tomando contacto también con los vecinos de calles como Trueque, Juan Palo, Alvar Rodríguez, Montero, Agua, Ciegos o Queso. Hoy ya no ven pasar por allí a su Cristo.  

Y es que el barrio le prestaba a la Hermandad gran parte de su propio estilo y forma de ser, y llegaba a hacerse tan consustancial que, con todo el derecho del mundo, creemos que es pertinente añadir a la larga relación de privilegios y advocaciones del título de la Hermandad el nombre del barrio, la Hermandad “de San Lorenzo”, como una nota distintiva más, y no menor precisamente. 

Andando el tiempo, ya en los años ochenta, durante el añorado mandato de José María Gutiérrez, “Guti”, y Pepe Vivas, (posiblemente uno de los mejores de la historia), se dieron unas apoteósicas “recogidas” del Cristo. La saeta se convertía en lamento solemne del amanecer, en aquel marco de la plaza de San Lorenzo, siempre abarrotada de un público expectante, silencioso y respetuoso, identificado con aquel acto de saetas “cuarteleras” protagonizado por unos cantaores de flamenco encabezados por el popular “El Pele”. Desde el balcón de Cándido (antigua Casa Lola) intercambiaban lamentos y «quejíos» de culpabilidad por la Cruz que portaba el Calvario. Un espectáculo para no olvidar jamás. Muchos creímos que detrás de aquel cruce de saetas estaba la Hermandad. Pero no era así. La Hermandad, por boca de Pepe Vivas, era la primera sorprendida. Luego nos enteramos de que todo aquel maravilloso espectáculo estaba encargado por el singular Miguel López Fernández (hijo de Miguel López Salas), que por amor a su barrio de San Lorenzo lo organizaba en penitencia. 

Algo de historia

En torno a un buen hombre del barrio llamado Santiago Repiso, se forma en 1722 la  Hermandad del Calvario, para intentar ayudar y comprender mejor las vicisitudes y penurias de sus vecinos. Su primer desfile por el campo del Marrubial fue el 25 de agosto de 1722, aunque es más tarde, el 9 de octubre de ese mismo año, cuando figura la fecha oficial de fundación con el propio Santiago Repiso como primer Hermano Mayor. Al principio con muy pocos hermanos, pero en dos años ya se alcanzó un par de cientos de afiliados. No eran de los estamentos privilegiados: en el listado aparecen jornaleros, zapateros, carpinteros, panaderos, y otras profesiones de gente sencilla.  

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Fraile trinitario. /Foto: LVC

La Hermandad, por influencia de otra persona clave en estos primeros años, el Padre Trinitario Ambrosio, encarga una talla de Cristo al taller de los propios frailes trinitarios, sito en el Convento de Nuestra Señora de Gracia, muy cerca del lugar donde se construirían casas lindantes con su huerta, conformando una calle que se llamó primero Empedrada, por ser la primera calle que se empedró del barrio, luego se llamó Ciegos (topónimo hoy limitado a un pequeño callejón cercano) y posteriormente Frailes, su nombre actual. En estas casas vivieron a mediados del XX gente muy popular como los Carrillo, los Acaiña, el “Caliche”, la familia de la «Garrota» o el «Churumbaque», aquél mozarrón que sirviendo en Infantería de Marina, (1959), en el Cuartel San Fernando, le guisó unos pajaritos a la jefatura del Cuartel, que les hizo olvidar la tradición del «pescado frito» de la Marina. El tal «Churumbaque» en el año de 1955, sería el que sacó el estandarte de la Hermandad en el desfile procesional. 

Volviendo atrás a los tiempos de la fundación de la Hermandad, en ese taller trabajaba un lego trinitario que, casualidades de la vida, resultó ser un genial artista: Fray Juan de la Concepción (1686-1738). Aprovechando que hizo el noviciado en Granada, aprendió allí el oficio de escultor, aunque no cabe duda de que la cualidad de artista ya la llevaría dentro de sí. 

Era hijo de Pedro González de Herrera y Teresa de Luque, domiciliados en el barrio de San Pedro, donde sería bautizado:

«Parroquia de San Pedro libro de bautismos nº 7 página 473 v.  

En la ciudad de Córdoba en veinte y cinco días del mes de mayo de mil seiscientos y ochenta y seis años yo el licenciado Andrés Jiménez de Aranda, teniente, bauticé a Juan Antonio Rafael hijo de Pedro González de Herrera y de doña Teresa de Luque, su mujer. Fue su padrino Francisco Antonio Rico al cual avisé el parentesco espiritual que contrajo, siendo testigos José de Mesa y Luis Callado y de ello doy fe y lo firmé ut supra.

Firma: Licenciado Andrés Jiménez de Aranda«.

Este fraile lego, a decir de algunos insignes escultores como Antonio Castillo Ariza o Juan Martínez Cerrillo, tenía un “aire especial” para conseguir unos rostros especialmente dulces, quizás por una fuerza que le brotaba desde una fe sencilla. Al parecer, por el Cristo del Calvario cobraría 900 reales.

Al tener voto de pobreza con renuncia expresa a su legítima y otras ventajas, sus trabajos o encargos no están notariados, por lo que en el Archivo de Protocolos no deben de aparecer registros de su importante obra. No obstante hemos localizado como obras de este singular escultor, además de la imagen maravillosa del Cristo del Calvario, las siguientes: 

  • Una imagen de la Inmaculada Concepción para la Hermandad de San Rafael en 1734. Esta imagen sigue estando en la iglesia del Juramento.
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  • Una imagen de “Cautivo” de la Hermandad de Ceuta, por indicación del padre Ambrosio, que se encontraba entonces allí destinado. A esta imagen del Cautivo acompaña una imagen de Dolorosa, igualmente realizada por él. 
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  • También se cuenta como obras suyas un Nazareno del pueblo de Frailes (Jaén)
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  • La Virgen de la Luz de Santa Marina, según descubrió Juan Aranda Doncel, 
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  • La Divina Pastora que está documentada en la Iglesia de la Trinidad. 
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  • También el Nazareno que aparece en el altar del Convento de Cister es posible que fuese realizado por él, ya que el obispo don Marcelino Siuri, fue el promotor del citado Convento, y existe como una relación en el tiempo entre el «lego escultor» y el obispo.
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Imagen de la hornacina de la fachada de San Lorenzo. /Foto: Manuel Estévez

No hemos visto documentado en ningún sitio otra obra que le adjudican como es la del «San Lorenzo» que está en la hornacina superior al  rosetón de la fachada principal de la Iglesia de San Lorenzo, dándose además la circunstancia que ese santo no es ni mucho menos un «San Lorenzo»,  pues se trata más bien de la imagen de un Pantocrator pues tiene un libro en la mano izquierda (Evangelios) y en la mano derecha (deteriorada por el tiempo), parece ser que la tiene en actitud que se decía de «orar» con los dedos índice y corazón levantados- Aunque normalmente esta imagen del Salvador se solía presentar sentada en su trono en la época del románico y principio de la Edad Media, pero bien es verdad de que en el mundo cristiano de Oriente, ya se daba en actitud de pie. Además la melena es otro detalle que le aleja de ser una imagen de «San Lorenzo», y por supuesto la falta de la palma o la parrilla, que son atributos propios de este mártir. Además la misma hornacina de su ubicación es la que siempre se solía utilizar para la representación histórica del Salvador en fachadas de las Iglesias. Y tiene sentido que no sea un San Lorenzo, pues ya la torre tiene en su parte superior una representación del Santo de la parroquia; y en ambos casos la torre y el frontal de la fachada con el rosetón fueron terminados en el Siglo XVI. según la inscripción que figura antes de llegar al primer cuerpo de la torre de campanas.