La rondalla de San Lorenzo


Luis Bedmar cogía "la semilla" que habían sembrado otros pero que no había cuajado bien, y que ahora sí brotaba con fuerza por estar en tierra fértil

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Portada de un disco de la Rondalla de San Lorenoz. /Foto: LVC
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Portada de un disco de la Rondalla de San Lorenoz. /Foto: LVC

En el interesante libro «Historia de la Familia Salesiana en Córdoba», escrito por el Padre Salesiano don José Díaz Cotán, se nombra a Rafael González López, personaje muy implicado en las actividades culturales de Córdoba, que llegó a ser vocal de música y teatro de la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos, además de dirigir y orientar a varias rondallas en nuestra ciudad que obtuvieron numerosos premios. 

No era una excepción en estas inquietudes. Córdoba contaba con una academia para rondallas dirigida por el maestro Ángel González Herrera situada en la plaza de la Magdalena. Por ella pasaron alrededor de mil quinientos alumnos en los muy difíciles años treinta y primeros cuarenta del siglo XX, y de ahí salían para formar parte de las rondallas de entonces como “Los Pamperos”, “Los Pelanas”, “Los Desesperados”, “Los Cinco” o “Rondalla González”, dirigida por el citado Rafael González, ya célebre por aquellas lejanas fechas.

En los años que van desde 1940 a mediados de los cincuenta, además de los Concursos Municipales de Patios, Rejas y Balcones existía también el Concurso de Rondallas, las cuales iban amenizando nuestras plazas más emblemáticas: las Dueñas, Emilio Luque, Cardenal Toledo, San Rafael, San Agustín, Colón, la Lagunilla, el Potro, los Aguayos… Al final, los ganadores casi siempre terminaban actuando en la plaza de los Dolores, que es como se solía llamar entonces a la plaza del Cristo de los Faroles.

Esa Córdoba de mediados de siglo contaba con unas quince rondallas que venían a representar a otras tantas instituciones, si bien algunas pocas eran particulares. Así, teníamos la “Rondalla del Parque y Talleres de Automovilismo”, la “Rondalla La Solera,” la “Rondalla Cordobesa”, la “Rondalla Juvenil de los Salesianos”, la “Rondalla Juvenil de San Eulogio”, la “Rondalla Roger de Flor”, la “Rondalla Mezquita”, la “Rondalla La Lira Cordobesa”, la “Rondalla Los Arpegios”, la “Rondalla de la Cruz Roja”, la “Rondalla de la Organización de Ciegos”, la “Rondalla Ferroviaria” o la “Rondalla de Montemayor”.

Estas rondallas locales fueron dirigidas y tuteladas por grandes aficionados a la música como Valerio Cabezas, Enrique Porcel, Eugenio Sánchez, Antonio Ruiz, Ángel Muñoz, Rafael Gant, Ruíz Martín, Carlos Jurado, Sánchez de la Rubia, el capitán Núñez, Juan Pineda, y cómo no, Rafael González López, cuya rondalla, que llevaba su nombre, era posiblemente la más fecunda y laureada.

Rafael González López se atrevió incluso a presentar en 1951 otra rondalla denominada «Las Hijas de María», cuyas integrantes eran sólo mujeres. Todavía deben resonar los ecos de aquella colosal y nostálgica «Serenata a la Mezquita» que casi hizo llorar de emoción a muchos cordobeses que se congregaron en Capuchinos para escucharle interpretando de forma magistral la inmortal obra de Ramón Medina. Junto a Carlos Hácar, además, refundó el Centro Filarmónico Eduardo Lucena, y transmitió a muchos grupos incipientes sus entusiasmos e inquietudes musicales, así como su maestría con la guitarra y la bandurria.

Mis recuerdos de Rafael González López se remontan a su colaboración con el barrio de San Lorenzo, brindando a su joven párroco don Juan Novo González la posibilidad de crear una pequeña rondalla en la parroquia. Así empezaron sus años de paciente trabajo con alumnos algo “talluditos” que, a falta de conocimientos musicales básicos, ponían toda su voluntad, como José Montero, Manuel Afán, Antonio López, José Estévez, Paco Padilla, Antonio Prat, Francisco Luque o Enrique Rodríguez. Su lugar de reunión era la Casa Parroquial. 

Después de Rafael González se hizo cargo de aquella «mini-rondalla» un señor que trabajaba en la Delegación Provincial de la ONCE y que tenía su novia al final de la calle María Auxiliadora, muy cerca de la farmacia de Villegas que regentaba Rafaelito Casas. Desgraciadamente no recuerdo su nombre. Con posterioridad le sucedería un empleado del Banco Andalucía de apellido Pastor, que alternaba la guitarra con el trabajo de jefe de cartera en el citado banco, una extraña combinación. Pero en aquel grupo inicial quizás faltaba juventud y frescura, y se necesitaba algún cambio.

El revulsivo vino con la casual aparición por San Lorenzo de Luis Bedmar Encinas (1932-2021). El afortunado encuentro entre el cura Novo y don Luis fue con motivo de la inauguración del Teatro Parroquial de San Lorenzo, ubicado en el Cerro de la Golondrina, muy cerca de donde está actualmente un Mercadona, en la remozada calle Antón de Montoro. Aquel pequeño teatro se construyó con la colaboración desinteresada de los chavales del barrio, muchos de ellos integrantes de aquel primer grupo de la rondalla: Inocencio Montes, José Estévez, Rafael Morales, Manuel Afán, Enrique Pareja, Francisco Luque, Antonio López, Manuel Urbano, Isidoro Álvarez, José Luis Reyes… 

Su inauguración se llevó a cabo en el invierno de 1959 con la representación de la obra “Ven y sígueme”, dirigida por otro Rafael González, también antiguo alumno salesiano, el cual, aunque trabajaba entonces de dependiente en “Almacenes Rodríguez y Espejo”, hacía sus “pinitos” en el teatro desde sus tiempos en el colegio. Para los principales papeles de la obra buscó a amigos suyos, y así para el papel principal de Jesús eligió a Francisco Montes, hermano de Vicente al que, paradójicamente, apodábamos «el roba higos». Otros papeles importantes se los dio a conocidos como Rafael de Toro Sotomayor, Antonio Echaniz y Paco Lozano. Para los restantes papeles de reparto se contó con jóvenes de la propia parroquia, como Carmelina Liébana, Manuel Urbano, Antonio López e Inocencio Montes, que haría el papel de Judas Iscariote. De la música se encargó Isidoro Álvarez, y de la tramoya y las luces un montón de voluntarios que nunca faltaban.

El problema principal que tuvo el estreno de esta obra fue, sin duda, la música. Había aficionados al teatro, ilusión… pero apenas conocimientos musicales para acompasar el fondo de unas escenas que se tenían que ambientar en la Galilea de aquellos tiempos. Con el tiempo encima, al final sería José Luis de los Reyes «El Pipa», al parecer pariente de un profesor de música de la Universidad Laboral, el que presentó como solución a un joven Luis Bedmar. Éste se ofreció a facilitar una cinta de música, «Amargura», del maestro Font y de Anta, grabada en 1919. Adelantó que quizás desde el punto de vista de la “ortodoxia musical” no fuese la ideal para la obra, pero al menos recreaba un fondo de pasión. Recuerdo que la citada «marcha» se llegó a escuchar varias veces, y al final se eligió porque, entre otras cosas, no daba tiempo para buscar una alternativa. Fue Isidoro Álvarez el que de acuerdo con don Luis encajó los momentos de la cinta con las escenas de la obra.

Al cura Novo le agradó el apoyo que este joven había prestado desinteresadamente al estreno de la obra. Así que, con el vigor que le caracterizaba, entabló contacto con él y casi de inmediato le propuso que organizara un coro o rondalla para la chavalería de entre 12 y 14 años del colegio parroquial. Y así empezó el interés de todos en el barrio por conocer algo más de ese desconocido Luis Bedmar que tenía entonces sólo 27 años. Se supo que era de Granada, aunque había estudiado en el Conservatorio Superior de Música de Córdoba, donde obtuvo la máximas calificaciones y primeros premios fin de carrera por unanimidad en solfeo, armonía, contrapunto, fuga y composición. Había tenido como profesores a Juan Antonio Chica, Carmen Muela y Joaquín Reyes.

Don Juan Novo, además, se había puesto en contacto con Joaquín Reyes, profesor de música de la Universidad Laboral, al que le contó su proyecto, y éste le respondió: «(Luis) sabe mucho, vale para ello, y además ama la música”. Estas fueron las palabras que convencieron definitivamente a don Juan Novo para contar con este joven músico para su proyecto: era el hombre perfecto.

Al principio todos los padres del barrio quisieron que sus hijos formasen parte de “aquello”, de aquel coro o rondalla, de esa “novedad” para un barrio que necesitaba algo de alegría. Lógicamente había que seleccionar, y Luis, con una labor de dedicación en el día a día, fue quedándose con aquellos en los que distinguía un mínimo de cualidades, por lo que de un grupo inicial de casi cien chiquillos se quedó reducido a unos cuarenta. Pero había un problema nada más empezar: no había ni instrumentos. Me consta, porque alguna vez me lo comentó el propio Luis, que el cura Novo tuvo que salir al frente con la compra por su cuenta de muchas guitarras, laúdes y bandurrias, porque la mayoría de los padres no contaban con recursos suficientes para poder comprárselos a sus hijos. Enrique Arrizabalaga, encargado muchos años del bar de los Antiguos Alumnos Salesianos, y que trabajaba entonces en la tienda de «Martínez Rücker» que estaba situada en plena calle Claudio Marcelo, sería la persona que me confirmó que en esa tienda se realizó la compra de la mayoría de los instrumentos para la citada Rondalla y que se pagarían con bastantes facilidades.

De esta forma Luis Bedmar Encinas cogía «la semilla» que habían sembrado otros pero que no había cuajado bien, y que ahora, como en el Evangelio, sí brotaba con fuerza por estar en tierra fértil.  Así surgió en el año de 1959 la “Rondalla de San Lorenzo”, que recorrería distintas capitales de España culminando en Barcelona en una importante gira en el mes de diciembre de 1962 con motivo de las fiestas de Navidad. Su actuación en la Catedral de la Ciudad Condal fue escogida por Eurovisión para saludar al mundo con su «Mensaje de Paz», especialmente apropiado en un año donde el mundo había estado en vilo sólo un par de meses antes con la crisis de los misiles en Cuba. Más tarde, en 1966 la rondalla ganó el Concurso Nacional de Villancicos. Una vez que don Juan Novo abandonó la parroquia siguió al frente el coadjutor don Antonio Pérez Linares, una persona afable que se entregó al proyecto…  pero sinceramente ya nada sería igual. 

Sin embargo, esta etapa de la rondalla también dejó su huella. Allí se formó el gran compositor y figura del carnaval cordobés Miguel Amate Escudero. al que recientemente y como homenaje se le ha dedicado una calle en Córdoba, en la parte posterior del presbiterio de la Iglesia de Santa Marina, que va desde el principio de la calle Tafures al principio de la calle los Moriscos. Su padre, al que conozco desde hace muchos años por su condición de excelente «Ditero», me comentó que un día le pidió permiso al párroco don Valeriano Orden Palomino (sustituto de don Juan Novo) para que su hijo y su grupo pudiesen ensayar sus actuaciones carnavaleras en el llamado Hogar Parroquial del Cerro de la Golondrina, un local amplio que por entonces estaba cerrado y sin uso.

A mi conocido le sorprendió la franca contestación de don Valeriano: «Mire usted señor Amate, a nosotros, la Iglesia, no es que nos agrade mucho el carnaval, pues muchas veces somos víctimas de sus coplas o disfraces. Pero tratándose del gusto por la música que siente su hijo y por haber estado en la rondalla parroquial hablaré con el señor Obispo, porque este local ya no es propiedad de la parroquia sino del Obispado, que en su día tuvo que asumir la deuda del préstamo que concedió el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba para adquirirlo, y es que cuando llegué a la parroquia en 1971 me encontré con que no se habían pagado ni siquiera los intereses”.

A los pocos días llamó y el párroco le dio una contestación positiva, diciéndole que fuera su hijo a la parroquia para entregarle la llave. Y así en ese local estuvieron bastante Miguel Amate y su grupo de comparsa ensayando y actuando hasta que fue vendido. Incluso comparsas venidas de Cádiz pasaron por este Hogar Parroquial.

Pero la Rondalla de San Lorenzo hacía ya años que sólo era un recuerdo…

En 2018, en una actuación musical organizada por la Escuela de Música cordobesa «Tararea» celebrada en la iglesia Santa María Rafaela del Corazón de Jesús (fundadora de la Esclavas), antes de la actuación del coro y la orquesta, que interpretaron entre su repertorio un bello villancico de don Luis, el director, el gaditano Manuel Pérez, nos recordó a todos los asistentes “en clave de música» a la “Rondalla de San Lorenzo” y a su fundador, lo que es obvio decir era algo desconocido para prácticamente todos los asistentes. Nada más terminar aquel acto me acerqué al escenario para felicitarle por su actuación y le agradecí enormemente que él, siendo de otra ciudad, la hubiera recordado sacándola del olvido del tiempo. Me preguntó entonces si la había conocido, y al responderle que sí, le fui soltando a borbotones los nombres de Zurita, Murillo, Bustos, León, Serrano, Saco, Laguna, Navarro, Luque, Jiménez, Almoguera, Medina, García, Barrena, Gutiérrez, Pedro, Guillermo… y tantos y tantos chiquillos de la misma. Y tuve mi recuerdo especial para los hermanos Paco y José Luis Serrano Moreno, que también formaron parte, y además fueron los últimos monaguillos «oficiales» que hubo en la parroquia de San Lorenzo, sustituyéndome en 1957. Por desgracia se nos marcharon al más allá siendo aún muy jóvenes. 

También se nos fue recientemente, el pasado 2021, don Luis, con el que tras su paso por la rondalla llegué a coincidir, mucho tiempo después, en el Archivo de la Catedral, adonde solía acudir con frecuencia para mostrar a don Manuel Nieto (también tristemente fallecido el pasado año) sus trabajos e investigaciones sobre distintos «maestros de capilla» de la Catedral de Córdoba. Allí fui testigo, de las veces que aportó sus conocimientos de forma desinteresada para determinadas publicaciones musicales. 

Recuerdo perfectamente cómo en ese Archivo, allá por 2009, se sinceró conmigo: «Manolo, como don Manuel (Nieto) sabe, he sido profesor de solfeo, armonía y conjunto coral e instrumental del Conservatorio Superior de Córdoba y director de la Orquesta de Cámara del mismo centro. Colaboré con la Fundación de la Coral Ramón Medina con una nutrida cantidad de obras del folklore andaluz, y organicé la Bande Municipal. Pero te puedo decir que por muchos premios obtenidos y reconocimientos oficiales que me hayan hecho, sinceramente, lo que me hizo más feliz fue aquella Rondalla Parroquial de San Lorenzo por los indescriptibles momentos de ilusión vividos. Bendita sea la hora en la que aparecí por el portalón de San Lorenzo y don Juan Novo González me encargó que con sus chiquillos la organizara”.   

Como colofón a estas palabras traigo aquí las de Antonio Navarro Páez, uno de aquellos componentes de la rondalla, en una entrevista del Diario Córdoba el 3 de enero de 2017: 

“La Rondalla Parroquial de San Lorenzo la fundó el entonces párroco Juan Novo en el año 1959. Nuestro profesor fue Luis Bedmar Encinas. Grabamos tres discos y fuimos escogidos para representar en Eurovisión la felicitación navideña dirigida al mundo en 1962. En el año 1966 obtuvimos el Primer Premio Nacional de Villancicos. Fueron unos   años preciosos de nuestra niñez. Quizás carecíamos de cosas que sí tienen los niños de ahora, pero no carecíamos de cariño, educación y respeto. Recorrimos casi toda España cantando nuestras canciones cordobesas de Ramón Medina, Luis Bedmar y Martínez Rücker”.

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