El viernes fue un día de celebración para la gran familia de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). Cumplir los 50 años de su fundación es algo más que un aniversario, porque supone nada menos que medio siglo de trabajo, de sacrificio y también de resultados. Con este motivo, se puede visitar en el bulevar del Gran Capitán una exposición fotográfica en la que se repasan los avances logrados en este periodo de tiempo.
Los voluntarios de la AECC vieron la llegada de las autoridades locales, muchas de las cuales no dudaron en pintarse sobre la frente dos trazos del color verde que identifica a esta asociación. Después, y justo antes de recorrer la exposición, la presidenta de la AECC, Auxiliadora Cabanás, tuvo ante la prensa una intervención tremendamente efectiva, si el objetivo era concienciar a todos de la necesidad de incrementar los recursos para la investigación de los tumores.
Las palabras de Cabanás estuvieron salpicadas de unos datos que, como la prueba del algodón, no engañan. Toda cifra adquiere su valor cuando se compara o se ve su evolución, para que no sean unos guarismos sueltos que no dicen nada. El objetivo era exponer, de forma tan objetiva como elegante, la racanería de España a la hora de destinar fondos para que la ciencia reduzca al máximo la mortalidad de todos los tipos de tumores.
Las formas fueron suaves porque la contundencia estaba en los números. Sacar pecho por destinar sólo 150 millones de euros al año para la investigación contra el cáncer es para que más de uno fuera cesado y saliera corriendo de la vergüenza. Este dato, así, a secas, está muy bien para un mitin o para una intervención autolaudatoria en la tribuna del Congreso de los Diputados, pero vista en conjunto lo más ligero que provoca es bochorno.
Este problema no es una cuestión de siglas, sino de actitud. Entre 2007 y 2017, en que gobernaron PSOE y PP, la cantidad destinada fue de unos 1.500 millones. La contundencia de la cifra puede cautivar a quien inocentemente crea que se están haciendo las cosas bien. Pero no es así, ni mucho menos, si vemos lo que hacen otros países de nuestro alrededor. Francia, por ejemplo, destina 750 millones al año; es decir, la mitad de lo que España en toda una década. Alemania llega a los 1.124 millones anuales y Estados Unidos a los 1.408 millones también al año. ¿Es para salir corriendo o no?
Pese a esta situación, en España se ha avanzado en las últimas décadas. Así, en 1953 sólo el 25 por ciento de los enfermos de cáncer llegaba a los cinco años de supervivencia mientras que ahora lo logra el 55,3 por ciento de los hombres y el 61,7 por ciento de las mujeres, lo que no está nada mal, pero no es suficiente. Cabanás señaló que el objetivo de la AECC es que en 2030 la supervivencia de estos pacientes llegue al 70 por ciento, lo que supondría casi invertir el porcentaje que se daba en 1953.
Para alcanzar este objetivo hay que incrementar los recursos y hacerlo de forma tan valiente como decidida, pensando que con esta acción no se consiguen votos, sino que se salvan vidas. Como los datos bien expuestos dicen más que las palabras, Cabanás dejó caer que actualmente se destina en España el 1,44 por ciento del PIB. Incrementar esta cifra al dos por ciento sería “lo necesario”, pero si se sube hasta el tres por ciento sería “lo ideal”. ¿Apostamos a ver si sube esta cantidad para el año que viene?