La Feria como tregua


Por la noche cambia todo. Uno no come para alimentarse sino para empapar y cualquier cosa es bienvenida

Feria de Nuestra Señora de la Salud
Feria de Nuestra Señora de la Salud. /Foto: LVC

La Feria de Córdoba, como toda feria que se precie, supone un alto en el camino que se celebra como tal desde tiempos inmemoriales. Ya fuese de origen comercial, ganadero o religioso, eran de las fechas más esperadas del año por lo que suponía de paréntesis en unas vidas que antes, como ahora, eran igual de rutinarias.

Los días de la Feria son el alto en el camino en el que la actividad se paraliza casi del todo, se traslada -“la ciudad efímera”, qué gran tópico- a un recinto ‘ad hoc’ para que, como en Las Vegas, todo lo que suceda allí no trascienda de sus límites.

El Arenal ha ido perfeccionando en Córdoba la dualidad ferial frente a la mixtura de antes: Ahora es la Feria de día o la de noche y hay que elegir. Dos ambientes, dos ritos, dos formas de entender la vida y la fiesta completamente distintos. Si sales de casa al mediodía ya sabes de antemano que el ambiente es familiar, comida en caseta o tapeo en varias y de vuelta al hogar antes de que anochezca.

En cambio, si uno pisa el recinto ferial ya caída la noche sabe lo que se va a encontrar. Ni trajes de gitana ni catavinos, ni caballos ni el sombrero cordobés. Pantalones vaqueros y camisetas, vaso largo y decibelios. Si algún romántico pretende vivir de noche el ambiente clásico ya sabe a lo que se enfrenta. Nadará contracorriente y se sentirá extraño.

Esta tregua que supone la Feria, de la Salud en nuestro caso, se extiende también a otros ámbitos en los que por unos días no somos tan mirados como en el resto del año. Almorzar en la Feria está muy bien, porque lo que hay en el plato es lo de menos y el listón de la exigencia se conforma con un mínimo de dignidad. Son los días en los que la exquisitez se queda en la portada, junto a Mercacórdoba, y nos conformamos con que esté bueno y la bebida fresquita.

Por la noche cambia todo. Uno no come para alimentarse sino para empapar y cualquier cosa es bienvenida. En esta tregua ferial le hincamos el diente a aquello que durante el resto del año miramos de lado, con desdén. Ahora, en la Feria, la necesidad nos hace saltar del gofre al coco duchado, de la hamburguesa a la patata rellena, aunque hablando de papas rellenas, para papas las que llevan más de uno de regreso a casa.