El mantenimiento, ese valor olvidado


Hasta ahora, las instituciones públicas han buscado el camino más fácil, que no era otro que esperar a que el monumento estuviese comido por la roña

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Restauración de la Puerta del Puente. /Foto: JC

En el Imdeco han dado con la clave, que no es otra que la del sentido común. Escucharla no llama la atención, pero sí destaca si se compara con el comportamiento en el resto de departamentos municipales de todos los tiempos. El Instituto Municipal de Deportes ha anunciado que para evitar el deterioro de las instalaciones deportivas se van a hacer revisiones y reparaciones con carácter anual; vamos, el mantenimiento de toda la vida.

El Imdeco se suma así a lo que en febrero anunció la Gerencia Municipal de Urbanismo con la creación de la denominada unidad de conservación preventiva, por la que cada monumento recién restaurado tendrá una monitorización constante con la que se comprobará la efectividad de los tratamientos aplicados y, en caso contrario, actuar de inmediato sin esperar a que el daño se haga complicado de reparar, que es lo que desgraciadamente suele ocurrir. Todavía no ha pasado ni un año y es pronto para ver los resultados, pero es algo que pinta muy bien.

De este modo, la Administración, en este caso municipal, aplica a sus bienes lo que cualquiera de nosotros hace en su casa: mantenimiento. Los electrodomésticos, el coche, los muebles, todo es escrutado de forma constante y al menor desperfecto se busca una solución.

Hasta ahora, las instituciones públicas -de todos los colores políticos, oiga- han buscado el camino más fácil, que no era otro que esperar a que el monumento estuviese comido por la roña o con desperfectos más que visibles para acudir en su salvación con un potente aparato mediático y publicitario, porque la foto final es algo que no tiene precio. Bueno, no tiene precio si aplicamos la teoría de nuestra paisana de que el dinero público no es de nadie, pero claro que tiene precio. Y tanto que lo tiene.

Estas iniciativas de la Gerencia de Urbanismo y del Imdeco no han despertado el entusiasmo general. Lamentablemente la voluntad del político de cualquier signo es la del relumbrón, cueste lo que cueste, que siempre cuesta más caro, muchísimo más, que el eficiente y constante mantenimiento. A ver si diciéndoles que es algo sostenible se emocionan hasta las cachas y se suben al carro.

Todo el follón que hay montado con las instalaciones eléctricas de los colegios, que no soportan el funcionamiento de los aparatos de aire acondicionado y que han demorado más de la cuenta su puesta en funcionamiento, no hubiera sido tal si estas instalaciones se hubieran supervisado con cierta periodicidad, pero no se ha hecho y ahora vemos las consecuencias.

El mantenimiento se ha hecho toda la vida, porque mantenimiento es -o era- darle bajeras a las casas cada primavera para que las fachadas relucieran de cal cuando llegaba la Semana Santa, o limpiar de jaramagos los tejados en verano para que no hubiese goteras en invierno, entre otros ejemplos. 

Al menos en la Gerencia se han puesto las pilas y han hecho propósito de enmienda. En el Imdeco también. Pero no son los primeros. En Córdoba tenemos el ejemplo mayor de todos, que es el de la Mezquita-Catedral, donde no faltan nunca los andamios -que alguien confunde con palcos de Semana Santa, jajajaja- porque las labores de restauración y de mantenimiento son constantes. De ahí que en 2014, en plena ofensiva contra la caja del monumento, la Unesco se fijó en lo que se tenía que fijar y le elevó el grado de reconocimiento a Excepcional Valor Universal, entre otras cosas por ese mantenimiento que debería ser norma común en todos los órdenes de la vida pública.