Cautela con las piscinas


Cualquiera le puede poner nombre y apellidos a cada una de ellas, porque en esta ciudad quien no tiene piscina sí conocen a la perfección a quienes las tienen

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Piscina. /Foto: LVC

Creo que a nadie ha sorprendido la publicación del Catastro de esta semana con el censo de piscinas en España. Nada menos que 1,2 millones repartidos por toda la geografía nacional, que no es poco. Lógicamente este reparto no es homogéneo, ni mucho menos, porque se supone la densidad de piscinas en Burgos o en León no es la misma que en el sur.

Ahí es donde está la diferencia. La piscina es un elemento casi necesario en las regiones donde el calor azota de lo lindo; en los otros lugares se puede considerar, incluso, un artículo de lujo. Por esto no sorprende a nadie que Córdoba sea la segunda ciudad de España, tras Madrid, con mayor número de piscinas, algo que tampoco es nada nuevo. 

La riqueza de agua de Córdoba ha hecho que desde los romanos se hiciera un uso lógico de este elemento debido a la abundancia de fuentes y veneros en la inmediata sierra. Aunque el término piscina es de una latinidad absoluta, se les ha llamado estanques o pilones, con su verdina, sus culebras y sus zapateros. Su agua fría regaba las huertas incluso en el interior del casco urbano.

La piscina como tal nace con el cloro, con la pintura azulona, el rebosadero y la ducha no muy lejos. Otro concepto, claro, pero es el que con toda lógica se ha impuesto. Y se ha impuesto con tal contundencia en Córdoba que la ha hecho escalar hasta la cabecera de la clasificación, junto a Madrid, porque en Madrid también hace mucho calor.

No es lo mismo una piscina en Córdoba que en Teruel, porque aquí es un elemento de necesidad durante muchos meses, casi medio año, oiga. Si en otros lugares de España la temporada de baños se reduce a unas pocas semanas, aquí se prolonga desde la Feria hasta San Rafael, más o menos. 

Dice el Catastro que en Córdoba hay a día de hoy 11.538 piscinas. Creo que cualquiera de nosotros le puede poner nombre y apellidos a cada una de ellas, porque en esta ciudad quienes no tienen piscina sí conocen a la perfección a quienes las tienen y por eso, nada más pasar la Feria de la Salud, aunque no se hayan preocupado de ellos durante el resto de año, los llaman sin motivo aparente, simplemente para terminar la conversación con un “a ver si nos vemos un día de estos”, que es la frase mágica que abre la puerta a pasar un día, al menos, de piscina. Y de gañote total.

Pero a este censo de piscinas le veo un problema y es que se pone el foco en un elemento sobre el que el Gobierno de Pedro Sánchez puede caer sobre sus propietarios como el águila caía sobre el cabritillo en ‘El hombre y la tierra’. Sin piedad. A partir de ahora hay que tener mucha cautela con las piscinas, porque si María Jesús Montero decide que hay que tributar por cada una de ellas porque es un objeto de lujo al que no tiene alcance la clase media trabajadora que acaban de descubrir, pues se pondrá un impuesto, otro más, y aquí paz y después gloria.