Bajo este título regreso a las páginas de La Voz de Córdoba con el compromiso de continuar en ellas semanalmente hasta que esta nueva situación de anormalidad decida abandonarnos, bien porque todos caigamos en sus redes, víctimas esa araña siniestra que se llama desidia, pereza y por ende incultura, bien porque en un gesto más de bondad, San Rafael ( a quien seguiré rogando fervorosamente por nuestro cuidado) nos abra los ojos y contemplemos en toda su crudeza el intelecto de nuestros gobernantes y sus políticas intenciones.
Empecé la semana con una noticia que curiosamente ocupaba algunos espacios laterales de las páginas de los diarios, no sé bien si por su alcance informativo ( que yo estimo de primera plana), o por la vergüenza que a los directores suponía su edición. “Birus» Johnson, que así bautizó mi corrector al dirigente británico Boris Johnson, había prohibido en el Imperio las relaciones sexuales de las parejas que no compartieran domicilio.
Dudo mucho que no lo hubiera intentado también respecto de las que convivían bajo el mismo techo, pero supongo que algún asesor algo más avispado le advirtió de la imposibilidad de control de tales escaramuzas, que no comportaban el desplazamiento del (o la) sujeto/a, más allá de los propios muros del hogar. Y por ahora, sin olvidar que todo es susceptible de mejora, no es cuestión de invadir los espacios íntimos de la familia.
Se puede ser más tonto, sí, eso no es discutible. Lo que ocurre es que en esta anormalidad que vivimos, bombardeados de manera incesante con los discursos grandilocuentes y a veces épicos de los gobernantes, nos da cierto pudor no pararnos primero a pensar sobre lo acertado de las medidas que adoptan, pues siendo quienes en teoría han de velar por nosotros, algún sentido hemos de buscar a sus actos.
Lo que ocurre es que, pasado ya un tiempo prudente de confianza, y a la vista de sus aviesas intenciones, más que notorias por su intervencionismo in crescendo, la confianza se va transformando en recelo, y lo conspiranoico empieza a tener visos de realidad, pues parecen no existir límites a la voracidad de los ejecutivos.
De manera que se permite pasear, correr, reunirse con unos pocos amigos, encargar y recoger comida y en algunos casos hasta tomarse una cerveza, pero no se permiten las relaciones íntimas, a salvo la convivencia en común. Sinceramente, no sabía yo que el anglicanismo era tan puritano. “Cosas veredes, amigo Sancho”.
Y ya en el terreno patrio, a mitad de la semana anterior, la Ministra Montero ( la guapa, la que habla correctamente el castellano), pillada off the record en un video, reconocía entre risas saber de la existencia del peligro de pandemia que acechaba previamente a la manifestación del 8M, e incluso que había sido la causa del menor índice de participación, pero con la misma frescura manifestaba que eso ella no lo iba a decir.
Pues bien, pillada in fraganti, aquí no solo no pasa nada, sino que además algunas editoriales de la prensa amiga poco menos que tachan de fake la noticia por el carácter off the record de tales manifestaciones, que ya se sabe que la única verdad es la que se expresa en las ruedas de prensa de nuestro “aló presidente”, o en sus intervenciones en el Congreso de los diputados, donde a grito de “Viva el 8M” zanjó cualquier duda al respecto, bajo la velada amenaza de culpar a Rajoy de lo sucedido o tildar de machista a la mojigata oposición, que a excepción de Cayetana ( lo siento, Sr. Feijóo ), se encuentra rebosante de maricomplejines.
Y no pasa nada.
A principios de esta semana, el escándalo de Marlaska, de unas dimensiones tan descabelladas que dejaba boquiabierta a toda Europa, a excepción de esta España nuestra, empezaba ya a darnos a entender que, en esta nueva anormalidad, si no obedeces, aunque sea ilegal la orden que recibas, te cuesta el puesto y el escarnio, que de defensor de la democracia pasas a policía patriótica y golpista en un santiamén.
Y no pasa nada.
Porque claro, se puede votar junto a Vox en contra de la ley de educación, si es que la llevasen al Parlamento, que esa es otra, lo cual te convierte en un facha golpista e incendiario, pero nadie te tacha de terrorista cuando pactas con Bildu la derogación de la reforma laboral, pese a ser consciente de que traerá consigo un caos de dimensiones… electorales.
Y no pasa nada.
Menos mal que el final de esta semana nos trae una noticia magnífica, pues nuestra provincia, nuestra Córdoba, es la única en España que registra un descenso en el número de fallecimientos cercano al 20% en relación al año anterior.
Ante los datos tan contradictorios de unos y otros, Estado o Autonomías, esta estadística era de una importancia extrema, dado que reflejaría con cierta aproximación el número de fallecidos como consecuencia de la pandemia.
Yo no creo que sea porque hayan estado cerradas las tabernas, como opina seguro algún talibán de pensamiento único de los que tanto abundan, que las bodegas españolas, entre ellas las de Montilla- Moriles, seguro que han descargado sus excedentes en estos meses. Ni creo que Córdoba tenga una mayor protección ambiental que sus provincias vecinas, entre otras cosas porque nadie puede poner puertas al campo. Y tampoco nuestras carreteras son más peligrosas que las de otras, ni nuestros sanitarios, pese a ser los mejores, son de mayor calado profesional que los de Málaga, Barcelona o Segovia, provincia esta última con un incremento de fallecimientos sobre el año anterior del 250%.
Y calor…., el mismo hace aquí que en Granada, Jaén o Sevilla.
Pero Córdoba sí tiene algo distinto, más que algo, Alguien, un Custodio al que Dios puso para cuidarnos, y al que con más o menos fe, pero confiados en él, de un modo u otro, que la fe no sigue esquemas predeterminados por el César, todos los cordobeses hemos dirigido una plegaria, un deseo o incluso un guiño, aunque a veces lo fuera a escondidas.
Yo estoy convencido de su intervención, y seguro que más de uno comparte esta reflexión, fruto sin duda de la confianza que otorga la fe, sin descartar que ello será motivo de mofa para muchos. Por ellos, igualmente hermanos, y tutelados de nuestro Custodio, dirijo nuevamente mi plegaria:
Protégenos bajo tus alas, San Rafael.