Ayuso for president


Su llegada a la política nacional supone un punto de inflexión y una nueva etapa para regenerar las ideas

Escribo el título y me percato, hasta con sorpresa por no haberme fijado antes, lo inteligente que es el idioma británico, pues el género en los adjetivos es algo inexistente, siendo así que good, pretty, tall, intelligent o cualesquiera otros, prescinden de ese tortuoso, pesado y estúpido esfuerzo en diferenciar lo masculino de lo femenino y no digamos ya de las variantes de lo intermedio, siguiendo una hoja de ruta perfectamente diseñada para hacer de tales dicotomías un insalvable muro en el que enfrentarnos diariamente.

Pienso sinceramente que la izquierda está huérfana  de las grandes plumas que otrora engalanaban el pensamiento de igualdad y de fraternidad, y cómo no, del cachondeo que tantas veces, al menos yo, disfrutamos.

Que sería hoy día de Javier Krahe, cuando llamaba “imbécil ésta” a la mujer que no había llegado a las once y pico cuando él cenaba lo más tarde a las diez, o cuando relataba el episodio de la Jacinta, cuyas voluptuosas formas hicieron que los vecinos del pueblo renegaran de una Venus “…¡afroleches!”.

O qué decir de los poemas de Joaquín Sabina, cuando, entre otros, cantaba “a la impúdica niñera madura, que en el mapamundi de su cintura al niño que fui, espabiló”.

Y así seguiríamos con tantos y tantos que a mi generación, la del baby boom ( otra vez el inteligente inglés evita una retahíla de géneros ), la llevaron a la desobediencia civil de lo religiosa y políticamente correcto, para disfrutar ( e incido en la palabra, “disfrutar”), del sexo contrario, o del propio, sin necesidad de hacer aspavientos, montar manifestaciones reivindicativas no se sabe bien de qué, o generar controversias tan absurdas como claramente diseñadas para que vivan del cuento unos cuantos y otras pocas imbéciles.

Pues bien, como uno es de provincias, y a la postre goza de la ventaja que supone la distancia a la Corte (…y a los cortesanos), disfruto de una mayor libertad a la hora de analizar las cuestiones que desde Madrid se observan a pie de trinchera.

Pero tal vez por estar en primera línea, los que por allí pululan, a salvo los jetas y las cacatúas (que en todos lados hay), merecen el mayor de mis respetos y consideración, desde mi querido paisano Antonio Hurtado, hasta la Sra. Olona, pues convencido estoy de que diariamente luchan, palabra en mano, por lo que estiman justo y adecuado a sus convicciones; y aunque la elección de los parlamentarios es algo manifiestamente mejorable, la democracia exige, sin ambages, asumir que las urnas marcan el estado de las cosas.

Y es precisamente en las urnas donde la Sra. Ayuso ha obtenido el refrendo y el apoyo de la mayoría de los madrileños.

Pero es en la calle, ese territorio reservado hasta ahora a la izquierda, donde Isabel Ayuso está conquistando al resto de españoles.

Su locuacidad, su saber estar madrileño, una mezcla de chulapa contenida y amiga de la pandilla de toda la vida, su cercanía, y sobre todo su alegría y su confianza en este país, está regenerando mi confianza en la clase política, tan denostada tras años de una derecha acomplejada y una izquierda huérfana de ideales y cargada de caraduras.

Si por mí fuera, y creo que esta opinión es ampliamente compartida, intentaría por todos los medios que la madrileña fuese candidata a presidenta del gobierno.

Casado es y está triste, Teodoro García Egea está recogiendo lo que sembró, Maroto aparenta más intransigencia que inteligencia, y así, sucesivamente, sobreviven tan sólo por el desgaste de un Sánchez cuyas mentiras ya sobrepasan el nivel del vaso.

Pero no generan ilusión, son incapaces de provocar una sonrisa. Y para cabreo diario ya tenemos a los de Vox, no los necesitamos a ellos.

Yo “ando falto” ( como dicen en mi pueblo) de políticos cercanos, capaces de sufrir, cómo no, a mi lado, pero también de disfrutar, cuando no de luchar y demostrarnos a todos que el esfuerzo y no la complacencia, traen consigo el premio de lo merecido.

Pienso que Ayuso encarna tales valores, que su llegada a la política nacional supone un punto de inflexión y una nueva etapa para regenerar las ideas, centrarnos en lo importante y aunar esfuerzos desde la ilusión, haciendo de la cercanía y la sinceridad el lenguaje con el que todo político debe dirigirse a sus ciudadanos.

Hemos de prescindir del enfrentamiento y las falsas expectativas, de la tristeza y la euforia de las prebendas que nunca llegan. Para ello, vista la incapacidad de asumir que otros, sencillamente, son mejores que tú, se necesita un gesto de humildad que está por ver.

Mientras tanto, desde esta columna, seguiré en mis trece: Ayuso for president.