El juego del tahúr


España ha sido fagocitada intelectualmente por una panda de imbéciles predispuestos a contagiarnos su idiotez

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Irene Montero. /Foto: LVC

Les extracto un pasaje de una de las obras más de moda en todos los círculos económicos influyentes, nada más y nada menos que del español Baltasar Gracián, ‘El arte de la prudencia’, escrita en el siglo XVII, y que reza:  la malicia está a la espera; es menester una gran finura para descubrirla: nunca juega el tahúr la pieza que el contrario presume, y menos la que él desea”.

Ni que decir tiene que semejante reflexión es aplicable a todas las épocas y en todos los ámbitos geográficos. Pero trasladarla a esta España de pandereta se me antoja harto difícil, no ya por la profundidad del mensaje, sino por la mediocridad de quienes pudieran ser acreedores ella.

España, esa España nuestra como cantaba Cecilia, ha sido fagocitada intelectualmente por una panda de imbéciles predispuestos a contagiarnos su idiotez como si de una pandemia se tratara.

El problema es que el virus campa a sus anchas, sin vacuna alguna efectiva que disipe sus efectos. 

No es que ya la ministra (con minúscula), de no se sabe bien qué sórdida competencia,  abogue por una elección libre del sexo entre menores en una época donde el uso de la pornografía y los delitos sexuales abundan entre la población infantil como nunca antes se había visto. No es que un ministro (con minúscula) vea una actuación proporcionada en la “ejecución” de quienes sólo luchan por buscar una vida mejor allende las concertinas. No es que un ministro ( con minúscula) proponga quitar competencias a las Comunidades autónomas por saber gestionar su política fiscal en beneficio de la ciudadanía. No es que un ministro (con minúscula) ponga verde a España en Europa con nuestra política ganadera, mientras las grandes hamburgueserías campan a sus anchas en nuestro país. No es que la ministra Montero (la menos guapa), esté al rebufo constante de las ocurrencias matutinas de sus correligionarios, a la par que de las contradicciones de una coalición de gobierno (con minúsculas) tan nefasta como incendiaria. No es que el dinero de los españoles se use en beneficio y a mayor gloria de quien nos gobierna.

No, no, No se confundan. Esa es la mano que está jugando el tahúr en esta partida.

Y, al contrario, no es la reacción acalorada y exacerbada frente a tales ignominias la carta que debe jugarse. Pues pese a entender que dicha respuesta es lógica, e incluso atractiva para quienes observan indignados esta política siniestra, es la carta que el tahúr espera de su contrario.

En España siempre primará la moderación, el centro político, muchas veces pusilánime y otras indolente, pero mal menor a ese mundo antagónico del rico y el pobre, del trabajador y el empresario, que nos venden como si uno pudiera vivir sin el otro, cuando ambos son parte del mismo engranaje.

Que el capitalismo nos guía es indudable. Que del mismo no es todo bueno lo que fluye, también. Que nuestros hijos vivirán épocas convulsas a la par que siniestras, y que podrán capearlas gracias a sus padres, aún menos discutible. Pero que todo ello es culpa de nuestro silencio, de nuestra comodidad y de nuestra nula capacidad de reacción frente a las injerencias constantes en nuestra esfera de privacidad de estos políticos de tres al cuarto que nos gobiernan, es algo que merece de una reflexión serena y alejada de estereotipos.

La guerra civil, Franco, e incluso el rey Juan Carlos son episodios ya superados por el propio devenir de este tiempo  acelerado en el que vivimos. Si me apuran ustedes, hasta ETA resulta ya una reminiscencia en el olvido, salvo para aquellos que vieron y vivieron el dolor en su vida y que hoy son meros reflejos de un tiempo pasado necesario de superar, injustamente aislados en beneficio de una política indecente liderada por un personaje cuya psiquis será digna de análisis en el futuro.

Pero hoy por hoy prima la inmediatez del discurso, el regate a los problemas y las promesas del dinero fácil, del trabajo mínimo y de la idiotez subvencionada, ajena al esfuerzo, al sacrificio y al placer (aún por descubrir para muchos), de saberte dueño de tu destino, o incluso de sentirte reo de la injusticia.

La felicidad no es fácil. Yo diría que incluso inalcanzable en esta vida. Pero esto tampoco debe ser un valle de lágrimas, y a bien que no lo es.

Sin embargo, si seguimos transitando ajenos a los desmanes de nuestros gobernantes, a sus caprichos y sus veleidades, preocupados más por llegar a fin de mes que por VIVIR ( con mayúsculas), nuestro destino estará marcado por el juego del tahúr, presto a asestar su golpe en una última carta que nadie, salvo él, mantiene en su manga.